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Pesca de arrastre
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Rutte envía un recadito a Sánchez: ¡no te pases de listo!
El presidente nos vendió una moto el domingo que en veinticuatro horas dejó de funcionar. Pero para el gobierno sólo importa sobrevivir al día a día, así que la cortina de humo se mantendrá hasta pueda improvisarse otra
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Ni veinticuatro horas ha tardado el secretario general de la Alianza Atlántica, Mark Rutte, en desnudar a Pedro Sánchez. Tan necesitado de muletas está el presidente para tenerse en pie políticamente, que el domingo nos vendió en una comparecencia de prensa urgente un supuesto acuerdo que permitía a España irse de rositas a la hora de afrontar la nueva meta de gasto en defensa que la OTAN aprobará para sus socios en la cumbre que se inicia hoy en La Haya. Ya saben, un 3,5% del PIB de cada país miembro en gasto duro y un 1,5% de añadido en otras cuestiones que puedan anotarse, a modo de las cuentas del gran capitán, como de perfil defensivo sin serlo directamente.
Al César lo que es del César. Sánchez obtuvo con su posición negociadora dura una concesión diplomática, eso no puede negársele. Le regaló Mark Rutte, obligado a salvar la unanimidad que exigen los acuerdos de la Alianza Atlántica, la posibilidad de armar un discurso más conveniente y ajustado a las necesidades del presidente español fronteras adentro. Sánchez podía afirmar que había ganado tiempo, flexibilidad y autonomía para estudiar cómo cumpliría con ese compromiso que adquiriremos como miembros del club atlantista sin poner en riesgo otras políticas igual o más convenientes.
Pero no quiso quedarse ahí el presidente. Eso era poco para un hombre necesitado de cualquier salvavidas al que pueda agarrarse. Tanto es así que la reacción de Pedro Sánchez fue similar a la del náufrago que se está ahogando: agarrarse tan fuerte al socorrista que acaba hundiéndose también él.
Fue tanta su sobreactuación, llegando incluso a interactuar chulescamente con Alberto Núñez Feijóo en las redes sociales adjuntándole la carta de Mark Rutte que en realidad no decía lo que Pedro Sánchez quería leer, que resultaba inevitable que desde la secretaría general de la OTAN hubiese algún tipo de respuesta. Y así fue. Ayer Mark Rutte puso de nuevo las cosas en su sitio: España tendrá que gastar el 3,5%, como todos. No hay cláusulas de exclusión ni acuerdos paralelos en la OTAN, añadió el secretario general de la Alianza.
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Ser creativo en los discursos no es malo. Lo ha sido Rutte para contentar a Trump y buscar la unanimidad atlantista entre una amalgama de países con diferentes necesidades y prioridades. Eso es ese 5% desglosado en dos tramos, uno real y el otro a modo de artificio contable para que la píldora resulte digerible para todos, incluidos los más reacios a incrementar el gasto en defensa, con España a la cabeza.
En este sentido, le bastaba a Sánchez jugar en su discurso con la variable tiempo y el margen de autonomía español para acompasar el crecimiento del gasto en defensa al económico para evitar comprometer las políticas de bienestar. Pero el presidente necesitaba volver a ser héroe por un día después de tantos días obligado a fajarse en el terreno de juego de la villanía de sus colaboradores más cercanos. Y tatuarse en la piel la cifra del 2,1% debió parecerle la mejor manera de conseguirlo. Rutte ha torpedeado esa realidad construida sólo con humo sin despeinarse: España deberá gastar el 3,5%, esa es la estimación.
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En la Moncloa no se dan por aludidos. Valoran la acotación del secretario general de la OTAN como la simple opinión de un hombre equivocado. E insisten que España incrementará sus capacidades militares según lo acordado, pero que lo hará elevando el gasto sólo hasta ese máximo del 2,1%. Estrenar ropa sin pasar por la tienda. En realidad, y a pesar del anuncio de revisión que la OTAN realizará de este acuerdo en 2029, las cifras que maneja Sánchez son inviables. Ni siquiera con un regreso de los demócratas a la Casa tras el mandato de Trump hay vuelta atrás en el encarecimiento de las facturas por mantenernos al abrigo del paraguas de la defensa colectiva.
Otra cosa es que al presidente español le venga bien, ese es el cálculo, mantener en pie esta cortina de humo tanto tiempo como sea posible. Nada mejor para el Gobierno que un buen rapapolvo de Donald Trump, probablemente piensen en la Moncloa. A ver si mañana o pasado el presidente estadounidense se acuerda de nosotros y decide convertir a Pedro Sánchez en su esparrin particular europeo. ¡Que nos insulte Trump, por favor! Quizás así los españoles caigan del guindo y se den cuenta del pedazo de presidente que tienen.
No hay nada que Pedro Sánchez no sitúe en el puro y descarnado tacticismo. La verdad desnuda es imposible en política, pues son demasiados los que no quieren oírla y el gobernante que la práctica está condenado a morir en la primera curva. Pero una cosa es ornamentarla para hacerla más aceptable para el electorado y otra alterarla sustancialmente hasta convertirla en mentira. No hay manera de ir hacia ese marco de seguridad que el propio Pedro Sánchez ha pregonado como imprescindible desde que se inició la guerra en Ucrania con ese 2,1%. Lo sabe el presidente y lo sabe hasta el Tato. Pero el Gobierno no está en condiciones de gestionar ya nada que refiera al largo plazo, bastante tiene con sobrevivir en el largo plazo. Si lo de la OTAN a cuenta del dinero nos sirve para tener relato unos días, misión cumplida. A fin de cuentas, será ya otro Gobierno el que maneje esta cuestión cuando deba aterrizarse y concretarse de verdad.
Ni veinticuatro horas ha tardado el secretario general de la Alianza Atlántica, Mark Rutte, en desnudar a Pedro Sánchez. Tan necesitado de muletas está el presidente para tenerse en pie políticamente, que el domingo nos vendió en una comparecencia de prensa urgente un supuesto acuerdo que permitía a España irse de rositas a la hora de afrontar la nueva meta de gasto en defensa que la OTAN aprobará para sus socios en la cumbre que se inicia hoy en La Haya. Ya saben, un 3,5% del PIB de cada país miembro en gasto duro y un 1,5% de añadido en otras cuestiones que puedan anotarse, a modo de las cuentas del gran capitán, como de perfil defensivo sin serlo directamente.