Pesca de arrastre
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Illa rehabilita al Rey y Jordi Pujol
La entrevista entre el Rey y Salvador Illa representa ahora la reconciliación definitiva de la Generalitat con la institución monárquica
Tiempo de rehabilitaciones rápidas y de todo signo en Cataluña. Salvador Illa, embutido en el traje de president, se dedica intensamente a recomponer el mapa de relaciones institucionales de la Generalitat. La visita al Rey de esta semana ha sido en este sentido muy importante y ha cobrado un gran valor simbólico y político. Illa va a destajo. Hacía nueve años que el monarca no despachaba con el presidente de la Generalitat. La última vez fue con Artur Mas en 2015, cuando el entonces presidente afirmó ir en son de paz al encuentro para rebajar la tensión que entonces ya se había instalado en el ambiente y que no dejaría de crecer hasta que en 2017 se rompió la vajilla entera.
La entrevista entre el Rey y Salvador Illa representa ahora la reconciliación definitiva de la Generalitat con la institución monárquica. En política la puesta en escena es el mensaje. El despacho entre ambos, amigable y de larga duración -casi dos horas- simboliza el regreso definitivo de Cataluña al marco institucional en vigor. Debieran tenerlo en cuenta aquellas voces que desde el propio constitucionalismo insisten en la idea de que en Cataluña siguen gobernando los independentistas - ¡qué argumentario más chabacano! - mediante la persona interpuesta de Salvador Illa.
Junto a Felipe VI ha habido otra rehabilitación institucional plena en Cataluña esta semana: la del expresidente Jordi Pujol. Es cierto que desde hace un par de años la figura del expresidente venía siendo reivindicada desde diferente ámbito, no solo políticos. Pero con el recibimiento que le dispensó el martes Salvador Illa en el Palau de la Generalitat, la rehabilitación institucional de Jordi Pujol es ya absoluta. Un presidente socialista recibiendo al anciano Pujol en la que fuera su casa durante 23 años con todos los honores y describiéndolo como “una de las figuras más relevantes de la historia de Cataluña” es un antes y un después.
Es cierto que el encuentro forma parte de una serie de reuniones que Illa pretende mantener con todos los expresidentes de la Generalitat. Y que ayer mismo recibió con el mismo formato a Artur Mas. Pero también lo es que en el caso de no querer participar de una operación de rehabilitación institucional de Jordi Pujol, Illa hubiese podido ser más selectivo con sus encuentros. Quedan por agendar Quim Torra - ¡prisa ninguna! -, Carles Puigdemont -imposible, dadas las circunstancias- y, por motivos de salud, Pasqual Maragall. Con Pere Aragonès ya se reunió para el traspaso de poderes.
Es cierto que el encuentro forma parte de una serie de reuniones que Illa pretende mantener con todos los expresidentes de la Generalitat
El trabajo de normalización y continuidad institucional de la Generalitat tiene sus pilares ya construidos. Hacia fuera -Monarquía- y hacia dentro con los expresidentes de la Generalitat, pero en especial con Jordi Pujol y Artur Mas. El mensaje es claro: la institución no es de nadie y no puede patrimonializarse. Se acepta la discrepancia pero se siguen las reglas.
Más allá de la pura escenificación institucional, Illa envía mensajes políticos claros con estos encuentros. Desde el primer día intenta hacer creíble -y lo consigue- que su objetivo es ser el presidente de todos los catalanes aunque buena parte de ellos estén en desacuerdo con él. Illa se ancla con los dos pies en el centro del tablero, en el eje identitario, y apuesta con convicción (lo hizo ya así en la oposición) por dejar en el olvido la idea de la Cataluña organizada políticamente a través de bloques. Actuando de este modo deja sin argumentos tanto a quienes le niegan la condición de catalanista y también a aquellos que ridículamente lo acusan de independentista disfrazado de socialista.
Su principal mérito y acierto hasta la fecha, tiempo habrá de criticar sus políticas y errores, reside en la intuición de que la Generalitat necesitaba urgentemente resanar no solo su discurso, sino sobre todo sus formas.
Formas que pasan por una utilización mesurada de las palabras y por no aprovechar las propias convicciones y decisiones para agredir al discrepante. Difiere este modo de hacer del signo de los tiempos, en los que la polarización obliga a cargar las tintas a diario contra un enemigo. Y se aleja también del modo de hacer de Pedro Sánchez, que sí acepta y promueve el marco de la división como santo y seña de su modo de ejercer la presidencia del Gobierno.
Su principal mérito y acierto, tiempo habrá de criticar sus políticas y errores, reside en la intuición de que el Govern necesitaba resanar
Illa le está dando a Cataluña la medicina que esta necesitaba. Nada de esto tiene que ver con las políticas concretas y sectoriales que vayan a desarrollarse bajo su mandato. Pero lo que primero que era de menester, después de tantos años, era recuperar la aburrida y sanísima normalidad institucional.
Tiempo de rehabilitaciones rápidas y de todo signo en Cataluña. Salvador Illa, embutido en el traje de president, se dedica intensamente a recomponer el mapa de relaciones institucionales de la Generalitat. La visita al Rey de esta semana ha sido en este sentido muy importante y ha cobrado un gran valor simbólico y político. Illa va a destajo. Hacía nueve años que el monarca no despachaba con el presidente de la Generalitat. La última vez fue con Artur Mas en 2015, cuando el entonces presidente afirmó ir en son de paz al encuentro para rebajar la tensión que entonces ya se había instalado en el ambiente y que no dejaría de crecer hasta que en 2017 se rompió la vajilla entera.
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