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El desahucio de un imán aflora la rabia inmigrante en Girona
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Josep Martí Blanch

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El desahucio de un imán aflora la rabia inmigrante en Girona

Los altercados en Salt anticipan graves problemas futuros si continuamos engrosando con población inmigrante las bolsas urbanas de precariedad

Foto: Disturbios y ataques a los 'mossos' tras el desalojo de un imán en Salt (Girona). (EFE/David Borrat)
Disturbios y ataques a los 'mossos' tras el desalojo de un imán en Salt (Girona). (EFE/David Borrat)
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El desahucio de un imán y su familia en Salt ha brindado esta semana la excusa para que un centenar largo de descerebrados protagonizasen durante dos noches seguidas incidentes vandálicos en este municipio limítrofe con la ciudad de Girona. Los vándalos quemaron contenedores, rompieron cámaras de videovigilancia, se ensañaron con el ayuntamiento y hasta se atrevieron con sus gamberradas frente a la comisaría de la policía autonómica. Aunque sólo hubo un agente herido, un sindicato de los Mossos d’Esquadra, USPAC, remitió un comunicado durísimo en el que calificaba Salt de “municipio perdido” y refería lo acontecido como un “preludio de lo que está por venir”

Más allá de la gravedad de los hechos, que comportaron la detención de seis individuos -tres de ellos menores ya puestos en libertad con cargos)-, el interés informativo y político del caso se ha visto acrecentado por tener lugar en un gueto de inmigración y protagonizado principalmente por jóvenes inmigrantes o hijos de inmigrantes.

Salt se ajusta a la definición de gueto. Con un crecimiento vertiginoso en dos décadas (de 22.000 habitantes en el año 2000 a 34.000 en 2024) la población inmigrante representa el 40% del total y el 80% de los recién nacidos son de padres extranjeros. Lejos de frenarse, estos porcentajes van a seguir al alza. Porque Salt es ahora atractivo para los recién llegados, pero ha dejado de serlo para los gerundenses, que prefieren evitarlo. De resultas, el proceso de guetización se acentuará.

El imán desahuciado, de setenta años, llevaba cuatro años sin pagar el alquiler. Según declaraciones del alcalde de la localidad, y sus ingresos tampoco le permitían acceder a la condición de vulnerabilidad que la ley actual contempla para evitar un lanzamiento. Tras dos noches de altercados, tras la mediación de los Mossos de Esquadra, el propio imán emitió una nota para desmarcarse de los altercados y pedir que no continuasen. Ayer se supo que el Ayuntamiento de Salt le ha facilitado de manera provisional una vivienda a pesar de no encajar en el perfil de familia vulnerable. Hasta aquí el resumen de la historia.

Foto: El miércoles se vivió la segunda noche de disturbios en Salt. (EFE/David Borrat)

La miga del caso está, sin obviar la gravedad de lo sucedido en las calles del municipio, en las reacciones políticas y el debate ciudadano que ha suscitado el caso y, más aún, en el hecho de que sea la primera vez que una razia callejera de estas característica es protagonizada en exclusiva por un grupo de inmigrantes al estilo de lo que, más agravado cuantitativa y cualitativamente, habíamos podido ver hasta la fecha en algunos barrios y ciudades francesas.

Las reacciones políticas, eso es lo que acaba sucediendo siempre con la inmigración, han sido capitalizadas por los extremos. Aliança Catalana y Vox han alimentado con las imágenes de Salt su teoría de la gran sustitución y la del inmigrante musulmán como un bárbaro incompatible con la cultura de occidente.

En cambio, desde la extrema izquierda, la CUP ha felicitado efusivamente a los inmigrantes que participaron en los destrozos al considerar, haciendo suyo el chascarrillo de un humorista, que tirar ladrillos a la policía y quemar contenedores es un elemento distintivo y cultural propio de Cataluña, hecho que demostraría la perfecta y acelerada integración de la comunidad inmigrante de Salt.

En el plano técnico, los Mossos de Esquadra se afanaron en establecer mediación con los numerosos imanes de la zona para evitar que la cosa fuera a más, lo que demuestra la capacidad de influencia que se reconoce a estos líderes religiosos para lo buen y también para lo malo (hace unos días se expulsó de España a dos imanes, uno en La Jonquera y otro en Figueres, ambos municipios en la provincia de Girona).

Salt ejemplifica muchas cosas y, a decir verdad, ninguna positiva. La primera es la existencia de guetos de inmigrantes que siguen engrosándose y que ya son mayormente bolsas de pobreza y precariedad. Esto dificulta la integración del llegado, ya que expulsa al ciudadano indígena, a la vez que actúa como efecto llamada de más personas extranjeras al barrio en cuestión. El final del camino es la conversión de estos lugares en círculos cerrados en los que sólo acaban viviendo ciudadanos venidos de fuera y en situación de precariedad. Hay otras muchas ciudades con unas situaciones similares a la de Salt, no solo en Cataluña.

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También nos dice lo acontecido esta semana que el raciocinio y la mesura son aspiraciones imposibles ante hechos como los de la noche del martes y el miércoles. Siempre van a ganar la partida de la notoriedad las posiciones más extremas, las que apelan al estómago del ciudadano con mayor desenvoltura y sin matiz alguno.

Relacionado con lo anterior, Salt también ha puesto de manifiesto la dificultad del resto de formaciones políticas para resultar creíbles en sus declaraciones a medida que el ciudadano medio radicaliza su posición. En España vamos por detrás de la mayoría de los países europeos a la hora de definirnos como antiinmigración, pero estamos acelerando. Sucesos como los de Salt de esta semana galvanizan la pulsión fóbica contra el colectivo inmigrante y hace que lo que hasta hace no mucho era un elemento latente, aflore a la superficie cada vez con mayor facilidad. Buenas noticias para Aliança Catalana y para Vox.

Como la ola inmigratoria es imposible de frenar en toda su magnitud y además el discurso gubernamental sigue siendo proinmigración con los argumentos utilitaristas de siempre (los necesitamos para que nos paguen las pensiones, cuiden de nuestros mayores, hagan los trabajos que aquí nadie quiere hacer y eviten nuestro declinar demográfico), Salt también nos informa del tipo de problemas con los que vamos a tener que lidiar en el futuro. Agravados, eso sí.

Foto: La inmigración alimenta el mercado laboral. (EFE/Nacho Gallego)

Porque las bolsas de precariedad van a seguir creciendo, continuarán inflándose y ampliándose los guetos, se cronificará la existencia de sociedades paralelas viviendo de espaldas y sin contacto las unas con las otras, etc.

De tal forma que, de un lado aumentará el resentimiento, y del otro el temor. No es nada nuevo. Ha sucedido en otros lugares antes que aquí. Salt sólo enseña la patita para contarnos que, tarde o temprano y de no cambiar mucho las cosas, lo que hemos visto en otros lugares por la televisión también va a sucedernos aquí. Bastará con que se endurezcan las condiciones de vida si la situación económica se debilita o que las administraciones se ajusten el cinturón, o ambas cosas a la vez.

Ya lo ven, no es un escenario muy optimista. Pero qué quieren que les diga, duele ver con claridad hacia dónde nos dirigimos y que a lo más que se alcance desde la moderación sea a la mera resignación. No son buenas noticias para nadie. Ni para los inmigrantes ni para quienes los acogemos.

El desahucio de un imán y su familia en Salt ha brindado esta semana la excusa para que un centenar largo de descerebrados protagonizasen durante dos noches seguidas incidentes vandálicos en este municipio limítrofe con la ciudad de Girona. Los vándalos quemaron contenedores, rompieron cámaras de videovigilancia, se ensañaron con el ayuntamiento y hasta se atrevieron con sus gamberradas frente a la comisaría de la policía autonómica. Aunque sólo hubo un agente herido, un sindicato de los Mossos d’Esquadra, USPAC, remitió un comunicado durísimo en el que calificaba Salt de “municipio perdido” y refería lo acontecido como un “preludio de lo que está por venir”

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