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La guerra se gana perforando

El mundo va a necesitar seis millones de barriles diarios más entre el año pasado y el que viene. Si no se producen, las subidas de precio serán inevitables

Foto: Refinería de Bharat Petroleum Corporation, en Mumbai. (Reuters/Punit Paranjpe)
Refinería de Bharat Petroleum Corporation, en Mumbai. (Reuters/Punit Paranjpe)
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A principios de año, las importaciones indias de petróleo ruso eran marginales. El pasado mes de junio, los suministros rusos alcanzaron el ritmo del millón de barriles diarios, gracias a importantes descuentos en los precios de venta. Ni una voz se ha alzado en Occidente ante esta adquisición masiva que permite a Rusia mantener, aunque moderadamente minorados, sus ingresos. En el tablero en el que ha de dirimirse el “riesgo sistémico” que China representa, según la OTAN, contar de alguna forma con India en nuestro lado es relevante. Tampoco puede olvidarse que el consumo indio de energía primaria ha crecido durante la última década a un ritmo del 4% acumulativo anual. En esos mismos 10 años, pandemia incluida, su consumo de petróleo se ha incrementado un 41%. Como recuerda la ministra india de Energía en una entrevista reciente, su primordial problema es abastecer, en las mejores condiciones posibles, una economía sedienta de energía. India, que supone el 5% del consumo mundial de petróleo, no es un caso aislado. Muchos países consideran la guerra en Ucrania un asunto lejano y europeo, un problema por el que no piensan asumir voluntariamente el más mínimo sacrificio.

Foto: Un llama de gas surge de una plataforma de producción de petróleo del campo de Soroush en Irán. (Reuters)

Entre 2021 y 2023, el consumo mundial de petróleo se incrementará en unos cuatro millones de barriles diarios. Pese a la capacidad rusa para sortear las sanciones, la entrada en funcionamiento del embargo europeo a principios del año que viene —más la ausencia de soporte tecnológico avanzado como consecuencia de las sancionesreducirá la producción rusa en unos dos millones de barriles. Estos son los parámetros básicos de la guerra económica que libramos contra Putin. El mundo va a necesitar seis millones de barriles diarios más entre el año pasado y el que viene. Si no se producen, las subidas de precio serán inevitables, el 'shock' de oferta en las economías occidentales se agravará y la inflación seguirá creciendo pese al esfuerzo de los bancos centrales. La apuesta de Putin es que la prolongación de la crisis y la debilidad intrínseca de los sistemas democráticos propiciarán la victoria rusa por desistimiento de los gobiernos occidentales.

Mientras tanto, los ingresos rusos por venta de petróleo crecerán: la pérdida de cantidad será suplida con creces por precios cada vez más altos. El sufrimiento de la economía rusa será tolerable y, si se alcanza el triunfo, habrá, sobre todo, merecido la pena. Nuestra opción es conseguir precios del petróleo más bajos que proporcionen alivio a nuestras economías y reduzcan la capacidad de resistencia rusa. Para ello, la oferta de petróleo tiene que empezar a superar a la demanda.

Foto: El presidente chino, Xi Jinping, y el presidente ruso, Vladímir Putin. (Reuters/Evgenia Novozhenina)

En la última reunión del G-7, las democracias más poderosas del mundo propusieron como posible solución obligar a Rusia a exportar a bajo precio. La idea es impedir el aseguramiento de los cargamentos de petróleo ruso, salvo que el precio de dichos cargamentos esté cercano a su coste de producción. Esta aparente genialidad, basada en el monopolio occidental de la industria del seguro y el reaseguro, no pasa de ser una ocurrencia llamada al fracaso, por la sencilla razón de que requiere la colaboración de Rusia, que debería seguir exportando aun cuando no ganara dinero. Ello sin contar con la posibilidad de que Rusia autoasegure sin más sus exportaciones. De momento, tiene capacidad para hacerlo.

Es difícil imaginar que al presidente Biden, que juró su cargo con la clara determinación de retomar la agenda climática abandonada por Trump, se le ocurriera pensar por un instante que uno de los objetivos prioritarios de su segundo año de mandato sería incrementar la producción mundial de combustibles fósiles. En unas semanas, Biden viaja a Arabia Saudí en busca de que este país, los Emiratos Árabes Unidos y otros aliados de la OPEP incrementen la producción entre este año y el que viene en unos cuatro millones de barriles diarios. En los tiempos que vienen, el alineamiento entre bloques tendrá mucho más valor que las credenciales democráticas. El viejo pacto de seguridad para las monarquías del Golfo a cambio de una producción de petróleo estable y suficiente deberá reverdecerse, pese a que Estados Unidos sea ahora un exportador neto de petróleo y gas.

"Es en su propia casa donde el presidente Biden debe encontrar la segunda parte de la solución"

Es en su propia casa donde el presidente Biden debe encontrar la segunda parte de la solución. Entre 2017 y 2018, con un incremento del precio del barril crudo de 15 dólares, la producción estadounidense se incrementó en 2,2 millones de barriles diarios. Entre 2020 y 2021, con una subida del precio medio del barril de casi 29 dólares, la producción apenas aumentó en 0,1 millones de barriles diarios. Parte de la tremenda diferencia puede achacarse a los efectos secundarios de la pandemia, como la interrupción de algunas cadenas de suministro o la ausencia de mano de obra especializada, pero no cabe duda de que la agenda climática demócrata y, sobre todo, el auge de los criterios 'verdes' a la hora de seleccionar inversiones han drenado recursos a la industria de exploración y producción de hidrocarburos.

Las empresas han priorizado la recompra de acciones, la retribución a los accionistas y el repago de la deuda frente al crecimiento de su actividad como forma de atraer financiación a un sector denostado o al menos preterido en las preferencias del mundo financiero. Los pronósticos para 2022 no son mucho mejores. El precio medio del crudo se espera que suba de 71 a 107 dólares por barril y que la producción aumente en 0,8 millones de barriles diarios. La previsión mejora de cara al año que viene, con un incremento previsto de la producción de más un millón de barriles diarios, con lo que llegaría a los 13 millones de barriles diarios, volumen ya alcanzado en 2019.

Foto: Un pozo de extracción en Texas. (Reuters/(Nick Oxford)
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Dos millones en tres años es un pobre bagaje comparado con lo que la industria americana fue capaz de conseguir entre 2017 y 2018. Con la progresión tecnológica acreditada por la industria petrolera norteamericana en el pasado y un entorno de precios relativamente altos —aunque inferiores a los actuales—, la producción de petróleo estadounidense podría alcanzar los 16 millones de barriles diarios. Estados Unidos debe sustituir a Rusia en su papel de gran exportador mundial de energía. Es la única posibilidad estratégica a medio plazo. La demanda mundial de petróleo se espera que empiece a reducirse en la próxima década. Hasta entonces, satisfacer la demanda va a requerir inversiones crecientes que habrá que promover y no desincentivar, porque, entre otras cosas, hay que ganar una guerra.

A principios de año, las importaciones indias de petróleo ruso eran marginales. El pasado mes de junio, los suministros rusos alcanzaron el ritmo del millón de barriles diarios, gracias a importantes descuentos en los precios de venta. Ni una voz se ha alzado en Occidente ante esta adquisición masiva que permite a Rusia mantener, aunque moderadamente minorados, sus ingresos. En el tablero en el que ha de dirimirse el “riesgo sistémico” que China representa, según la OTAN, contar de alguna forma con India en nuestro lado es relevante. Tampoco puede olvidarse que el consumo indio de energía primaria ha crecido durante la última década a un ritmo del 4% acumulativo anual. En esos mismos 10 años, pandemia incluida, su consumo de petróleo se ha incrementado un 41%. Como recuerda la ministra india de Energía en una entrevista reciente, su primordial problema es abastecer, en las mejores condiciones posibles, una economía sedienta de energía. India, que supone el 5% del consumo mundial de petróleo, no es un caso aislado. Muchos países consideran la guerra en Ucrania un asunto lejano y europeo, un problema por el que no piensan asumir voluntariamente el más mínimo sacrificio.

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