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El eructo antiliberal de Milei y la sobreactuación española
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Josep Martí Blanch

Pesca de arrastre

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El eructo antiliberal de Milei y la sobreactuación española

No fue el rugido de un león lo que se escuchó en Vistalegre,​ sino el eructo de un hombre que desprecia a cualquier semejante que no piense como él

Foto: El presidente de Argentina, Javier Milei, interviene durante el acto 'Viva 24' de Vox. (Europa Press/A. Pérez Meca)
El presidente de Argentina, Javier Milei, interviene durante el acto 'Viva 24' de Vox. (Europa Press/A. Pérez Meca)
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La escalada diplomática entre España y Argentina obedece al guion clásico del macarrismo. Y es que los macarras pueden ser muy leídos, incluso doctores, sin dejar por ello de lado su verdadera vocación de matones de barrio. Que el ministro Óscar Puente llamara drogadicto a Javier Milei, sin disculpas posteriores y sin ser reconvenido por Pedro Sánchez, no justifica las palabras del presidente argentino en el aquelarre de Vox del fin de semana, pero sí impide que uno pueda situarse en esta crisis incondicionalmente del lado de alguien.

El echar el resto del Gobierno español viene determinado, dignidad al margen, por la proximidad de las elecciones europeas. A nadie le amarga un dulce, y menos a Pedro Sánchez una vez decidido que en esta campaña quiere jugar el papel de “vigía de occidente” del izquierdismo frente a las hordas reaccionarias que amenazan al planeta entero. Sería demasiado pedirle al Gobierno que no echase mano de la hipérbole en la reacción ante el exabrupto de Milei cuando el marco de campaña que pretende dibujarse es el del superhéroe Sánchez salvando a Europa y al mundo de sí mismos.

Mucho más interesante que la crisis diplomática de postín, que ya amainará cuando se haya sacado todo el provecho del zumo que pueda exprimírsele, ha sido todo lo demás que le hemos escuchado al presidente argentino en su peregrinaje español del fin de semana.

Bien en la presentación de su libro o en el discurso en la convención de Vistalegre, Milei nos ha ilustrado con detalle sobre sus formas, ideario y acción política. Es recomendable escuchar atenta y sobre todo íntegramente ambas intervenciones para no hablar de oídas ni pretender juzgar al personaje únicamente por vídeos resumidos de treinta segundos de sus actuaciones circenses más vistosas.

Foto: Javier Milei, durante el VIVA 24 organizado por Vox. (EP/Pérez Meca)

“Yo soy el león, rugió la bestia en medio de la avenida. Lloran los zurdos sin entender, 'Panic show a plena luz del día”, fue el buenos días de Milei ante las gentes de Vox. Y hay que tomarlo de un modo literal. Para Milei el mundo se divide entre leones y borregos. Y. como dicta el orden natural de las cosas. es pura lógica y además está bien que los primeros se coman a los segundos. Lo jodido es, cuando en el mundo de Milei, te toca jugar el rol de rumiante.

De esta concepción darwinista del vivir en sociedad nace su desprecio por la idea de la justicia social, que él atribuye equivocadamente como monopolio de la izquierda. Como si entre las múltiples familias de la derecha y el liberalismo holístico -no el que lo reduce todo a la chequera- la preocupación por un mundo más justo, en el que se preserve la dignidad de todo ser humano a través de la justicia social, no haya sido también una obsesión y una ocupación. ¡Cuántos históricos democratacristianos, por poner solo un ejemplo, removiéndose en sus tumbas! La ignorancia, aunque sea leída, es muy atrevida.

Milei se llena la boca con los valores occidentales -derecho a la vida, la libertad y la propiedad privada- olvidando expresamente que para asentarlos fueron necesarias revoluciones -unas más pacíficas que otras- contra la injusticia y el abuso sistémico del poderoso. Para Milei los valores de occidente caben en 'La accción humana' de Von Misses. No le ha alcanzado el tiempo ni las ganas para remontar en su biblioteca hasta la ilustración. O simplemente será que desdeña cualquier aportación del mundo de las ideas que han cimentado esos valores de los que dice presumir si no pueden medirse en dólares constantes y sonantes.

Milei es un viaje a los setenta. Como si en el mundo no hubiera ocurrido nada desde entonces. Como si la Unión Soviética siguiera en pie y los sindicatos tuvieran todavía la fuera para paralizar un país durante meses, como ocurría en la Gran Bretaña antes de que la Dama de Hierro les quebrara la columna vertebral. Como si el mercado no nos hubiera enseñado ya sus limitaciones o la absoluta preponderancia del capitalismo financiero no nos hubiera abierto los ojos sobre un camino alternativo hacia la progresiva depauperación de las clases medias que en el futuro a largo plazo se adivina tan eficaz como el peronismo.

Foto: El presidente de Argentina, Javier Milei, interviene durante el acto 'Viva 24' de Vox. (Europa Press/A. Pérez Meca) Opinión

Es por todo ello que resulta incomprensible la fascinación que Milei despierta en algunos sectores de la derecha convencional española. Más fácil de entender es que la ultraderecha le beba los vientos, en la medida que cualquiera que se refiera al socialismo como sinónimo de muerte ha de encontrar ahí una cálida acogida.

Pero ni unos ni otros tienen nada que ganar al lado de tal compañía. La revolución conservadora y ultraconservadora europea exige caminar por otros derroteros. Descontados los vistosos pliegues de la guerra cultural, en los que no hay prácticamente diferencias entre Milei y cualquier líder ultraderechista europeo, en lo económico los europeos que van cayendo en el saco de este tipo de formaciones políticas están haciendo una apuesta instintiva por discursos que enmienden el globalismo y la agenda liberal económica sin matices. Más falangismo y menos Milei, para entendernos con brocha gorda.

Con todo, lo más peligroso de Milei no es su ideario. A fin de cuentas, si se desmenuza su ideario uno puede incluso salvar algunas partes de su mobiliario. Es la forma de exponerlo donde radica la verdadera amenaza de este tipo de personajes. Alguien que se autootorga literalmente para sí mismo una “misión histórica que cumplir” será siempre una amenaza seria para la convivencia. Como lo es también quien para referirse a sus adversarios políticos utiliza las palabras “infección” e “infecciosos”.

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, durante la presentación del programa del PP para las europeas (EFE/Zipi Aragón)

No fue el rugido de un león lo que se escuchó en Vistalegre, sino el eructo de un hombre que desprecia a cualquier semejante que no piense como él. Oímos no más que el eructo de un antiliberal. Justo lo contrario de lo que cree ser Milei.

En todo caso, volviendo a la practicidad doméstica, un eructo tan agrio como insuficiente como para que de él se derive la amenaza de ruptura de relaciones diplomáticas.

La escalada diplomática entre España y Argentina obedece al guion clásico del macarrismo. Y es que los macarras pueden ser muy leídos, incluso doctores, sin dejar por ello de lado su verdadera vocación de matones de barrio. Que el ministro Óscar Puente llamara drogadicto a Javier Milei, sin disculpas posteriores y sin ser reconvenido por Pedro Sánchez, no justifica las palabras del presidente argentino en el aquelarre de Vox del fin de semana, pero sí impide que uno pueda situarse en esta crisis incondicionalmente del lado de alguien.

Javier Milei
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