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La campaña socialista

Siempre queda la esperanza de que la campaña sea solo eso. El problema es que el silencio catalán se transforme en un atronador desvarío y nos pasen al cobro la cuenta de un gasto público desbocado

Foto: El presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez (c), al terminar su intervención en la presentación de la campaña electoral de los socialistas. (EFE)
El presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez (c), al terminar su intervención en la presentación de la campaña electoral de los socialistas. (EFE)

Silencio absoluto sobre Cataluña y festival de gasto público son los dos pilares de la campaña electoral del PSOE. No hablar de una negociación mal planteada y peor llevada que contribuyó a la derrota en las elecciones andaluzas y, por otro lado, restringir el espacio de Podemos con una catarata de medidas sociales que concentren el voto de la izquierda en el socialismo. Si se adereza la mezcla con un punto de miedo a las tres derechas, el resultado será el deseado.

En este marco se produce la reflexión pública de Iceta, líder del partido socialista en Cataluña, en la que acepta la concesión de la independencia si, en un plazo temporal de 10 años, los votos favorables a la misma en un hipotético referéndum superaran el umbral del 65%. El mensaje al independentismo catalán es claro: el choque frontal con el Estado ha conducido al fracaso. Lo que el independentismo necesita ahora es una cierta distensión, conseguir que el Estado flexibilice el marco jurídico y seguir trabajando para conseguir la necesaria mayoría social. Traducción: en estas elecciones 'españolas', al independentismo le conviene el triunfo socialista. Lo importante es tener tiempo y mayoría para la flexibilización del marco jurídico. Pueden votar ahora o apoyar después.

Foto: El primer secretario del PSC, Miquel Iceta. (EFE) Opinión
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Es difícil creer que la iniciativa de Iceta fuera una extravagancia personal. El reparto de escaños en Cataluña en las últimas elecciones generales fue el siguiente: bloque independentista, 17 (ERC, nueve, y CDC, ocho), bloque pro referéndum o pro negociación, 19 (En Comú-Podem, 12, y PSC, siete), bloque constitucionalista, 11 (PP, seis, y Ciudadanos, cinco). En estas elecciones, Cataluña reparte 48 escaños, uno más. El hipotético crecimiento del PSC y por tanto del grupo parlamentario socialista solo puede venir de los defensores del referéndum o de independentistas aquejados de un ataque de utilitarismo. A ambos colectivos se dirigía la irresponsable reflexión de Iceta, criticada sin acritud y con mucha moderación por sus colegas del PSOE. Al final, la campaña socialista es silencio sobre Cataluña menos en Cataluña.

El problema de cualquier negociación con el independentismo catalán es que tenemos una Constitución hecha a la medida de un catalanismo que ya no existe. Como me señalaba de forma lapidaria un ilustre catalán al que pregunté por las posibilidades de que el independentismo atemperara sus posiciones: “El nacionalismo moderado ha muerto. Los muertos merecen entierro y respeto pero, sobre todo, hay que aceptar que no vuelven”.

El problema de cualquier negociación con el independentismo es que tenemos una Constitución a la medida de un catalanismo que ya no existe

Un 155 más o menos permanente no parece solución para encauzar el problema. La primera dificultad que plantea es su duración. ¿Hay que mantener la intervención de la autonomía catalana hasta que cambien de manera de pensar? Si en el caso precedente se esperó hasta la declaración de independencia, ¿con qué motivo se puede lanzar de nuevo una iniciativa semejante si, baladronadas e histrionismos de Torra aparte, el Gobierno catalán respeta el ordenamiento jurídico? Si algo cabe aprender del Brexit o de la propia intentona independentista catalana, es que cuando en política alguien decide adentrarse en caminos desconocidos, hay que tener diseñada no solo la entrada sino la salida, y bien estudiadas las alternativas disponibles en cada caso.

Cuando en política alguien decide adentrarse en lo desconocido, hay que tener diseñada no solo la entrada sino la salida, y estudiadas las alternativas

La otra posibilidad es no negociar: no mover un ápice la posición del Estado, que no es otra que la Constitución, el Estatuto de Autonomía y la aplicación de la ley en caso de que sea vulnerada. Primero, porque no hay margen para el referéndum de autodeterminación. Segundo, porque la cínica verdad de Andreotti —“El poder desgasta a quien no lo ejerce”— es implacable. Tercero, porque no hay nada peor que intentar apaciguar a quien ni quiere ni puede apaciguarse. En los primeros días de junio de 1961, un inexperto Kennedy se entrevistó en Viena con el líder soviético Kruschev. Kennedy se extendió hablando generalidades sobre la bondad de la economía de mercado. Kruschev sacó la conclusión de que era un joven inexperto susceptible de ser presionado. En agosto, comenzó la construcción del muro de Berlín. El año siguiente, las lanzaderas de misiles estaban listas en Cuba apuntando a Estados Unidos.

El otro gran pilar de la campaña socialista son los festivales de gasto público que tienen lugar todos los viernes. La primavera adelantada de la que hemos disfrutado ha hecho brotar la creatividad del Gobierno, que, semana tras semana, pone encima de la mesa nuevas ideas para comprometer un presupuesto de gasto ya bastante tensionado. Las 110 medidas que integran el programa electoral del PSOE no incorporan una sola cifra que no sea un porcentaje, pero el aire es inconfundible: el gasto en educación alcanzará el 5% del PIB, el de ayuda al desarrollo el 0,5% y el I+D+i, la media europea. Se aumentará la aportación del Estado a la Seguridad Social, al sistema de seguros agrarios, así como la inversión pública en infraestructuras. Se establecerá un ingreso mínimo vital para la infancia sin recursos y una renta básica de emancipación para alquiler de vivienda para los jóvenes. Las medidas tampoco olvidan la equiparación salarial de las Fuerzas de Seguridad del Estado, el incremento de los permisos de paternidad ni la financiación con cargo al presupuesto de la Real Academia de la Lengua.

Foto: Pedro Sánchez, en la presentación de la campaña del PSOE para las generales del 28-A, este 2 de abril en el WiZink Center de Madrid. (EFE)

Está bien lo de subir el gasto, como también se agradecen las bajadas de impuestos. El problema es el margen disponible para lo uno y para lo otro. El PSOE señala en su programa que el equilibrio presupuestario debe producirse a lo largo del ciclo, es decir, que ahora que crecemos deberíamos compensar los años de déficit propiciados por la crisis. Si somos la economía que más crece de la eurozona, deberíamos tender al superávit, o al menos al superávit primario. Sin embargo, todo apunta al déficit permanente, crezcamos o no. Lo acabaremos pagando, como sufrimos la gestión económica del Gobierno Zapatero en los primeros años de la crisis. La economía española necesita reducir el déficit y sobre todo la deuda. Necesitamos recuperar capacidad de maniobra para cuando entremos, como parece que así será, en una desaceleración económica que presione a la baja la recaudación fiscal.

Está bien lo de subir el gasto, como también se agradecen las bajadas de impuestos. El problema es el margen disponible para lo uno y para lo otro

Siempre queda la esperanza de que la campaña sea solo eso, la campaña. El problema es que el silencio catalán se transforme en un atronador desvarío y nos pasen al cobro la cuenta de un gasto público desbocado.

Silencio absoluto sobre Cataluña y festival de gasto público son los dos pilares de la campaña electoral del PSOE. No hablar de una negociación mal planteada y peor llevada que contribuyó a la derrota en las elecciones andaluzas y, por otro lado, restringir el espacio de Podemos con una catarata de medidas sociales que concentren el voto de la izquierda en el socialismo. Si se adereza la mezcla con un punto de miedo a las tres derechas, el resultado será el deseado.

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