El líder de Junts pone la bolsa de plástico en la cabeza de Pedro Sánchez. Pero con agujeros de sobra para que pueda respirar. No quiere tumbarlo, más bien una foto juntos y señales de respeto
El presidente de Junts, Carles Puigdemont. (Europa Press/Eric Lalmand)
Reapareció Carles Puigdemont para ponerle el dedo en el ojo a Pedro Sánchez. El presidente de Junts es un artista de las puestas en escena, compite en eso con Pedro Sánchez. Ambos saben qué nota hay que tocar cuando conviene acaparar la atención y monopolizar el foco que ilumina la escena.
¿Por qué exigirle ahora al presidente español que se someta a una cuestión de confianza? ¿Es creíble la amenaza de poner fin al apoyo de Junts al PSOE en el Congreso? ¿Puede acabar rompiéndose la cuerda de tanto estirarla?
De lo más importante a lo menos. Puigdemont no tiene intención alguna de hacer caer a Pedro Sánchez. No hay acercamiento al PP, y menos con Vox en la ecuación. Estamos pues ante un nuevo episodio de la serie “Apretar sin ahogar”. Ahora te asfixio, ahora te doy aire. Y ayer lo que tocaba era ponerle la bolsa de plástico a Pedro Sánchez en la cabeza, pero con agujeritos más que de sobras para que pueda respirar.
Puigdemont quería ayer el protagonismo del torero en la plaza y lo consiguió. Le chiflan las mociones de confianza. Siendo presidente de la Generalitat se presentó a una a iniciativa propia que ganó. Cuando quien presidía el autogobierno catalán era Pere Aragonès, Puigdemont trató de obligarlo a hacer lo propio. El republicano se resistió y Junts acabó abandonando el gobierno de la Generalitat. Con la exigencia a Sánchez, ya son tres las veces que Puigdemont saca para jugar el juguete de la moción de confianza. Le chifla.
Quería el líder de Junts tener el balón en los dos terrenos de juego en los que se desarrolla simultáneamente su partido: Cataluña y España. En su mercado local, Puigdemont aprovechó ayer para sacar ventaja a ERC como partido independentista que sabe apretarle las tuercas al socialismo, a diferencia de los republicanos que sólo practican, según él, el seguidismo.
En el mercado nacional monopolizó la conversación. Y aunque la Moncloa ya ha dicho que de moción de confianza nada de nada, los socialistas ya saben también que para evitarla van a tener que retratarse de nuevo en alguna cuestión que sea relevante y satisfactoria para los junteros.
Puede que Carles Puigdemont no haya calibrado del todo que la situación de Pedro Sánchez se está deteriorando
Hay tiempo para cambiarse de ropa varias veces todavía. La propuesta en el Congreso de Junts no se verá hasta febrero, semanas más que suficientes para ajustar la narrativa a aquello que deba suceder hasta entonces.
Ahora bien, sí es cierto que a pesar de ser un movimiento táctico, puede que Puigdemont no haya calibrado del todo que la situación de Pedro Sánchez se está deteriorando.
Los presupuestos siguen empantanados, la agenda de corrupción continúa en el centro de la conversación y cada iniciativa parlamentaria del Gobierno acaba siendo un calvario. Añadir ahora a todo ello el debate sobre una hipotética moción de confianza es sumar quizás demasiado peso muerto a las ya muy cargadas maletas de Pedro Sánchez.
Ayer, las fuentes de Junts insistían en hacer creíble la amenaza de Puigdemont y anticipaban una partida interesante entre el PSOE y ellos mismos a cuenta de esta iniciativa. En su cabeza dos escenarios. Se evita la moción de confianza con una nueva escenificación de mejora de las relaciones -por ejemplo la reunión Puigdemont-Sánchez que aún no se ha celebrado- o el presidente español acaba sometiéndose a ella y la gana, también previo teatrillo de la negociación.
El problema radica en que las cosas que exige Puigdemont para recuperar la confianza en Sánchez, o bien conducen a un callejón de difícil salida o no dependen únicamente del presidente español.
La aplicación de la amnistía está varada en el terreno judicial. El catalán como lengua oficial de la UE no es algo que responda a la voluntad del gobierno español en exclusiva. Por lo que respecta a la cesión a Cataluña de las competencias íntegras en inmigración, algo también teóricamente acordado, es un inviable jurídico.
Resistir no es lo mismo que estar fuerte
En lo referente a la nueva financiación autonómica, tal y como se vio en el congreso del PSOE en Sevilla, este es un tema con el que los socialistas pretenden entretenerse tanto tiempo como les sea posible. Hay que encontrar la fórmula que contente a todo el mundo, desde Emiliano García-Page a Oriol Junqueras y Carles Puigdemont, algo que se antoja ciertamente difícil. Así las cosas, una foto de una reunión entre Pedro Sánchez y Carles Puigdemont, con el primero cumplimentando al segundo en Bélgica, es mucho más fácil de organizar y probablemente serviría.
El movimiento de Junts, coherente con su estrategia de legislatura en Madrid, pone en evidencia de nuevo la debilidad del ejecutivo socialista. Resistir no es lo mismo que estar fuerte. Y los hechos indican debilidad. Es débil quien renuncia a elaborar sus primeros presupuestos, es débil quien no está en condiciones de garantizar la aprobación de las cuentas públicas para 2025, y es débil aquel a quien le indican el camino de la moción de confianza, aunque no sea para dispararle, sólo un año después de haber tomado posesión.
Reapareció Carles Puigdemont para ponerle el dedo en el ojo a Pedro Sánchez. El presidente de Junts es un artista de las puestas en escena, compite en eso con Pedro Sánchez. Ambos saben qué nota hay que tocar cuando conviene acaparar la atención y monopolizar el foco que ilumina la escena.