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Nemesio Fernández-Cuesta

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El cliente no tiene razón

Hemos entrado en una tienda con una idea clara de lo que queremos y los dependientes insisten en que salgamos a la calle y volvamos a entrar para comprar otra cosa distinta

Foto: Papeletas de los diferentes partidos al Congreso y al Senado dispuestas en un colegio electoral. (EFE)
Papeletas de los diferentes partidos al Congreso y al Senado dispuestas en un colegio electoral. (EFE)

Tras las pasadas elecciones, nos dijeron que se abría un tiempo nuevo. Un tiempo de negociaciones y pactos. Pero como no entendemos de política, los españoles de a pie estamos convencidos de que todo el ruido organizado por nuestros políticos desde entonces tiene por objeto primordial transmitirnos el siguiente mensaje: Queridos conciudadanos: no nos gusta el resultado de las elecciones del pasado 20 de diciembre. Así que, por favor, reflexionad y cambiad vuestro voto el próximo 26 de junio. Firmado: los partidos políticos”.

Es posible que Pedro Sánchez resulte investido hoy o que él, Mariano Rajoy u otro líder acceda a la Presidencia del Gobierno antes de que se cumpla el plazo para que la nueva convocatoria de elecciones sea ineludible, pero hasta el momento el mensaje anterior es la única conclusión clara del vaivén de declaraciones, vetos, peticiones, amenazas cruzadas y decisiones difícilmente comprensibles de las últimas semanas. Hemos entrado en una tienda con una idea clara de lo que queremos y todos los dependientes insisten en que volvamos a la calle, le demos una o dos vueltas al tema y volvamos a entrar para comprar otra cosa distinta. Esta es una de las sorpresas que nos ha deparado la vida política española desde las pasadas elecciones. Sorpresa al menos para los que seguimos la política con atención, pero nos perdemos en los regates cortos y segundas y terceras derivadas que al parecer manejan las élites dirigentes de nuestros partidos.

En el fondo, lo que ocurre es que no entendemos, porque si supiéramos de política, captaríamos la intensidad de los esfuerzos de nuestros partidos por proporcionar un Gobierno a España.

Los que seguimos la política nos perdemos en los regates cortos y segundas y terceras derivadas que al parecer manejan las élites dirigentes de los partidos

Notable sorpresa fue que Rajoy renunciara a la investidura. Cierto es que no contaba con los votos suficientes para ser elegido y que el debate iba a ser duro y difícil, con la corrupción contrapuesta a cualquier logro gubernamental. No obstante, la imaginada hoja de ruta de los aficionados a la política pasaba por aceptar el encargo del Rey, negociar y alcanzar un acuerdo con Ciudadanos e intentar el apoyo más o menos tácito de PNV y algún otro diputado de formaciones de menor representación. Con 163 o más diputados a favor, intentar un acuerdo de mínimos con el PSOE a partir de un documento escrito al que fuera difícil oponerse. Incluso con la negativa socialista, ir al Congreso a pronunciar un gran discurso reivindicativo de la ideología liberal conservadora, de los logros y trayectoria del partido más votado en las elecciones y del acuerdo alcanzado con los otros partidos. Salir al ruedo, pelear con arrojo y ocupar el disputado centro de la escena.

El previsible fracaso de la investidura debido a la negativa socialista tenía la ventaja de justificar sobradamente un no del PP a cualquier proyecto encabezado por el PSOE y obligaba a este partido a negociar con quien le disputa el espacio de izquierdas, y lo que es peor, a necesitar el apoyo cuando menos implícito de los independentistas catalanes, con el consiguiente conflicto interno en el partido socialista. En fin, diseño de aficionados, porque si supiéramos de política, habríamos entendido a la primera que era mucho mejor renunciar a la investidura.

Sorprendente también ha sido el radical veto socialista no solo a Rajoy o a la actual cúpula del PP, sino al PP en su conjunto. Los populares tienen mayoría absoluta en el Senado y controlan más de un tercio de los escaños del Congreso. La reforma constitucional, tan cara a la actual dirección socialista, no puede abordarse sin su apoyo. Ni en formato 'exprés' ni de ninguna otra forma . Si supiéramos de política, entenderíamos que pactar una reforma constitucional y vetar simultáneamente al partido imprescindible para llevarla a cabo es algo que no debe sorprender a nadie.

Si tenemos Gobierno sin ir a nuevas elecciones, será la prueba del nueve de que no sabemos nada de política

La rueda de prensa del 'vicepresidente' y los 'ministros' de Podemos también constituyó un capítulo para enmarcar en el libro de sorpresas. Sin acuerdo de gobierno, sin negociaciones entabladas, la escenificación de las ambiciones personales convertidas en condiciones para un acuerdo con el PSOE no puede ser considerada más que el primer paso para la ruptura. Si eres la última opción de alguien, obtendrás lo que deseas siempre que proporciones a la parte contraria una salida digna. Al menos en la vida real, porque si supiéramos de política, entenderíamos que la mejor manera de llegar a un acuerdo de gobierno es que el partido con menor representación parlamentaria le diga públicamente al otro que se queda con la Vicepresidencia, es decir, con la preparación de los consejos de ministros, con el Centro Nacional de Inteligencia, con la Secretaría de Estado de Comunicación y, además, con buena parte de los ministerios de mayor relevancia.

Sorpresa menor, pero sorpresa al fin y al cabo, es la prisa de Ciudadanos por firmar un acuerdo con el PSOE con la certeza de que este partido abriría a continuación negociaciones con las formaciones ubicadas a su izquierda, que pueden ser puramente cosméticas o desnaturalizar su pacto, si no ahora, en el periodo posterior al primer intento de investidura. Parece un riesgo calculado para intentar construir una imagen de partido abierto y de consenso con la que eventualmente concurrir a unas próximas elecciones, pero, como no entendemos mucho de política, se nos escapa el valor que aporta construir una minoría de 130 diputados frente a otra de 123 en un Congreso de 350 escaños.

En fin, que si tenemos Gobierno sin ir a nuevas elecciones, será la prueba del nueve de que no sabemos nada de política. La sagacidad de las decisiones de nuestros dirigentes va mucho más allá de nuestras entendederas. Claro que puestos a no saber, igual hasta cambiamos de voto en unas próximas elecciones.

Tras las pasadas elecciones, nos dijeron que se abría un tiempo nuevo. Un tiempo de negociaciones y pactos. Pero como no entendemos de política, los españoles de a pie estamos convencidos de que todo el ruido organizado por nuestros políticos desde entonces tiene por objeto primordial transmitirnos el siguiente mensaje: Queridos conciudadanos: no nos gusta el resultado de las elecciones del pasado 20 de diciembre. Así que, por favor, reflexionad y cambiad vuestro voto el próximo 26 de junio. Firmado: los partidos políticos”.

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