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¡Es la economía!

Si al desgaste se le suma el previsible deterioro de la situación económica, se incrementa el coste marginal de estar en el poder. En ese caso, deberían acortarse los plazos para la convocatoria electoral

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)

Desde 2016, los incrementos de la producción mundial de petróleo son inferiores a los aumentos del consumo, pese a que Estados Unidos bate, año a año, su récord de producción. Por eso el precio del petróleo sube.

Entramos en el último trimestre de 2018 con los 'stocks' mundiales de petróleo relativamente bajos. La capacidad ociosa de producción de la OPEP se sitúa en 1,5 millones de barriles diarios, mientras que la media de los últimos 10 años es de 2,3 millones. Este es un factor relevante: cuando el mercado está bien abastecido, la OPEP recorta producción para subir los precios y, en consecuencia, aumenta su capacidad ociosa. Una capacidad ociosa reducida con precios crecientes quiere decir que la OPEP, como señaló el ministro saudí después de la última reunión del cártel, se limita a seguir un mercado en el que la demanda creciente y los bajos 'stocks' empujan y empujarán los precios al alza… hasta que la economía mundial se ralentice.

La política monetaria expansiva del Banco Central Europeo toca a su fin. En sus últimas declaraciones, Draghi confirmó que el año que viene subirá los tipos de interés y que en diciembre finaliza el programa de compra de activos que ha servido para inyectar liquidez a la economía de la eurozona. En concreto, hasta finales de agosto, el BCE ha adquirido 253.502 millones de euros de deuda pública española, un 22% del total de nuestra deuda en circulación.

Foto: Luis de Guindos y Mario Draghi. (Efe)

A partir de enero, el BCE dejará de comprar, aunque mantiene el compromiso de reinvertir en deuda pública los importes recibidos cuando los países hagan frente al pago del principal e intereses de sus bonos. Si nuestra deuda pública no creciera, bastaría la reinversión por parte del BCE para afrontar sin especiales dificultades el final progresivo de la política monetaria expansiva. No parece que sea el caso. Nuestra deuda aumentó 28.767 millones entre junio del 17 y junio de este año, y la previsión no es optimista. El superávit de los ayuntamientos se ha reducido a la mitad, se ha relajado el objetivo de déficit de las comunidades autónomas y aun así la autoridad fiscal (AIReF) estima que ocho de ellas lo superarán. El déficit de la Seguridad Social crece de forma acelerada debido al mayor número de pensionistas y a pensiones cada vez más altas.

Desde 2014, hemos incrementado nuestra deuda en unos 100.000 millones, pero gracias a la reducción de los tipos de interés hemos mantenido el pago anual de intereses constante, en torno a 32.000 millones. Esta capacidad de incrementar deuda sin aumentar el pago de intereses es la que ahora vamos a perder.

Foto: La ministra de Economía y Empresa, Nadia Calviño

Keynes atribuía la volatilidad de la demanda de inversión a los 'animal spirits', es decir, a la suposición, no necesariamente racional, que los inversores tengan sobre el precio futuro de los activos en los que se disponen a invertir. Cabe añadir que cuando los inversores no se sienten capaces de aventurar una hipótesis o, simplemente, consideran que en el futuro estarán en mejores condiciones de formular un pronóstico, la solución más fácil es posponer cualquier decisión. Ante un Gobierno en minoría sin posibilidades de abordar reformas de cierta envergadura, con apoyos parlamentarios permanentemente condicionados y con anuncios fiscales altisonantes pendientes de concreción, lo mejor es esperar y ver.

El intento de secesión catalán es una tragedia económica para Cataluña y un problema grave para España. Cataluña representa en torno al 20% de la economía española, con variaciones leves según el parámetro de análisis seleccionado. En un Mercado Único europeo, pensar que la decisión de no invertir en Cataluña se convierte automáticamente en una decisión de invertir en el resto de España es de una ingenuidad aterradora.

Foto: Playa de la Barceloneta.

Desde 2014, los incrementos anuales de la productividad laboral son cercanos a cero y se sitúan con claridad por debajo de los incrementos experimentados por otras economías de la eurozona, lo que incide en la competitividad de nuestra economía. El déficit comercial en el primer semestre de 2018 se incrementó un 31,5%. El precio del crudo tiene una influencia cierta en el empeoramiento de la balanza comercial, pero el ritmo de crecimiento de las exportaciones es cada vez más bajo.

El turismo, nuestra principal industria, ha disfrutado de unos años dorados gracias a la reducción de la presión competitiva de nuestros rivales en el área mediterránea. Recuperada Grecia, con la oferta en el Adriático mostrando un crecimiento sostenido, una mejora de la situación política en Egipto y Turquía, la devaluación de la lira turca y el tradicional incremento de nuestros precios propio de las épocas de bonanza han hecho que la temporada de 2018 no haya alcanzado las cotas previstas. El incremento récord del desempleo el pasado 31 de agosto —se destruyeron más de 300.000 empleos— es la mejor prueba de que las expectativas empresariales no han sido satisfechas.

Foto: Varios turistas llevan sus maletas por la Plaza España de Barcelona. (EFE)

Nuestro crecimiento económico se sostiene gracias al consumo privado, de la mano de los incrementos de empleo y salariales y de una tasa de ahorro de las familias en mínimos. Esta baja tasa de ahorro indica que el crecimiento del consumo deberá tender a reducirse.

Las últimas previsiones publicadas, las de Funcas (Fundación de Cajas de Ahorro), reducen en dos décimas sus propias previsiones anteriores sobre el crecimiento del PIB para 2018 y 2019. Lo sitúan en un 2,6% y un 2,2%, cifras todavía aceptables. El problema es que estas revisiones sobre previsiones anteriores, sean al alza o a la baja, suelen ir por detrás de la realidad, que siempre se acelera en su deriva.

Foto: El gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, junto a la ministra de Economía, Nadia Calviño (Efe)

Nuestro presidente de Gobierno es doctor en Ciencias Económicas. No debería convocar elecciones mientras el ingreso marginal de un día en el poder, mostrándonos los beneficios que su Gobierno y su partido nos procuran, sea superior al coste marginal derivado del desgaste que toda acción de gobierno supone. Sin embargo, si al desgaste implícito se le suma el previsible deterioro de la situación económica, se incrementa el coste marginal de estar en el poder. En ese caso, deberían acortarse los plazos para la convocatoria electoral. Cabe suponer que un doctorado en Economía faculta para resolver el problema.

Desde 2016, los incrementos de la producción mundial de petróleo son inferiores a los aumentos del consumo, pese a que Estados Unidos bate, año a año, su récord de producción. Por eso el precio del petróleo sube.

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