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Tractores en la frontera: más proteccionismo y menos agenda verde
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Josep Martí Blanch

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Tractores en la frontera: más proteccionismo y menos agenda verde

Las exigencias ambientalistas y sus derivadas siguen siendo un asunto que ocupa y preocupa al sector agrario

Foto: Nuevas concentraciones de tractores en la frontera de España y Francia. (Europa Press/ Glòria Sánchez)
Nuevas concentraciones de tractores en la frontera de España y Francia. (Europa Press/ Glòria Sánchez)
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Payeses franceses y españoles a la carga en plena campaña electoral. Aragón y Cataluña, como arietes peninsulares de un malestar al que no se puso fin con las ligeras concesiones que las instituciones, incluyendo la Comisión Europea, tuvieron a bien poner encima de la mesa tras las grandes manifestaciones de agricultores de invierno.

El corte fronterizo en vísperas de unas elecciones europeas tiene, desde el punto de vista de la eficacia reivindicativa, poco recorrido. A fin de cuentas no hay nadie escuchando y tomando nota. Ni en España, ni en Francia y tampoco en Europa.

A seis días de los comicios no existe nada más que no sea la campaña. Lo saben de sobras algunos sindicatos agrarios de marcado perfil institucionalizado que no han querido sumarse a las reivindicaciones. Es el caso de Unió de Pagesos, tantos años hegemónico en Cataluña.

Pero la representatividad agraria -como la de otros colectivos, es el caso también del transporte, como vimos con la huelga de este sector- está reformulándose por la vía de los hechos. Ayer en Cataluña convocaba el bloqueo de las fronteras la organización Revuelta Payesa, que se define como un “movimiento civil asambleario para la defensa y el reconocimiento de la agricultura”.

Jerarquía inexistente e interlocutores con los que difícilmente poder alcanzar acuerdos con garantía de aceptación por parte de los implicados en la protesta. Son malas cartas para que las reivindicaciones sean atendidas, pero eso no es impedimento para tener capacidad de movilización. A estas alturas el malestar no es solo con los Gobiernos. En algunas zonas, las organizaciones agrarias de corte clásico han empezado a generar algunos anticuerpos entre sus representados, acusadas de ser demasiado complacientes y comprensivas con las necesidades y tempos de la política y de los gobiernos.

De lo acontecido ayer se desprende un debate necesario sobre la facilidad con la que es posible cortar las vías de comunicación fronterizas durante 24 horas seguidas con la complacencia de las autoridades. Así lo han señalado, y con razón, las organizaciones de transportistas que han visto conculcado su derecho al trabajo y a la movilidad.

Foto: El presidente andaluz, Juanma Moreno, en Jaén. (EFE/José Manuel Pedrosa)

Pero a unos días de las elecciones es más pertinente centrarnos en aquello que entronca con la batalla que se está jugando en Europa en estas elecciones. Las reivindicaciones, como ya ocurrió en invierno, circulan básicamente por un doble carril: menos políticas ambientalistas y más proteccionismo.

Respecto a la agenda verde, hay que recordar que la aspirante a revalidar el cargo de presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, ya cedió en algunas cuestiones tras las movilizaciones que levantaron al sector agrícola de todo el continente. Retiró, por ejemplo, el proyecto de ley para reducir el uso de los pesticidas en un 50% en suelo comunitario.

Pero las exigencias ambientalistas y sus derivadas siguen siendo un asunto que ocupa y preocupa al sector agrario. Y va a ser uno de los caballos de batalla del próximo mandato en Europa, ya que afecta a muchas otras cuestiones que los agricultores identifican como vitales para su sostenibilidad económica. Asuntos como la fiscalidad de los combustibles o el complicado paraguas legislativo que ha de desplegarse para hacer realidad la ley de restauración de la naturaleza que el parlamento europeo acabó aprobando de manera muy ajustada van a dar mucha guerra.

Foto: Tractores bloquean este lunes el paso fronterizo entre España y Francia en Irún. (EFE/Juan Herrero)

Que la revisión de las políticas ambientalistas forme parte nuclear del sector agrario en toda Europa es elemento suficiente para dudar de la efectividad de querer acabar con cualquier discrepancia sobre el particular con el pobre argumento de que criticarlas es cosa únicamente de ultraderechistas.

Si es cierto que la familia política ultra es la que actúa con mayor complicidad con este tipo de reivindicaciones, y que su caja de resonancia viene siendo la más eficaz. Pero únicamente por haber identificado un nicho de mercado electoral existente en el que el resto de los partidos se muestran incapaces de autoenmendarse con convicción.

Es un error de bulto pretender cerrar el debate de manera simple, trasladando la idea de que exigir modificaciones de alcance en las políticas verdes es únicamente cosa de ultras. Va a ser que no. Y para muestra la movilización de ayer. Hay que ponerle mucha imaginación para pensar que quienes cortaron los pasos fronterizos tienen una agenda de ultraderecha. Tienen una agenda de supervivencia, que es bastante distinto. Lo mismo puede decir de otros colectivos y sectores que, con argumentos también vinculados a la viabilidad económica, muestran preocupaciones similares.

Foto: Un manifestante sobre un tractor durante una protesta contra las políticas agrícolas europeas. (Reuters/Claudia Greco)

Algo similar ocurre con el proteccionismo que también exigen los agricultores. Hasta hace no mucho prevalecía la idea de que el ventajismo con el que juegan los productores de terceros países para exportar sus mercancías a la UE podía compensarse con subvenciones. Pero al pequeño y mediano agricultor esto ya no le sirve. Y en la agenda de las reivindicaciones se ha impuesto como elemento nuclear la incorporación en los tratados comerciales de la ahora ya conocida como “cláusula espejo”.

Sí a las subvenciones -a nadie le amarga un dulce- pero sí también a la necesidad de ser competitivos en precio en igualdad de condiciones con los productores de países terceros, obligándoles a producir con las mismas exigencias con las que se hace en Europa. En resumidas cuentas, poner fin a la costumbre comunitaria de utilizar a los agricultores como moneda de cambio en las negociaciones de tratados comerciales.

También en esta cuestión es posible saltar de la agricultura a otros sectores. Existe ahora un debate sobre la necesidad de crear una industria militar europea invirtiendo dinero público a espuertas. Como existen también discusiones sobre cómo defender algunos sectores estratégicos o asegurar la producción en el continente de algunos productos de los que somos totalmente dependientes.

Foto: Varios tractores de agricultores franceses durante el corte de la A-9 francesa en las inmediaciones de la frontera con España. (Europa Press / Lorena Sopêna)

Con estos debates en marcha, es extraño que siga viéndose la reivindicación del sector primario, ligada a algo tan importante como la soberanía alimentaria -de cada país y de la UE en su conjunto- como algo de segundo orden, casi caprichoso, propio de perdedores y que no merece en el fondo una atención real.

La guerra nos ha enseñado, a través de los precios de la cesta de la compra, cuan sometidos estamos a los vaivenes de la geopolítica. ¿De verdad queremos asumir el riesgo de renunciar a los pequeños y medianos productores y fiarlo todo a que nos alimenten solo grandes productores y terceros países? Si la respuesta es que no, habrá que asegurar la viabilidad de las explotaciones. Y eso ya no es posible únicamente a través de las subvenciones. Al menos no en el nicho del pequeño y mediano agricultor.

Como la campaña electoral, en España y en toda la UE, está secuestrada por la agenda política doméstica, el bloqueo de la frontera por parte de los tractores ha tenido al menos la virtuosidad de recordarnos de qué van en realidad estas elecciones, más allá de las recurrentes alertas sobre la ultraderecha o sobre si los resultados van a ser o no un espaldarazo para Feijóo o para Sánchez.

En el futuro inmediato de Europa, la agenda verde, para seguir recortándola, y las tentaciones proteccionistas, van a estar encima de la mesa. Y no por el capricho de algunas siglas que hayan decidido jugar ahora con estos cromos, sino más bien porque hay muchos colectivos -los payeses, uno más- exigiendo cambios sustanciales y estructurales. Y eso, por mucho que se repita lo contrario, no es querer acabar con Europa, solo cambiarla.

Payeses franceses y españoles a la carga en plena campaña electoral. Aragón y Cataluña, como arietes peninsulares de un malestar al que no se puso fin con las ligeras concesiones que las instituciones, incluyendo la Comisión Europea, tuvieron a bien poner encima de la mesa tras las grandes manifestaciones de agricultores de invierno.

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