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Pesca de arrastre
Por
¡Muerte a Marlaska y viva la coalición de Gobierno!
Díaz necesita escapar de la agenda de defensa y manda al Consejo de Ministros la ley de las 37,5 horas sin garantía alguna de aprobación en el Congreso
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Guirigay gubernamental a cuenta de la agenda de seguridad y defensa. Platos rotos en el ejecutivo que paga en primera instancia Fernando Grande-Marlaska, humillado en público sin remilgo alguno por Pedro Sánchez. A un ministro no se le paga por pensar, sino por hacer lo que se le ordena. Ese más o menos ha sido el recordatorio.
La anulación del contrato ya adjudicado a una empresa israelí de suministro de munición a la Guardia Civil salva una pelota de set dentro la coalición de gobierno a cambio de perjudicar el interés general y el de la hacienda pública española. Y no solo eso. Si finalmente hay que indemnizar a la compañía adjudicataria, como se sugiere desde la Abogacía del Estado, los que gustan vestir camisetas con eslóganes y enseñar cartelitos a cámara cuando suben al atril del Congreso podrán imprimirse uno en el que se lea: "España envía dinero a Israel y deja además que se quede con las balas que matarán a los palestinos".
Más allá de esta demagógica -o no tanto- afirmación, la decisión de Sánchez demuestra hasta qué punto la nueva agenda centrada en la geopolítica y en su derivada armamentística ha abierto una vía de agua en el gobierno que va a ser extremadamente difícil de taponar. Es más, como esto no ha hecho más que empezar (comprometer el 2% del presupuesto en seguridad y defensa es sólo el principio) lo normal es que las cosas forzosamente acaben yendo a peor. A título de ejemplo anotemos que en nada deberá empezarse a trabajar el presupuesto de 2026 y que en esas cuentas es probable que la partida de defensa deba ser porcentualmente mayor. ¿O es que tampoco está previsto que lo haya en el próximo ejercicio?
Matar a un ministro en público, aunque se le deje conservar el cargo, no es un síntoma de fortaleza presidencial, sino una señal de naufragio del ejecutivo en una cuestión que, como el veto al armamento israelí, exigía trabajo normativo más allá de las declaraciones y proclamas.
Eso y velar por los intereses de la hacienda pública española. Porque rescindir contratos ya adjudicados cuesta dinero. Y lo vamos a pagar entre todos. Como también afrontaremos entre todos la pérdida reputacional que supone el incumplimiento contractual en el mundo de los negocios sin amparo legal que lo justifique y con el único objetivo de sofocar una crisis de la pareja PSOE-Sumar.
La colleja a Grande-Marlaska lo señala como único culpable y sirve como transfusión de sangre por la vía de urgencia a la coalición. Pero no cabe llevarse a engaño. Sin el anuncio unilateral previo de Pedro Sánchez del incremento del 33% del presupuesto para defensa en 2025, las balas israelís adjudicadas por el ministro del Interior no hubieran sido para tanto.
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La gravedad del asunto, llevada al paroxismo como todo lo que llega acompañado del nombre de Israel, encierra una paradoja: una vez rescindido el contrato de compra de munición unilateralmente, al conglomerado Sumar hasta puede parecerle menos grave el incremento del gasto en defensa por el que estaba soliviantado antes de ayer. Tienes un problema serio pero aparece -o haces aflorar- otro que consideras más grave todavía. Solucionas el segundo y el primero, automáticamente, ya no lo parece tanto. Ni a ti ni a tus votantes.
La necesidad de salir del marco mental armamentístico por parte de Sumar es acuciante. Ayer mismo, Yolanda Díaz anunció que llevará al Consejo de Ministros del próximo martes su propuesta de ley para que la jornada laboral se fije en 37,5 horas semanales. El enfado de su espacio político ha obligado al PSOE a dar permiso al acelerón de un proyecto que no está, ni de lejos, lo suficientemente maduro.
Las negociaciones con quienes deberán validarlo posteriormente en el Congreso están a años luz del acuerdo. Pero Díaz y Sumar quieren oxígeno. Así que se repetirá de nuevo el esquema que viene siendo habitual: el gobierno aprueba lo que le parece para ganar titulares y después, si hay que sufrir en el Congreso, se sufre. Tome nota la vicepresidenta, que ha encadenado su presente y futuro a esta iniciativa política, que se arriesga a una enmienda a la totalidad si el texto inicial no sufre severas modificaciones que lo desnaturalicen en aspectos clave.
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Pero la amenaza de abandonar el Gobierno, la reprimenda de Sánchez a Marlaska para desactivarla, la necesidad del presidente de enmascarar el aumento del gasto e inversión en seguridad y defensa con un argumentario para dummies crédulos, cuando la centralidad de la cuestión armamentística en la agenda política no ha hecho más que empezar, anticipa dificultades todavía más serias en el futuro. Podemos, además de convertir en Congreso en un fortín antimilitarista, arrastra a Sumar al acentuar sus contradicciones e introduce el virus de la autodestrucción en el gobierno.
Vistas así las cosas, Grande-Marlaska -¡muerte al ministro y viva la coalición de gobierno! - sólo pasaba por allí. Es él quien paga el pato político (el resto de los españoles en efectivo) para que el ejecutivo, del que Yolanda Díaz decía el martes que gozaba de una excelente salud, de por superado este episodio. Pero recuerden que en el rascar todo es empezar. Y la alergia a la murga de Podemos es de cuerpo entero.
Guirigay gubernamental a cuenta de la agenda de seguridad y defensa. Platos rotos en el ejecutivo que paga en primera instancia Fernando Grande-Marlaska, humillado en público sin remilgo alguno por Pedro Sánchez. A un ministro no se le paga por pensar, sino por hacer lo que se le ordena. Ese más o menos ha sido el recordatorio.