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¡Hacienda soy yo y puedo hundirte o hacerte volar!
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Josep Martí Blanch

Pesca de arrastre

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¡Hacienda soy yo y puedo hundirte o hacerte volar!

La imputación de Montoro no la llorarán ni sus excompañeros de partido. Políticamente permite al PSOE jugar a empatar su corrupción presente con la pasada del PP

Foto: El exministro de Hacienda y Función Pública Cristóbal Ricardo Montoro. (Europa Press/Carlos Luján)
El exministro de Hacienda y Función Pública Cristóbal Ricardo Montoro. (Europa Press/Carlos Luján)
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"…que entendía el poder como una vía para premiar favores, beneficiar a afines y castigar a quien no tragara no hace falta que se esfuerce el juez en demostrarlo". La frase es un extracto del monólogo de ayer de Carlos Alsina en el matinal Más de Uno de Onda Cero. Y refiere, ¡cómo no!, al exministro de Hacienda por partida doble, Cristóbal Montoro; primero a las órdenes de José María Aznar y después de Mariano Rajoy.

Alsina explicó a sus oyentes el intento de extorsión que él mismo y los accionistas del grupo de comunicación para el que trabaja sufrieron en sus propias carnes hace 13 años por parte del exministro de hacienda. Montoro exigía a Alsina menos críticas a su desempeño ministerial en su programa de entonces, La Brújula. A cambio, él favorecería los intereses económicos de la empresa radiofónica en la que trabaja el periodista con decisiones políticas favorables a su negocio. Pero, en el caso de no acceder al requerimiento, haría lo contrario: perjudicarlos. Lo que toda la vida ha sido intentar comprar voluntades y, en el caso de no conseguirlo, chantajear.

El comentario de Alsina tenía miga. Remite directamente a un modo antidemocrático y corrupto, al menos moralmente, de ejercer el poder. Que ahora el juez de Tarragona haya imputado al exministro por los posibles delitos de cohecho, fraude contra la administración pública, prevaricación, tráfico de influencias, negociaciones prohibidas, corrupción en los negocios y falsedad documental, servirá para acreditar o no si Montoro es también un corrupto ante la ley.

Las sospechas de haber convertido la hacienda pública en un cortijo se proyectaban ya sobre el exministro popular cuando ejercía el cargo. Amenazaba veladamente, incluso a través de los micrófonos de los medios de comunicación, a tal punto llegaba su altanería. Medios de comunicación, tertulianos, independentistas, adversarios políticos o incluso compañeros de partido, nadie estaba a salvo. Montoro siempre encontraba el modo de recordar que era él quien estaba a los mandos de la más temible de las armas de un estado: la inspección fiscal y la interpretación por parte de ésta del grado de pulcritud de las liquidaciones tributarias de cada uno con la hacienda pública.

Foto: genova-se-desvincula-de-la-imputacion-de-montoro

Ahora sabemos que junto a la sospecha de perjudicar a terceros de manera discrecional y valiéndose de su posición, puede que también se sirviera del cargo para ganar dinero y hacerlo ganar a sus amigos a través del impulso de legislación a la carta en favor de terceros previo pago convenido a la consultora de la que fue fundador y máximo ejecutivo.

La imputación de dos cúpulas de Hacienda de una tacada no es un asunto nada menor. Es más bien una triangulación perfecta con Cristóbal Montoro en el vértice y sus dos equipos económicos, uno en minúscula en el ministerio, el otro en mayúscula en la consultora, trabajando conjuntamente para llenarse los bolsillos y hacer de España literalmente una república bananera. Quizás un poco más sofisticada, pero bananera. Si en los países con estados fallidos los policías te piden dinero para librarte de las multas, aquí eran el ministro y sus colaboradores quienes te hacían un traje a medida en función de lo que les dieses a ganar.

Foto: pp-montoro-enemigos

La imputación de Montoro no la llorará casi nadie. Más bien habrá celebraciones íntimas donde se susurrará que a todo ministro le llega su San Martín. También entre muchos de sus ya excompañeros de partido. No en vano estamos ante un hombre al que no desprecian únicamente sus adversarios políticos. Su estilo agresivamente altanero, prepotente y aleccionador le han valido enemistades de lo más transversales.

¿Consecuencias políticas de la imputación? Las hay. Permite alargar al PSOE la estrategia de intentar empatar sus casos de corrupción del presente con los del pasado del PP. Más allá de eso, la agenda de la corrupción cronificada en los dos grandes partidos españoles por acontecimientos pretéritos o actuales es combustible de muchos octanos para Vox. Reafirma la tesis de la ultraderecha de que, a fin de cuentas, PP y PSOE no son tan diferentes.

No tiene sentido vincular a Montoro con el equipo de Feijjóo. Ha hecho bien el PP en desprenderse rápidamente de él como militante. El primer partido de la oposición no tiene ya responsabilidades políticas que pagar. Las abonó cayendo por una moción de censura justificada precisamente por la corrupción del PP. Pero aun así no podrá evitar que se embrutezca la imagen de partido regenerador que inspiró su congreso extraordinario de hace tan sólo un par de semanas.

Cuestión diferente es pretender hacer creíble que la imputación de Montoro es para Feijóo lo mismo que la de Cerdán o Ábalos para Pedro Sánchez. La gravedad es la misma, puesto que en todos los casos se trata de apropiarse del botín de lo público en beneficio privado. Sólo que Feijóo nada tiene que ver con Cristóbal Montoro, mientras que Cerdán, y Ábalos fueron secretarios de organización del PSOE designados directísimamente por el propio Pedro Sánchez al tratarse de personas de su más estrecha confianza. En justa correspondencia, nada tendrá que ver el daño reputacional que la imputación de Montoro causará en el PP, con la que la del trinomio Cerdán-Ábalos-Koldo ya ha provocado en el PSOE.

"…que entendía el poder como una vía para premiar favores, beneficiar a afines y castigar a quien no tragara no hace falta que se esfuerce el juez en demostrarlo". La frase es un extracto del monólogo de ayer de Carlos Alsina en el matinal Más de Uno de Onda Cero. Y refiere, ¡cómo no!, al exministro de Hacienda por partida doble, Cristóbal Montoro; primero a las órdenes de José María Aznar y después de Mariano Rajoy.

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