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Por si acaso
Por
Vísperas de coalición
En sus 45 años de vida, la Constitución española, y con ella la democracia, ha sufrido tres intentos de subversión
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En sus 45 años de vida, la Constitución española, y con ella la democracia, ha sufrido tres intentos de subversión: el primero fue el golpe de Estado de Tejero, resuelto por las inconsistencias de los golpistas y la intervención del hoy denostado Rey emérito. El segundo, pertinaz y sangriento, fue el terrorismo de ETA, derrotado por la capacidad de resistencia de la sociedad española y por la acción de los cuerpos de seguridad del Estado. El tercero, el intento de secesión catalán, terminado con la democrática aplicación del artículo 155 de la Constitución.
La entrada en la OTAN decidida por el gobierno de Calvo Sotelo y la modernización de nuestras Fuerzas Armadas, en la que la gestión del gobierno socialista de Felipe González fue relevante, supusieron la solución al problema militarista español, cuyas raíces se remontaban al siglo XIX. Las ideas políticas subyacentes a los otros dos intentos subversivos están hoy representadas por partidos políticos que se sientan con normalidad en el Congreso y en el Senado. Bien está que sea así y que siga siendo así. Es prueba de la fortaleza de nuestra democracia y prueba de que, en nuestra democracia y en nuestra Constitución, todas las ideas son legítimas siempre que se defiendan dentro del marco que nuestras leyes determinan.
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Otra cosa es que se nos solicite el aplauso, no ya para el perdón de los condenados por el intento de secesión de Cataluña, sino para la desaparición de nuestro ordenamiento jurídico, según ha establecido el Tribunal Supremo, del delito por el que fueron condenados. Otra cosa es que se nos exija una amnesia rigurosa de los años de plomo a los que ETA sometió a la sociedad española. Son líneas difíciles de cruzar, sobre todo porque buena parte de la sociedad española está convencida de que son líneas trazadas con el único objetivo de mantener en el poder a la actual coalición de gobierno.
No es de extrañar el profundo rechazo con el que se ha recibido la incorporación en las listas electorales de Bildu de 44 condenados por terrorismo, siete de ellos con delitos de sangre a sus espaldas. Supongo que el tipificado delito de apología del terrorismo no encaja en este caso, pero se le parece mucho. ¿No es una alabanza al terrorismo considerar al terrorista digno de asumir la representación de sus conciudadanos, incluidos los familiares de los asesinados?
No es de extrañar el profundo rechazo con el que se ha recibido la incorporación en las listas de Bildu de condenados por terrorismo
Conviene recordar también que el protagonismo de Bildu en esta campaña no empezó con sus listas electorales. Hace apenas un mes, el gobierno decidió sacar adelante la ley de vivienda, empantanada desde hace meses por las discusiones internas de los socios de gobierno, separados por el grado de intervencionismo a aplicar en el mercado de la vivienda. La urgencia venía dictada por la proximidad de las elecciones y por las encuestas que mostraban un voto joven cada vez más distante del partido socialista. De entrada, el gobierno decidió regalar el billete de Interrail, ese viaje de 15 días por Europa que hacen los jóvenes de clase media para arriba al acabar el colegio.
Como la ocurrencia ferroviaria no parecía bien enfocada, se decidió apostar a fondo por una ley de vivienda que interviniera los precios del alquiler. Como la tramitación debía ser acelerada y el PNV no parecía estar por la labor de intervenir el mercado inmobiliario, hubo que pactar el contenido de la ley escorándola hacia las posiciones de Podemos. La última cesión socialista fue ceder el protagonismo de la presentación del acuerdo a Bildu y a ERC, las dos formaciones que iban a prestar su apoyo a la minoría gubernamental para propiciar la aprobación de la ley.
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El resultado fue que la limitación del coste de los alquileres, uno de los grandes reclamos del partido socialista en esta campaña, con el que abre algunas de sus cuñas publicitarias, fue presentada en sociedad por el partido que lleva convictos por terrorismo en sus listas. El argumento de la campaña para el centro derecha estaba servido. La izquierda critica al PP por resucitar a ETA doce años después de su desaparición. La realidad es que no es posible encontrar un solo partido político, sea cual sea su ubicación en el espectro político, que en campaña no utilice todos y cada uno de los argumentos de que dispone.
Más preocupante es que en una democracia dotada de un sistema de representación proporcional demonicemos las coaliciones, sea cual sea su signo. Una vez que los ciudadanos nos pronunciamos en las elecciones, la obligación de los partidos es conformar las mayorías de gobierno más amplias posibles. Es obligación de todos los partidos tratar de alcanzar mayorías absolutas, pero si los ciudadanos no se las otorgamos, tienen la obligación de pactar entre sí. Durante años hemos disfrutado de un bipartidismo imperfecto, que nos ha proporcionado las ventajas de un sistema mayoritario sin tener que sufrir la uniformidad que suponen estos sistemas.
Es obligación de los partidos tratar de alcanzar mayorías absolutas, pero si los ciudadanos no se las otorgamos, tienen que pactar
Ahora tenemos un espectro político más amplio, que obliga a pactos, por lo general, desde las opciones más centradas y mayoritarias hacia sus extremos. Si todas las opciones políticas son legítimas siempre que respeten el marco legal, todas las coaliciones también lo son. El problema es que las opciones centrales sepan resistirse al extremismo que les puedan tratar de imponer sus socios. Para ello, la solución de último recurso es que las opciones más centradas mantengan la capacidad de diálogo y negociación entre ellas. El dislate de la ley del solo sí es sí solamente ha podido arreglarse por un acuerdo entre PP y PSOE. El otro problema para los socios mayoritarios de las coaliciones es el riesgo, siempre presente, de que tus socios te dejen a los pies de los caballos. Véase la muestra de Bildu.
Una última reflexión. En economía se maneja el concepto del coste de oportunidad. Son los costes en los que se incurre por dejar de hacer. En términos empresariales, españoles serían la diferencia entre los rendimientos obtenidos por haber invertido en Latinoamérica y los rendimientos que se hubieran obtenido de haber invertido la misma cantidad de dinero en Estados Unidos. Por orden cronológico, los costes de oportunidad del PNV por haber dejado caer a Rajoy y otorgado así a Bildu su cuota de protagonismo están aún por aflorar. Los costes de oportunidad del PSOE por no haber pactado con Ciudadanos cuando ambos partidos sumaban mayoría en el Congreso están empezando a contabilizarse. Ciudadanos terminará el domingo de pagar su factura.
En sus 45 años de vida, la Constitución española, y con ella la democracia, ha sufrido tres intentos de subversión: el primero fue el golpe de Estado de Tejero, resuelto por las inconsistencias de los golpistas y la intervención del hoy denostado Rey emérito. El segundo, pertinaz y sangriento, fue el terrorismo de ETA, derrotado por la capacidad de resistencia de la sociedad española y por la acción de los cuerpos de seguridad del Estado. El tercero, el intento de secesión catalán, terminado con la democrática aplicación del artículo 155 de la Constitución.