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Mañana es la Diada y usted ni se ha enterado
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Josep Martí Blanch

Pesca de arrastre

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Mañana es la Diada y usted ni se ha enterado

Ni siquiera queda ya capacidad movilizadora para sacar pecho con una gran manifestación que visualmente disimule la falta de músculo del ahora

Foto: Vista de la plaza de España de Barcelona durante la manifestación convocada por la ACN con motivo de la Diada 2023. (Europa Press/Kike Rincón)
Vista de la plaza de España de Barcelona durante la manifestación convocada por la ACN con motivo de la Diada 2023. (Europa Press/Kike Rincón)
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El PSC gobernando en solitario la Generalitat. En ERC hasta un total de cuatro listas descuartizándose entre sí para ver quién toma el control del partido en el congreso del mes de noviembre. Junts pendiente también de su cita congresual, a la espera de que Carles Puigdemont haga saber sus imperiales designios sobre el futuro de la formación.

La CUP haciendo terapia para responder a las mismas grandes preguntas que históricamente hacen de la adolescencia un periodo difícil: ¿quiénes somos?, ¿de dónde venimos?, ¿a dónde vamos?

La otrora todopoderosa Asamblea Nacional Catalana (ANC) bajando sin frenos por el tobogán de la degradación y la marginalidad de la mano de su ahora presidente, Lluís Llach. Un hombre decidido a sacrificar su pretérito y merecido prestigio artístico en el altar de la estulticia política. El Consell per la República, la Asociación de Municipios Independentistas, y un largo etcétera de grupúsculos sedados definitivamente por la fuerza de la realidad del presente.

De esta guisa, o sea, hecho unos zorros, llega el independentismo a la Diada.

Foto: Manifestación independentista por la Diada en 2023. (EFE/Marta Pérez)

Ni siquiera queda ya capacidad movilizadora para sacar pecho con una gran manifestación que visualmente disimule la manca de músculo del ahora. Se acabaron las grandes peregrinaciones a Barcelona de autocares y caravanas de vehículos particulares. Se apuesta por la descentralización, con manifestaciones en Girona, Barcelona, Lleida, Tarragona y Tortosa. Un formato que ya se probó en 2016 pero con otra ambición.

Donde más se nota el decaimiento del ánimo es en el ambiente previo. A decir verdad, ni siquiera ha existido previa. A veinticuatro horas de la cita la conversación sigue en otra parte. Hay que viajar muchos años atrás para encontrar ejemplos de una Diada con tan poca ebullición en sus prolegómenos.

Foto: La investidura de Salvador Illa ha desatado las iras de los independentistas más radicales. (EFE/ Quique Garcia)

Con la Generalitat y sus altavoces en manos de los socialistas, el elemento reivindicativo de la Diada ha perdido un aliado en favor de la institucionalidad. Y quienes aspiran a mantener la tensión en la calle ni pueden ni saben cómo hacerlo.

A pesar de todo, seguirá siendo una manifestación que, por la simple comparación con otras convocadas a rebufo de otras causas, seguirá siendo cuantitativamente importante. Mañana también se podrá hacer una buena compilación de declaraciones subidas de tono o claramente extemporáneas. Habrá igualmente incidentes aislados con quema de banderas o actuaciones equivalentes que permitirán, a quien así lo desee, dibujar un marco de elevada tensión independentista que vive al margen de la nueva coyuntura política de Cataluña. Una coyuntura que va derivando en estructural, nacida de las últimas elecciones autonómicas y de las sucesivas concesiones políticas de Pedro Sánchez con motivo de la aritmética parlamentaria del Congreso en las dos últimas legislaturas.

No mentirá quien quiera poner el acento en esa dimensión numantina del soberanismo y en el anecdotario de apoyo a esta tesis que la jornada proporcione. Pero tampoco estará diciendo la verdad si no acompaña el lienzo de la advertencia de que todas esas performances de radicalidad han existido siempre, con proceso o sin él, y que ahora regresan, si no a la pura marginalidad, sí al nicho de la minoría.

Una pregunta sobrevuela el mercado político catalán secesionista: ¿Dónde está la gente? ¿Por qué ha desaparecido?

El soberanismo político, tantos años cabalgando a lomos del 11-S, llega a esta Diada todavía más desnortado que el año anterior. Una pregunta sobrevuela el mercado político catalán secesionista: ¿Dónde está la gente? ¿Por qué ha desaparecido? Todo ello se acompaña de una afirmación que se da por verdadera, pero que esconde un truco que es necesario saber ver para explicarse el presente. La frase, que tanto puede pronunciar un juntero, un republicano, un cupero o un nuevo votante de Aliança Catalana es esta: “No conozco un solo independentista que haya dejado de serlo”. Dando por hecho de este modo que si desde los partidos se da con la tecla correcta, Cataluña volverá a ser un hervidero de nuevo.

La frase es, digámoslo así, nominalmente cierta. Pero esconde paradójicamente una falsedad en su formulación. El truco está en esconder que en los años álgidos del proceso se contaron como independentistas nacionalistas tácticos que se habían subido al carro convencidos de que era una buena forma de sacudir el avispero del reparto del poder territorial y económico de España. Pero sabiendo de partida que lo de la independencia era una mascarada para conseguir objetivos menos pretenciosos.

Todos estos centenares de miles de votos de todo el espectro soberanista no han dejado de ser independentistas porque en el fondo no lo fueron nunca. Y por eso ahora ni están ni se les espera. Y de ahí nace el rompecabezas actual de ERC, el partido más castigado en el último ciclo electoral, y Junts. ¿Cómo hacemos para resultar creíbles tanto a unos como a otros? ¿Cómo atraemos a los independentistas de verdad y a los que ya no están interesados ni siquiera para disimular, en este proyecto inviable, pero sí son nacionalistas? ¿Cómo combinamos la variable identitaria con las políticas sectoriales en un marco de aceptación del marco autonómico para seguir atrayendo a los dos perfiles de votantes? Los congresos de Junts y ERC deberían sentar las bases para solventar ese rompecabezas imposible. La desorientación es tan notoria, que ni siquiera la fuerza que ambas formaciones tienen en el Congreso, o la necesidad de Pedro Sánchez de dar el visto bueno a abrir la puerta a la financiación “singular” de Cataluña para poder investir a Salvador Illa presidente de la Generalitat, les garantiza ni a unos ni a otros réditos suficientes de credibilidad.

Foto: David Madí con un ejemplar de su libro. (EFE/Toni Albir)

Así pues, mañana celebraremos una Diada que sin llegar a ser ordinaria, se le parecerá bastante. Para los nostálgicos del conflicto, de una y otra parte, un día complicado. Deberán rebuscar mucho y utilizar zums muy sofisticados para presentar imágenes que describan según qué narrativas. Eso sí, las pastelerías venderán muchos postres y si hace buen tiempo los restaurantes del litoral estarán a reventar. A Illa algunos le llamarán botifler y manifestantes independentistas insultarán al grito de traidores a sus representantes. Lo que vendría a ser casi, casi, una Diada de las de antes. De las que llegaban, como esta, sin que usted se enterase.

El PSC gobernando en solitario la Generalitat. En ERC hasta un total de cuatro listas descuartizándose entre sí para ver quién toma el control del partido en el congreso del mes de noviembre. Junts pendiente también de su cita congresual, a la espera de que Carles Puigdemont haga saber sus imperiales designios sobre el futuro de la formación.

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