Amenazas desde la periferia y desde la izquierda a Pedro Sánchez. Jordi Turull, la voz en España de Carles Puigdemont avisa que viene el lobo de nuevo y que Junts podría dejar de apoyar al PSOE a finales de mayo. Un recadito prevacacional para que el aparato monclovita saque provecho de la Semana Santa y reflexione sobre algo más que la resurrección de la carne. El argumento juntero para el aviso es el de siempre: que si no hay avances, que si el Gobierno no cumple, que si la confianza ha de renovarse con hechos y que si la abuela fuma.
Nada serio de momento. Solo la necesidad de Junts de seguir guiñando el ojo a su electorado menos comprensivo con su implicación en la política española. Pero lo cierto es que, avisos de esta índole al margen, en el día a día en el Congreso sus diputados se esfuerzan también por complacer a otro tipo de electorado -parte del cual conservan y parte del cual se desplazó a otras siglas- de corte igualmente nacionalista pero aterrizado ya desde hace años al dictado de la realidad: con las cosas del comer no se juega.
De ahí que Míriam Nogueras, la jefa de filas juntera en Madrid, juegue a desplazar la bandera española a un rincón para que la enseña no salga en el plano televisivo cuando hace declaraciones y, al mismo tiempo, rellene su libreta de anotaciones con ruegos y peticiones llegadas del mundo empresarial y asociativo con el ruego expreso de que las negocie para templar los excesos del Gobierno y los acentos excesivamente izquierdistas de algunos proyectos legislativos.
Otra manera de decirlo es que Junts amenaza al Gobierno al tiempo que nombra representantes suyos en los consejos de administración de empresas públicas o consigue que alguien de su confianza, Miquel Calçada, juegue un papel relevanteen el nuevo canal de televisión íntegramente en catalán que RTVE lanzará al mercado a partir de septiembre.
Sorber y soplar al mismo tiempo es imposible, pero soplar ahora y sorber un minuto después sí. Es lo que hace Junts y es lo que seguirá haciendo mientras Pedro Sánchez resista. Con Carles Puigdemont en España no sería diferente.
La cuerda, por supuesto, no es irrompible. Y tantas veces va al cántaro que a la fuente que al final, aunque sea sin querer, se puede romper. Pero esta advertencia pascual de Jordi Turull a Pedro Sánchez no ha sido para anunciar una última cena y una crucifixión a las puertas del verano.
Los junteros disfrutan de su momento y del foco que el Congreso les brinda con cada nuevo proyecto de ley o decreto ley que cruza la puerta del hemiciclo y que no puede ser aprobado sin su aquiescencia. ¿Alguien sabe cómo van las negociaciones para hacer realidad las 37,5 horas de Yolanda Díaz? Pregunten a Junts. Es solo un ejemplo de los muchos que están en camino y que hacen las delicias de los negociadores junteros. A estas cosas el gobierno, mal que mal, está acostumbrado. Aunque es cierto que en algún momento se ha visitado la habitación del pánico, ya sea por la negativa de los junteros en una votación o por el teatrillo organizado alrededor de la no moción de confianza.
Pero ha irrumpido un nuevo jugador en el tablero. Ya estaba, sólo que ha visto que poner las cosas más difíciles le sale a cuenta: Podemos. Con su estrategia opositora "al gobierno de derechas de Sánchez", algo que ya vimos antes de la cuestión armamentística con las negociaciones de las cesiones en inmigración a los junteros, los votos de los morados van a tener un precio similar a los de Puigdemont: ruido, concesiones y necesidad de escenificación.
Pero con un problema añadido. En muchas de las cuestiones que están por venir, cada concesión gubernamental a uno de estos dos actores resultará incompatible con la pretensión del otro. Cuanto más exija Podemos por la izquierda, más dificultades para Junts (aunque este partido haya aprobado recientemente una corriente interna de izquierdas que la mayoría de sus cuadros consideran un problema añadido para la credibilidad de su estrategia) y al revés.
Se avecina un escenario de gran dificultad en la actividad legislativa impulsada por el Gobierno y por el binomio PSOE-Sumar. ¿Más que hasta la fecha? Será que sí. Y no deja de ser normal. Con independencia de la fecha, lo cierto es que cada día que pasa es un día menos para las elecciones y eso exige una necesidad de mayor protagonismo a todos los actores en liza, sobre todo a los que las ven cerca. En este ambiente, la polarización entre Junts y Podemos se acentuará con Sánchez de por medio. Un bocadillo de presidente.
Amenazas desde la periferia y desde la izquierda a Pedro Sánchez. Jordi Turull, la voz en España de Carles Puigdemont avisa que viene el lobo de nuevo y que Junts podría dejar de apoyar al PSOE a finales de mayo. Un recadito prevacacional para que el aparato monclovita saque provecho de la Semana Santa y reflexione sobre algo más que la resurrección de la carne. El argumento juntero para el aviso es el de siempre: que si no hay avances, que si el Gobierno no cumple, que si la confianza ha de renovarse con hechos y que si la abuela fuma.