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Pesca de arrastre
Por
La estrategia sanchista tiene más agujeros que un gruyere
El PSOE pretende revivir tras la explosión del caso Cerdán el mito del fundacional del sanchismo: caída y resurrección
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Poco le ha durado a Pedro Sánchez el hipócrita ánimo de contrición. El dolor que no se siente es el que sana más rápidamente. Cumplido el trámite casi administrativo de petición de perdón a los españoles, tocaba ya cambiar el maquillaje del luto presidencial por las pinturas de guerra. La estrategia es tan simple como previsible. Se trata de clonar de nuevo la historia que funciona como mito fundacional del sanchismo: caída y resurrección. Sólo que en esta ocasión las trampas del guión que pretende representar el presidente son de lo más visibles. Y esto va a dificultar sobremanera que en esta ocasión el respetable engulla sin más la representación.
Citemos dos de las trampas más visibles de la comparecencia del líder socialista en rueda de prensa. Ocupa tanto espacio el caso Cerdán-Ábalos-Koldo, que parece que no haya existido previamente el escándalo Leire Díez. Pues, bien, cuando Pedro Sánchez explicaba ayer que su partido y su gobierno no participarán jamás en tramas subterráneas de señalamiento de periodistas, jueces o funcionarios, olvidaba el presidente que hace apenas 15 días descubríamos lo contrario cuando vimos en las pantallas a la señora Díez prometiendo dádivas judiciales a cambio de información comprometedora que posibilitara matar profesionalmente a personas que el gobierno de Sánchez considera amenazante para su proyecto.
La segunda trampa que traemos a colación compite con la primera en obscenidad. Nos dijo Sánchez ayer que su gobierno sólo enfrenta un caso de supuesta corrupción. También en este punto practicó la amnesia selectiva. Trata el líder socialista de mantener en pie la tesis que tan buenos resultados le venía proporcionando hasta que se tuvo conocimiento del informe de la UCO sobre Santos Cerdán. ¡Todo es mentira salvo aquello que no hay manera humana de disimular!, insistió Sánchez. Para el resto de los casos que siguen su curso en los juzgados, la estrategia que pretende Sánchez es la de siempre: todo es una conspiración política, mediática y judicial contra el presidente del gobierno. Pero ya no cola. O no con la misma facilidad que antes.
Con estos dos ejemplos basta para afirmar que la estrategia de Pedro Sánchez tiene más agujeros que un gruyere. Puede explicarse también en términos futbolísticos: el presidente se ha ido al ataque a la desesperada pero su defensa está completamente desguarnecida. Y en estas condiciones es más fácil que siga encajando que no que consiga remontar el partido.
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El líder del PSOE intentó ayer llevar a la práctica el consejo que más ha escuchado estos días: retomar la iniciativa. Pero tuvo que conformarse con sucedáneos de segundo orden -una comisión de investigación en el congreso, otra auditoría de las finanzas del partido y la promesa de que escuchará atentamente a sus socios si plantean medidas de lucha contra la corrupción- ante la imposibilidad de dar el paso que la gravedad de la situación exige: una moción de confianza.
Con Podemos afirmando que Sánchez ya no está legitimado para liderar un gobierno de progreso y negándose a reunirse con él para "blanquearlo", la moción de confianza pasaba a ser una opción demasiado peligrosa. Y más allá de Podemos, tampoco el resto de los socios de la investidura son partidarios de que Sánchez los obligue a retratarse tan explícitamente a su favor.
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Con más motivo cuando lo que se anticipa en el ambiente es miedo a nuevas revelaciones y escándalos que puedan agravar la inestabilidad del tablero político español y del gobierno en particular. Nadie, salvo quizás Podemos, quiere ver a Sánchez hundido del todo. Pero tampoco nadie quiere hundirse con él. A partir de ahora el termómetro va a estar permanentemente en la axila del electorado de cada formación política Los partidos amigos del presidente harán lo que más les convenga en función de lo que vaya sucediendo. De momento lo que les resulta más conveniente es mantener con vida al presidente del gobierno.
Los sucedáneos de regeneración le sirvieron a Sánchez de prólogo para llegar donde quería: la contraposición entre la corrupción socialista y la del PP. El resumen de esta parte de la intervención, la más bochornosa, puede resumirse de este modo: la corrupción en el PSOE es perdonable porqué viene acompañada de una acción de gobierno que ha salvado a España y al mundo entero. El ejercicio de engreimiento y superioridad moral que nos regaló el presidente en esta parte de su intervención fue difícilmente soportable para cualquier persona con un mínimo de capacidad crítica e independencia de criterio.
Pero el discurso tenía migas todavía más preocupantes. Como cuando Sánchez afirmó que sería una irresponsabilidad regalar el gobierno al PP y a VOX. Quizás sin ser consciente de ello, el presidente dio validez a la hipótesis de que ese es el ánimo entre el electorado a fecha de hoy. Pero más allá de contradecir a Tezanos, con esa frase el presidente certificaba ante el mundo entero su visión patrimonialista de las instituciones del estado. Habrá que recordarle al presidente que él no pude ni va a regalar nada, pues nada le pertenece.
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La respuesta sanchista está siendo pues de lo más previsible. Nada sorprende. Lo que era más fácil de acertar era el enroque del presidente. Pero casi igual de previsibles han resultado también el resto de los actores políticos que de un modo u otro participan de la fiesta.
Por ello mismo deja de tener sentido la pregunta sobre si Pedro Sánchez va a convocar elecciones de manera inmediata. La respuesta es en este punto también la sabemos: no. Sólo que tan cierto es que el presidente no se plantea el adelanto electoral, como que en la segunda mitad del año la situación política va a seguir degradándose hasta llegar definitivamente al punto de no retorno. Ese será el momento en el que seremos llamados a las urnas. Y será, se aceptan apuestas y soy buen pagador, en 2026. Presume demasiado Sánchez de dar por hecho que agotará la legislatura. Dime de lo que presumes y te diré lo que te falta.
Poco le ha durado a Pedro Sánchez el hipócrita ánimo de contrición. El dolor que no se siente es el que sana más rápidamente. Cumplido el trámite casi administrativo de petición de perdón a los españoles, tocaba ya cambiar el maquillaje del luto presidencial por las pinturas de guerra. La estrategia es tan simple como previsible. Se trata de clonar de nuevo la historia que funciona como mito fundacional del sanchismo: caída y resurrección. Sólo que en esta ocasión las trampas del guión que pretende representar el presidente son de lo más visibles. Y esto va a dificultar sobremanera que en esta ocasión el respetable engulla sin más la representación.