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Josep Martí Blanch

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Sánchez quiere mentirnos con el rearme europeo

El presidente le teme a la opinión pública y al Parlamento en la cuestión armamentística. De ahí que prefiera referirse a un "salto tecnológico"

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, llega a la cumbre del Consejo Europeo en Bruselas. (EFE/Olivier Matthys)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, llega a la cumbre del Consejo Europeo en Bruselas. (EFE/Olivier Matthys)
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A estas alturas no hay dudas. El presidente del Gobierno le tiene miedo a la agenda europea de rearme. Tanto que ayer nos dijo que el rearme no es rearme. Que en realidad deberíamos rebautizarlo de otro modo y hablar de un “salto tecnológico”, una construcción semántica dulzona y positiva que no remite a lo bélico. Como si la inversión de 800.000 millones que la UE quiere comprometer en defensa a través de los países miembros no fuera para armarnos hasta los dientes y contar con tecnología militar avanzada para resultar creíbles por nosotros mismos en el uso de la fuerza en el caso de que ello resulte algún día necesario.

Sánchez le teme a dos cosas: a su debilidad parlamentaria y a la opinión pública de una España en la que no existe la cultura de seguridad y de defensa. Y donde para más inri la amenaza del este es percibida como lejana y para muchos irreal. De ahí que el presidente lleve semanas desplegando en el mercado doméstico un argumentario que pretende darnos gato por liebre en la cuestión armamentística, escondiendo el objetivo principal del plan europeo y dando lustre a los beneficios secundarios para despistar.

Insistir desde la lógica keynesiana en el resurgir industrial que va a provocar la inversión mastodóntica en defensa puede tener sentido. Al igual que lo tiene remarcar que las inversiones en tecnología militar acabarán siendo de doble uso y se aprovecharán en el mundo civil. Siempre ha sido así.

Pero cuando lo que se pretende es que estas cuestiones de segundo orden sirvan para tapar la cuestión principal -el rearme europeo- se está faltando al respeto al ciudadano. A ver, presidente, ¿estamos a setas o estamos a Rolex?

Foto: La presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen. (EFE/Olivier Matthys)

Si de verdad el momento es crítico, estamos a las puertas de decisiones que han de cambiar nuestras vidas, nos jugamos el futuro de Europa en el mundo y demás retahíla de pronunciamientos graves que escuchamos día sí, día también, desde hace ya meses, no pretenda ahora llevarnos al huerto convirtiendo un plan de defensa y rearme en un “salto tecnológico”. Sus compatriotas somos idiotas, pero quizás no tanto.

Decíamos que Sánchez no le teme sólo al Congreso, sino también a la poca cultura de defensa del país que preside. Y es que de todo lo que se necesita para ser creíble en el uso de la fuerza, lo más difícil de adquirir es aquello que no se puede comprar: la creencia y el compromiso ciudadano con esa necesidad, no desde el punto de vista teórico, sino desde una posibilidad real y muy plausible. Ahí España anda no coja, cojísima. El presidente del Gobierno lo sabe y por eso anda a la caza de eufemismos y argumentos de segundo orden para evitar poner el acento en lo sustantivo que, en palabras de la propia Von der Leyen, es asegurar la paz preparándonos para la guerra.

Está además el Congreso, donde ayer quedó claro que al Gobierno no le alcanza para cumplir con los compromisos que va adquiriendo en Europa si opta por discutirlos y validarlos parlamentariamente. Que Sumar votara ayer a favor de una propuesta del BNG para que España salga de la OTAN y que no se destine ni un euro más al gasto en defensa ejemplifica ya definitivamente el grave riesgo político al que la agenda internacional aboca al ejecutivo. El deterioro notable de la coalición de gobierno y de la mayoría de investidura invitan a pensar en un 2025 de degradación severa, puesto que resultará imposible encajar las piezas necesarias para las decisiones que deberán tomarse.

Pero lo que no es admisible es que el miedo a la opinión pública por un lado, y la debilidad parlamentaria por el otro, pretendan solventarse a través del engaño o las medias verdades al ciudadano. Estirar el chicle del eufemismo para enmascarar la realidad es una manera elegante y sutil de engañar, pero es un engaño al fin y al cabo.

Atrévase el Gobierno, si de verdad cree lo que dice en los foros, encuentros y reuniones formales donde se trata la cuestión del rearme, a dirigirse a los españoles asumiendo que son mayores de edad y que no es de recibo endulzarles el jarabe que han de tomarse para ocupar el sitio que les corresponde en este nuevo mundo que nos anuncia.

Foto: Pedro Sánchez, en Bruselas. (EFE/Olivier Matthys)

Dé un paso adelante asumiendo la realidad parlamentaria que le acompaña y, lejos de esconderse del Congreso, negocie y asuma compromisos -puede que dolorosos para sus intereses particulares- para que las decisiones puedan aprobarse donde deben, el Congreso.

Y abóquese también a hacer pedagogía entre la población para que ese desconocimiento extremo de la cultura de defensa y seguridad que es mayoritario en España pueda revertirse algún día. Para ello, menos eufemismos y más verdad, presidente. Si es cierto como nos dice que el momento es crucial, no nos merecemos otra cosa.

A estas alturas no hay dudas. El presidente del Gobierno le tiene miedo a la agenda europea de rearme. Tanto que ayer nos dijo que el rearme no es rearme. Que en realidad deberíamos rebautizarlo de otro modo y hablar de un “salto tecnológico”, una construcción semántica dulzona y positiva que no remite a lo bélico. Como si la inversión de 800.000 millones que la UE quiere comprometer en defensa a través de los países miembros no fuera para armarnos hasta los dientes y contar con tecnología militar avanzada para resultar creíbles por nosotros mismos en el uso de la fuerza en el caso de que ello resulte algún día necesario.

Pedro Sánchez
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