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El progresismo es también querer salvar a tu hija
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Josep Martí Blanch

Pesca de arrastre

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El progresismo es también querer salvar a tu hija

Algunos todavía pensamos que está más cerca del progreso un padre que batalla por la vida de su hija que el que se queda de brazos cruzados ante una decisión irreversible que considera equivocada

Foto: Protesta organizada por la plataforma Derecho a vivir, bajo el lema "#StopEutanasia". (EFE/Archivo/Luca Piergiovanni)
Protesta organizada por la plataforma Derecho a vivir, bajo el lema "#StopEutanasia". (EFE/Archivo/Luca Piergiovanni)
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Quizás el lector recordará que a principios de agosto un juzgado de Barcelona suspendió in extremis la práctica de la eutanasia a una joven de 23 años tan solo veinticuatro horas antes de la hora en la que estaba prevista su ejecución.

Fue el padre, a través de la asociación de Abogados Cristianos, quien peleó esa suspensión. La jueza envió el asunto al Tribunal Superior de Justicia de Catalunya (TSJC) para que fuera este órgano el que se pronunciara sobre el fondo del asunto. Mientras tanto, la ejecución de la eutanasia quedó en suspenso. Más de un mes y medio después, el TSJC se ha declarado no competente y ha vuelto a pasar el balón al juzgado de origen. Será este quien, ahora sí, deberá entrar en el fondo del asunto y resolver la cuestión.

Una corriente de opinión, en nombre del supuesto progresismo, ridiculiza o ataca directamente la postura del padre. Bien porque su representación ante los juzgados la lleva la asociación de Abogados Cristianos, bien porque simplemente se considera que él no es nadie para interferir en la voluntad de su hija.

Sobre lo primero, estamos ante lo de siempre. Como si profesar una religión desde una óptica conservadora invalidase el derecho a luchar por lo que se cree justo. Habrá que aceptar con naturalidad que un padre, católico, musulmán, judío, hinduista o bombero torero, tenga todo el derecho a luchar por la vida de su hija, aunque esta haya decidido ponerle fin. Algunos todavía pensamos que está más cerca del progreso un padre que batalla por la vida de su hija que el que se queda de brazos cruzados ante una decisión irreversible que considera equivocada.

Sobre lo segundo, el interés legítimo o no del padre para interferir en el derecho de su hija a solicitar al estado ayuda para acabar con su vida, Francesc José María Sánchez, uno de los abogados más prestigiosos del sector sanitario y miembro de la comisión que en Cataluña autoriza o no las peticiones de eutanasia, ha escrito un artículo mostrándose totalmente en contra. Según él, una petición de eutanasia solo incumbe a los miembros de esta comisión y a la persona peticionaria, sin que medie la posibilidad de que un tercero -en este caso el padre- pueda justificar su intromisión en el asunto. Como argumento de autoridad añade además que en este caso el dictamen de la comisión fue unánime en sentido favorable.

Estamos ante una ley muy joven que trata sobre una cuestión en la que no hay vuelta atrás: la muerte. Quizás llegará el día en el que a base de sumar pronunciamientos de los juzgados, todos acabemos sabiendo a lo que atenernos sin necesidad de aclaraciones y fallos de los tribunales.

Foto: Protestas contra la eutanasia frente al Congreso de los Diputados. (EFE)

Pero parece muy aventurado afirmar que no hay casos vaporosos en los que, por mucha unanimidad que expresen los miembros de una comisión, nunca neutros moralmente, existen dudas más que razonables que hacen aconsejable la intervención de la Justicia en el caso de que alguien considere que tiene derecho a ello y ese derecho se le conceda.

Esta eutanasia en concreto, al margen de la dimensión humana, es de lo más interesante jurídicamente. Mujer de 23 años con problemas psiquiátricos y de movilidad (estos últimos derivados de un intento de suicidio) que justifican el dictamen favorable de la comisión. Pero al mismo tiempo, esos problemas psiquiátricos, son los que permiten al padre afirmar que su hija no está en condiciones de tomar decisiones tan relevantes como la de decidir que quiere poner fin a su vida.

Se dirá que si la comisión que vela por la seguridad y legalidad en la práctica de la eutanasia ha dado el visto bueno, nada debería añadirse. Pero no es menos cierto que en el campo médico se pretende muchas veces avalar con argumentos científicos que todavía admiten discusión, lo que no es más que una aproximación moral e ideológica a la realidad.

Foto: Protesta contra la ley de eutanasia frente al Congreso de los Diputados. (EFE/Luca Piergiovanni)

Hay médicos, juristas y enfermeras que no autorizarían esta eutanasia (sin necesitar para ello recurrir a motivos religiosos). Solo que no forman parte de esa comisión. Estamos, pues, ante un convencionalismo de apariencia científica, sea en el terreno de las ciencias médicas o jurídicas. Que ese convencionalismo sea más o menos mayoritario, como pasa también en el caso del aborto, no falsea que más que de ciencia estamos hablando de moral e ideología. Recubiertas, eso sí, de asentimiento científico de parte y de una patrimonialización particularísima de la idea de progreso. Pero insistimos, todavía hay quien piensa que el progreso está del lado de un padre que lucha hasta el final por la vida de su hija.

Con independencia de cómo vaya a acabar este asunto -¡y los que vengan!- lo que sí es exigible en estos casos es que la Justicia no apure los plazos de los que dispone. Esa mujer, ¡estamos hablando de vivir o morir!, no merece que su caso se eternice. Así que su resolución debería ser urgentísima. Tampoco lo merece su padre. Aunque en su caso, algunos piensen que no tiene derecho a nada por carca y creyente. Como si para gozar de derechos uno forzosamente debiera abrazar el credo eugenésico sin rechistar.

Quizás el lector recordará que a principios de agosto un juzgado de Barcelona suspendió in extremis la práctica de la eutanasia a una joven de 23 años tan solo veinticuatro horas antes de la hora en la que estaba prevista su ejecución.

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