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Hacer lo que hace Alemania: lo contrario es gobernar en el metaverso
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Hacer lo que hace Alemania: lo contrario es gobernar en el metaverso

Solo un habitante de una realidad paralela puede aspirar a que el BCE, garante de la estabilidad del sistema bancario europeo, aplauda un impuesto especial y extraordinario a la banca

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Fernando Villar)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Fernando Villar)
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El Banco Central Europeo (BCE) tiene en su poder algo más del 30% del total de la deuda pública española en circulación, por un importe superior a los 400.000 millones de euros. Cuando los títulos de la deuda vencen, el BCE vuelve a invertir en deuda española los importes percibidos. Sin su apoyo, con una deuda pública cercana al 120% del PIB, sería imposible que España se financiara a los costes que lo viene haciendo: nuestra prima de riesgo respecto a Alemania o las economías más fuertes de la zona euro sería mucho más elevada.

Solo un habitante de una realidad paralela puede aspirar a que el BCE, garante de la estabilidad del sistema bancario europeo, aplauda un impuesto especial y extraordinario a la banca, en cuya ordenación legal se pretende establecer que este nuevo coste fiscal no es repercutible. Su oposición a la iniciativa española y a otras previas similares es, simplemente, institucional. Son iniciativas que contradicen los propios fines de la institución. Un habitante de una realidad paralela, en la que las instituciones se mangonean al servicio del poder, en la que basta con poner al mando a un acólito fiel para que las encuestas digan lo que conviene al mando, podría pensar que una institución como el BCE va a plegarse al oportunismo político de esgrimir exacciones a la banca como panacea para la crisis. Un habitante de esa realidad paralela podría pensar, además, que esa falta de fervor acomodaticio del BCE es debida a la intervención personal de un vicepresidente de la institución que fue ministro de Economía con Rajoy al que, por consiguiente, hay que atacar de manera inmisericorde. Sea como fuere, no es congruente con la realidad de nuestro endeudamiento público enfrentarte a quien sostiene tu capacidad crediticia.

Foto: Ana Botín (i), presidenta de Banco Santander, junto a la vicepresidenta del Gobierno, Nadia Calviño (d). (EFE/Mariscal)

Los fondos europeos constituyen una magnífica oportunidad para la economía española. 70.000 millones en subvenciones a fondo perdido y otros tantos en créditos en atractivas condiciones para transformar el tejido productivo español suponen una capacidad inversora, concentrada en un periodo de tiempo relativamente corto, de la que nunca hemos disfrutado en España. Aunque sea poco dinero en términos relativos, financiar con cargo a los fondos europeos una campaña antitabaco, como ha hecho el Ministerio de Sanidad, supone no haber entendido nada o vivir en una realidad diferente.

En los presupuestos de 2022 se incluyeron como ingresos 21.000 millones de euros procedentes de los fondos europeos. Acaba de anunciarse —en noviembre— que el Ministerio de Hacienda va a alquilar unas oficinas en el centro de Madrid para la gestión de los fondos. No hay información fidedigna sobre la ejecución y destino de los fondos porque el sistema informático elaborado para su control no funciona. Íbamos a contar con dos fábricas de baterías y ahora solo con una… si la negociación con Volkswagen fructifica, porque a la multinacional alemana no le salen los números. Ford ha renunciado a los fondos que le pudieran corresponder. El presidente del Gobierno anunció en abril una inversión de 11.000 millones en un Perte (Plan Estratégico de Recuperación y Transformación Económica) dedicado a la industria de microchips y semiconductores del que no hemos vuelto a oír hablar. Un último ejemplo: mientras RTVE nos anuncia que la naviera Maersk invertirá 10.000 millones en España para desarrollar biocombustibles, la nota de prensa de la empresa danesa se limitaba a señalar que habían firmado un protocolo de colaboración con el Gobierno español para explorar las posibilidades de producción a gran escala de biocombustibles para abastecer su flota. Entre el anuncio de un compromiso firme de inversión y “explorar las posibilidades” media la misma distancia que hay entre la realidad de la gestión de los fondos europeos y el mundo vaporoso de deseos, medias verdades, incapacidad y realidades virtuales en el que el Gobierno vive, y que quiere vendernos como una brillante y exitosa trayectoria.

Foto: Sánchez en el Congreso junto a Calviño y Ribera. (EFE/Fernando Alvarado)

A partir del próximo uno de enero y hasta el 30 de abril de 2024, 25.000 empresas alemanas van a ver limitado el precio que pagan por el 80% de su consumo de gas a 70 euros por MWh. A día de hoy, en el mercado español, el precio del gas para el año que viene cotiza ligeramente por encima de los 100 euros por MWh, pero no podemos olvidar que en 2022 se han superado los 200 euros por MWh y que puede volver a hacerlo. Volver a llenar los almacenes europeos a lo largo de la primavera y el verano del año que viene puede resultar una tarea ímproba.

La subvención al gas es una de las medidas adoptadas dentro del plan de 200.000 millones de euros lanzado por el Gobierno alemán para combatir la crisis energética. Es un plan diseñado para consumidores y empresas y afecta a consumos de electricidad y gas. Dado que el PIB alemán triplica el español, el peso de la industria en el PIB es claramente menor en nuestro caso, nuestra población es algo más de la mitad de la alemana, y la temperatura media en España es más alta, un plan semejante al alemán requeriría por nuestra parte un esfuerzo que cabría estimar entre 50 y 60.000 millones, pero un importe inferior, ajustando algunos parámetros, podría ser suficiente. Su financiación con cargo al incremento de recaudación fiscal ya producido y a los nuevos impuestos a la energía aprobados por Bruselas sería factible. Si viviéramos en un mundo real, la creación de este fondo, su importe, sus beneficiarios, su duración y su financiación deberían constituir el eje central del debate político. En la realidad paralela en la que vivimos, los presupuestos del año que vienen saldrán adelante gracias a una reforma del Código Penal y a las selecciones vascas de pelota y de surf, elementos todos ellos de gran relevancia para la competitividad de la economía española.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Javier Lizón)

Lo que precisamente está en juego es la competitividad de nuestra industria en Europa. Alemania, como en otras ocasiones, marca la dirección a seguir. Aunque en su estrategia energética no se haya distinguido por una gran clarividencia, la regla básica para manejarse por Europa no ha cambiado: hacer lo que hace Alemania cuando lo hace Alemania. Hacer lo contrario es transitar por una realidad paralela, por un metaverso propio que se desvanece cuando la terca realidad se impone. Nos suele pasar de tanto en tanto.

El Banco Central Europeo (BCE) tiene en su poder algo más del 30% del total de la deuda pública española en circulación, por un importe superior a los 400.000 millones de euros. Cuando los títulos de la deuda vencen, el BCE vuelve a invertir en deuda española los importes percibidos. Sin su apoyo, con una deuda pública cercana al 120% del PIB, sería imposible que España se financiara a los costes que lo viene haciendo: nuestra prima de riesgo respecto a Alemania o las economías más fuertes de la zona euro sería mucho más elevada.

Banco Central Europeo (BCE) Gas natural
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