Pesca de arrastre
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La UME ya mata jabalíes en Cataluña
La filosofía Disney-Bambi ha hecho mucho daño al necesario control de la fauna salvaje mediante su eliminación. La superpoblación ha hecho más fácil la vuelta de la fiebre porcina africana 30 años después
La Unidad Militar de Emergencias (UME) ya está en Barcelona cazando jabalíes. Ni un nanosegundo tardó el Gobierno catalán en solicitar su auxilio tras la confirmación de que la peste porcina africana había regresado a España treinta años después y que había escogido Barcelona como lugar de aterrizaje.
La petición de ayuda a la UME se explica por varios motivos. Todos ellos de marcado significado político. En primer lugar, está la cobertura de riesgos del político. Va siendo costumbre de los gobiernos autonómicos, sin distinción de color, apelar a la presencia de la UME para garantizar que a la población le llega el mensaje de que su gobierno ha activado todos los recursos disponibles para hacer frente a la crisis. ¡Toda la carne en el asador!
En cuanto se solicita el concurso de una unidad operativa de las Fuerzas Armadas (por definición, siempre el último recurso), para la gestión operativa de una situación de emergencia, el gobernante autonómico queda liberado de las posibles acusaciones de no haber calibrado acertadamente la situación y de no haber hecho todo lo posible para disponer de todos los recursos disponibles sobre el terreno. Dicho de otro modo, el gobernante adquiere un seguro de cobertura ante hipotéticas acusaciones de indolencia o dejadez en la gestión de una crisis.
Cosa distinta es si esta constante apelación a la UME ante cualquier situación de crisis dice mucho o poco de la preparación de las CCAA para hacer frente a situaciones sobrevenidas por su cuenta y riesgo y con sus propios recursos.
En la misma línea, cabe también preguntarse si no corremos el riesgo de acabar banalizando el papel de la UME en la medida que políticamente son cada vez mayores los incentivos para reclamar su presencia por los motivos anteriormente expuestos. Esta duda razonable podría expresarse tal que así: ¿puede el interés político acabar convirtiendo lo que debiera ser el último recurso en el primero? Algo de esto se advierte que va convirtiéndose en costumbre en la España autonómica.
Si la motivación anterior para movilizar a la UME es la misma para todas las CCAA, en el caso que nos ocupa hay que sumar otra causa que guarda únicamente relación con Cataluña. Para el gobierno de Salvador Illa exigir el salvavidas de la UME de inmediato supone también la oportunidad de enviar un mensaje a la sociedad catalana y española de normalidad y reconciliación institucional que encaja a la perfección con el mantra socialista del posproceso.
En todo caso bienvenida la UME a la que deseamos la mejor de la suerte en la localización de jabalíes y su eliminación total dentro del perímetro de exclusión fijado por la Generalitat. Cuanto antes sean abatidos esos animales, menor será el riesgo de que el brote de peste porcina pueda rebasar los límites geográficos fijados por la Generalitat para introducirse en otras zonas boscosas o, en el peor de los casos, saltar de la cabaña silvestre a las granjas. Esto último, como bien sabe el lector, supondría un desastre económico de primer orden. Sin ir más lejos, ayer las juntas de precios de porcino de Mercolleida, la lonja de referencia en España, ya revisaron a la baja la cotización del cerdo. Una bajada cuantificada como la más importante registrada en lo que llevamos de siglo XXI.
Hay que matar a los jabalíes de la zona de exclusión lo más rápido posible. Lo que nos lleva a una cuestión de lo más trascendente que parece no importarle en realidad a nadie desde hace años. Esto es, el control de la fauna salvaje para impedir el desbordamiento de su población. En el caso de Cataluña la situación es dramática. Corzos, conejos, jabalíes y otras especies están alterando a su favor el atávico equilibrio que generaba la actividad cinegética. El animal salvaje se está haciendo amo y señor del entorno.
Menos cazadores, más dificultades administrativas para los que mantienen su afición e imposible relevo generacional en la afición a la caza. Coinciden prácticamente todas las asociaciones de cazadores de Cataluña en el diagnóstico: el interés va a la baja y no hay suficiente gente joven que quiera tomar el relevo. ¿Los motivos? Adopción de valores urbanos incluso en las zonas rurales, más dificultades burocráticas para la práctica de la caza y menos lugares en los que practicarla.
Añadiríamos, de nuestra parte, el efecto acumulativo de más de dos décadas de señalamiento del cazador como alguien portador de los valores contrarios al progreso que han representado, al menos hasta la fecha, los animalistas.
La humanización de los animales bajo el empuje de la filosofía Disney -con Bambi como principal exponente- han situado la caza como una actividad casi propia de gente bruta y salvaje, portadora de unos valores cavernarios alejados del progreso que, como todo el mundo sabe, pasa por tratar a la fauna como trataríamos a los humanos. Incluso mejor.
El resultado está a la vista: se caza menos de lo que se debiera y esa naturaleza idealizada, mayoritariamente por los que se han criado en el asfalto, resulta que no es tan perfecta como proyecta el buenismo animalista. La superpoblación y la no eliminación de ejemplares multiplica, tal como se ha visto ahora, las posibilidades de aparición de enfermedades. Sea la sarna de las cabras en la sierra madrileña, sea la reaparición de la peste porcina africana en Barcelona.
¿Alguien se imagina un anuncio institucional promocionando la afición a la caza entre los más jóvenes? ¿Durante estas fiestas en algún catálogo de juguetes aparecerá un rifle de caza como regalo ideal del día de Reyes? Ni por asomo.
La caza tiene malas cartas aun siendo innegable su aportación al interés general. Lo paradójico es que ahora en Cataluña se escuchan voces apuntando la necesidad de contar con cazadores profesionales en la administración para controlar las cabañas de animales salvajes.
O sea, que lo que venía haciendo tradicionalmente la sociedad por su cuenta y riesgo ahora deberían hacerlo trabajadores públicos convenientemente adiestrados. Nada que decir, claro, siempre que la administración y la política no hubieran hecho primero todo cuanto ha estado en su mano -empezando por el discurso hegemónico- para entorpecer y dificultar la práctica de la caza.
De momento nos conformamos con la UME. Las Fuerzas Armadas cazando jabalíes. Un mundo extraño. A veces, directamente de locos.
La Unidad Militar de Emergencias (UME) ya está en Barcelona cazando jabalíes. Ni un nanosegundo tardó el Gobierno catalán en solicitar su auxilio tras la confirmación de que la peste porcina africana había regresado a España treinta años después y que había escogido Barcelona como lugar de aterrizaje.