¿Alimenta Salvador Illa a la ultraderecha independentista?
Al presidente de la Generalitat le conviene que Sílvia Orriols le coma la tostada a Junts y frene cualquier atisbo de recuperación de ERC para garantizarse la reelección
El presidente de la Generalitat, Salvador Illa. (EFE/Quique García)
Otro aburrido día en la oficina. Eso ha sido el segundo debate de política general en el Parlament de Catalunya de la era de Salvador Illa. No es una crítica. Que todo resulte previsible no es tarea fácil. Lo saben bien los entrenadores de fútbol que saben cómo leer y ganar partidos. Adormecer el balón en el centro del campo cuando conviene es una virtud de los campeones. Illa esto lo hace estupendamente.
Con la agenda identitaria bajo tierra, el líder del PSC ha monopolizado el debate de política general del Parlament con su propuesta de construir hasta 210.000 viviendas para paliar el problema más acuciante para los catalanes. Una apuesta sobre otra anterior que se había quedado en 50.000 viviendas. El debate ha servido pues para multiplicar por cuatro la cifra de salida. Pero pocos detalles sobre su concreción. Como a los promotores no les acaban de salir los números con la vivienda protegida, es difícil que tan ambiciosa promesa llegue a buen puerto. Pero los debates de política general no son para explicar cosas que vayan a pasar con certeza, sino para ganar la batalla de los titulares de la semana. Y en este sentido, Illa ha ganado.
Más allá de este titular sobre vivienda, muy poca cosa cabe añadir. Cariñitos del PSC a ERC y Comuns con la mirada puesta en el presupuesto. Unas cuentas que han de aprobarse sí o sí para que no empiece a sobrevolar el fantasma de las elecciones anticipadas en Catalunya. Y de momento no están ni mucho menos garantizadas, más bien lo contrario.
Junts, fiel a su estilo y al papel de oposición sin ambages, le buscó las cosquillas a Illa, al tiempo que amenazaba a Pedro Sánchez. Pero ni así se animó la cosa. El presidente de la Generalitat tiene una ventaja competitiva sobre el resto de los partidos que están sentados en el Parlament: es el único que de verdad cree que lo que hace es lo más conveniente y, además, resulta creíble haciéndolo. Así las cosas, podría despacharse un pleno diario y apenas se despeinaría para salir airoso. Victorias sin épica y con bostezos, pero victorias.
Illa sólo sale del tedio con Sílvia Orriols. Le gusta recrearse en el cuerpo a cuerpo con la líder de la ultraderechista Aliança Catalana. Podría perfectamente ignorarla, pues representa al partido más minoritario del hemiciclo con tan sólo dos diputados. Con estos números, lo normal sería aplicar la frasecilla por todos sabida que afirma que el mayor desprecio es no hacer aprecio. En cambio, sea en los plenos ordinarios o en los extraordinarios, Illa busca expresamente a Orriols para premiarla con su atención y con réplicas que se sabe van a generar titulares.
Esto puede obedecer a dos motivos. El primero, digámoslo así, respondería a una irreprimible y sincera necesidad de dejarle las cosas claras a la Juana de Arco catalana en temas como el racismo. Su formación humanista, su condición de creyente y su manera de entender la política, le impelerían a combatir la demagogia y el discurso antiinmigración de Orriols con vehemencia.
Pero puede que el motivo sea otro. Quizás la atención desmesurada de Salvador Illa a Sílvia Orriols tiene bases menos altruistas. Puesto que dándole protagonismo, la sitúa en el centro del tablero político a pesar de su todavía minúscula representación parlamentaria.
En esta versión más maliciosa, Illa trataría de tú a tú a Orriols para regalarle visibilidad y protagonismo ante el electorado soberanista. Con la intención final de que dañe los intereses electorales de Junts y ERC robándoles sufragios en las próximas elecciones.
Cuanto más pequeño Junts y cuanto más débil ERC, más garantías para el PSC y para Salvador Illa de seguir gobernando. ¿Entre estos dos cuál es el motivo real? Las casualidades en política no existen. Pero al igual que en los libros en los que el lector elige su propia aventura, decida usted mismo qué explicación le resulta más plausible.
Ahora bien, si la causa fuera el tacticismo, Illa estaría cometiendo un grave error. Pues siendo cierto que en una primera vuelta los partidos nacional populistas crecen alimentándose de los votos de sus vecinos ideológicos más próximos (en este caso principalmente Junts, pero también ERC), también lo es que superada la primera fase la derecha radical acaba comiendo en todos los platos.
Sea un motivo u otro, Illa debiera rectificar, pero es difícil que se corrija. Los incentivos para no hacerlo saltan a la vista. Un Junts carcomido por Aliança Catalana y una ERC estancada en los pobres resultados del último ciclo electoral, son un escenario futuro de ensueño para los socialistas.
Una renovación automática del contrato de presidente garantizada, con independencia de cuándo sean las elecciones. Y esa es una golosina a la que es difícil que un político se resista, puesto que todos están programados para mantenerse en el cargo tanto tiempo como puedan. Y durar siempre será más fácil con una Sílvia Orriols engordada por los mimos en forma de bofetadas que le presta Salvador Illa.
Otro aburrido día en la oficina. Eso ha sido el segundo debate de política general en el Parlament de Catalunya de la era de Salvador Illa. No es una crítica. Que todo resulte previsible no es tarea fácil. Lo saben bien los entrenadores de fútbol que saben cómo leer y ganar partidos. Adormecer el balón en el centro del campo cuando conviene es una virtud de los campeones. Illa esto lo hace estupendamente.