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Nemesio Fernández-Cuesta

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El maná que quedará en el desierto

Transformar la economía española y dotarla de capacidad de recuperación en tiempos de pandemia requiere apostar por la industria, un sector que ha perdido peso en nuestro PIB

Foto: Transformar la economía española y dotarla de capacidad de recuperación en tiempos de pandemia requiere apostar por la industria. (EFE)
Transformar la economía española y dotarla de capacidad de recuperación en tiempos de pandemia requiere apostar por la industria. (EFE)

Pocos españoles ignoran que la Unión Europea va a darnos 70.000 millones de euros entre 2021 y 2023. El Gobierno se encarga de recordarlo cada cierto tiempo, incluso con los acordes de la Novena de Beethoven de fondo, como hizo el presidente del Gobierno hace una semana, cuando presentó el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia de la Economía Española. El término 'resiliencia' procede de la palabra latina 'resilio', cuyo significado es "saltar hacia arriba" o, si se prefiere, a los efectos que nos interesan, "rebotar". Transformar la economía española y dotarla de capacidad de recuperación en tiempos de pandemia requiere apostar por la industria, un sector que ha venido perdiendo peso en nuestro PIB. Las economías del mundo que menos sufren el impacto de la crisis actual son las que tienen un sector industrial más potente. Una economía en la que el turismo es el sector esencial tiene que transformarse para recuperar una senda de crecimiento estable. La 'nueva normalidad' en la que parece que vamos a vivir durante tiempo dista mucho de aquella que nos proporcionaba 80 millones de turistas al año.

Tiene un regusto anticuado apostar por la industria en una economía globalizada en la que el sector servicios tiene un liderazgo creciente. Sin embargo, la clave está en si la generalización de la tecnología 5G o de la impresión en 3D para producir cualquier tipo de objeto con cualquier material, por citar dos de los muchos cambios a los que la industria se enfrenta, puede alterar el esquema de ventajas competitivas en que se basa la actual estructura del comercio internacional. La otra pregunta es si, en una economía que necesita la neutralidad en carbono y que acepta los costes inherentes a la transición energética, vamos a seguir transigiendo con la pérdida de competitividad de nuestra industria en favor de países con una intensidad de emisiones de CO2 muy superior. También nos podemos preguntar si la propia transición energética no ofrece oportunidades de desarrollo de un sector industrial específico, como puede ser, pese a sus complicaciones y dificultades, la producción de hidrógeno.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la presentación del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia de la Economía Española. (EFE)

El problema es que la concreción de las 10 políticas tractoras del plan presentado por el Gobierno tiene poco que ver con una transformación profunda de nuestra economía. Su lectura deja un sabor inconfundible a los Presupuestos Generales del Estado aderezados con un punto de cursilería: 'Modernización y digitalización del ecosistema de nuestras empresas', 'Administración para el siglo XXI', 'Nueva economía de los cuidados y políticas de empleo', así hasta 10. Sus enunciados podrían ser sustituidos sin problema por la denominación del ministerio correspondiente.

El control de los fondos se efectuará desde Presidencia del Gobierno, pero la ejecución presupuestaria, a excepción de los recursos que se transfieran a las comunidades autónomas, corresponderá a los distintos ministerios. Todas las grandes consultoras de este país ofrecen a sus clientes, actuales y potenciales, el servicio de tramitación de estos proyectos, en muchos casos, de principio a fin. Es decir, ideamos un proyecto, justificamos su necesidad y su inclusión en las líneas de acción prioritarias, le ponemos unos números que avalen su racionalidad económica, lo presentamos en la ventanilla correspondiente y, si hay suerte, bien, y si no, pues seguimos como estamos. Este es uno de los problemas: el efecto multiplicador de los fondos es inversamente proporcional a su grado de dispersión, tanto en número como en finalidad. Muchas políticas y muchos proyectos, cada uno con su propio objetivo, rebajan el efecto transformador que el programa europeo persigue.

Otro riesgo es la inversión en proyectos de escasa capacidad tractora. El desarrollo de un programa de guarderías de cero a tres años encaja en los objetivos de la nueva economía de los cuidados. Un programa de renovación de las calderas de calefacción de carbón o gasóleo ayudará sin duda en los objetivos de reducción de emisiones, pero en ambos casos el efecto multiplicador sobre el conjunto de la economía es limitado.

El plan de reformas de la economía española debe ser mucho más ambicioso. Claro que necesitamos modernizar nuestra Administración o dedicar recursos a la denominada 'Agenda urbana y rural', pero el espíritu del plan europeo y las necesidades de nuestra economía van más allá. La pregunta es dónde y cómo se van a configurar las ventajas competitivas del futuro, y la única respuesta posible es apostar por dotar a nuestro sector industrial y a nuestra economía en general de acceso rápido a las mismas. El acceso a esa capacidad competitiva necesita, además, la transformación de la formación profesional y del proceso de inserción de nuevo personal en las empresas a través de contratos de aprendizaje. A mayor grado de tecnificación, mayor formación.

La pregunta es dónde y cómo se darán las ventajas competitivas futuras, y la única respuesta posible es dotar la economía de acceso rápido a las mismas

La fabricación en 3D supone añadir capas de material hasta conseguir el objeto deseado. La fabricación tradicional consiste en deformar un bloque de material hasta conseguir ese mismo objeto. Las implicaciones de una aproximación u otra a un mismo proceso productivo pueden suponer en términos de coste o de adecuación del producto a su finalidad diferencias más que notables. Ese es el tipo de reto al que nos enfrentamos y al que el plan de transformación debería dar respuesta.

En un mundo cada vez más complejo donde la realidad virtual, la inteligencia artificial, la robótica, la capacidad y velocidad de transmisión de imágenes y sonido, los nuevos materiales y procesos de fabricación transforman nuestra realidad cotidiana, todos los gobiernos necesitan de asesoramiento científico y empresarial. No estaría de más un consejo empresarial y científico de competitividad cuyas recomendaciones fueran atendidas por el Gobierno.

Por último, debemos hablar de las reformas que nuestra economía necesita, pero sobre todo deberíamos hablar de qué hacer para reducir el escándalo que en Europa está produciendo no solo nuestra incapacidad para manejar la pandemia sino la incapacidad de nuestros políticos para alcanzar un mínimo acuerdo en temas en los que cualquier persona sensata considera que el consenso y la coordinación son imprescindibles. El espectáculo que ofrece nuestra clase política es la mejor garantía de que malgastaremos el dinero que llegue.

Pocos españoles ignoran que la Unión Europea va a darnos 70.000 millones de euros entre 2021 y 2023. El Gobierno se encarga de recordarlo cada cierto tiempo, incluso con los acordes de la Novena de Beethoven de fondo, como hizo el presidente del Gobierno hace una semana, cuando presentó el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia de la Economía Española. El término 'resiliencia' procede de la palabra latina 'resilio', cuyo significado es "saltar hacia arriba" o, si se prefiere, a los efectos que nos interesan, "rebotar". Transformar la economía española y dotarla de capacidad de recuperación en tiempos de pandemia requiere apostar por la industria, un sector que ha venido perdiendo peso en nuestro PIB. Las economías del mundo que menos sufren el impacto de la crisis actual son las que tienen un sector industrial más potente. Una economía en la que el turismo es el sector esencial tiene que transformarse para recuperar una senda de crecimiento estable. La 'nueva normalidad' en la que parece que vamos a vivir durante tiempo dista mucho de aquella que nos proporcionaba 80 millones de turistas al año.

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