Es noticia
La guerra en Gaza y la geopolítica del gas
  1. España
  2. Por si acaso
Nemesio Fernández-Cuesta

Por si acaso

Por

La guerra en Gaza y la geopolítica del gas

La guerra en Gaza no supone en principio cambios de importancia en el balance de oferta y demanda de gas en Europa, pero refuerza la percepción de riesgo

Foto: Fotografía: REUTERS / Melanie Burton
Fotografía: REUTERS / Melanie Burton
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

El inicio de las hostilidades en Gaza provocó el cierre de un campo de gas en la costa de Israel que suministraba a Egipto. Gracias a este suministro, Egipto había podido reanudar a pequeña escala sus exportaciones de GNL, cuya incidencia en el mercado europeo es mínima. Sin embargo, en ocho días, del 5 al 13 de octubre, el precio del gas en Europa ha pasado de 36,2 a 54 euros por MWh, una subida del 49%. Desde entonces, el precio ha tendido a estabilizarse ligeramente por encima de los 50 euros. La percepción de riesgo manda por encima de la realidad del mercado.

Estas variaciones son similares a las experimentadas en agosto, cuando se produjo la amenaza de huelga en las plantas de exportación de gas licuado en Australia, cuya contribución al suministro europeo es nula. Ambos ejemplos ponen de manifiesto la elevada volatilidad del mercado de gas en Europa, derivada de la sustitución del gas ruso por tubería, que aportaba cerca de un 40% del consumo europeo, por el suministro de gas natural licuado en barcos, mucho más sensible a la competencia internacional. Si el precio es más alto en Asia, hacia allá se encaminarán los cargamentos, con el consiguiente riesgo de una menor oferta en Europa. Riesgo de menor oferta que tiene una traducción inmediata en el nivel de precios.

Foto: Extracción en el yacimiento de Tamar. (EFE/EPA/Albatross Aerial Photography)

Dos factores adicionales inciden en el incremento de la volatilidad. El primero es el desarrollo de las renovables en la generación eléctrica. Las renovables tienden a sustituir la generación con gas, que pasa a tener un carácter subsidiario y, por tanto, más variable. Funciona cuando no hay viento o no hay sol. El resultado es una demanda de gas más variable y, lógicamente, mayor volatilidad en el mercado. El otro factor es la consolidación del mercado holandés y su precio, el TTF, como un auténtico mercado europeo. En 2022 el volumen comercializado fue varias veces superior al volumen total del mercado europeo. Es un mercado líquido que permite a operadores tradicionales cerrar su precio a plazo y reducir su riesgo. La contrapartida de la liquidez —muchas transacciones— es la volatilidad —variabilidad en los precios—.

En Europa, la sustitución del gas ruso por importaciones de Gas Natural Licuado ha supuesto, además del incremento de la volatilidad, la subida del nivel básico de precios, marcado ahora por el coste del GNL procedente de Estados Unidos, regasificado e inyectado en el sistema europeo. Este precio, en torno a 40 euros por MWh, es claramente superior al que disfrutábamos antes de la guerra de Ucrania. Un gas más caro y volátil es la realidad europea de hoy.

Foto: Estación compresora de gas. (EFE/Filip Singer)

La guerra en Gaza no supone en principio cambios de importancia en el balance de oferta y demanda de gas en Europa, pero refuerza la percepción de riesgo. Tres países concentran el 50% de las reservas de gas del mundo: Rusia, Irán y Qatar. Rusia está fuera de la ecuación tras su agresión a Ucrania y los cortes sucesivos de gas a sus clientes europeos. A costa de inmensas inversiones, podría redireccionar parte de sus exportaciones por tubería a China y, a través de nuevas instalaciones de licuefacción, ampliar su cuota en el mercado de GNL. Con sanciones vigentes y sin acceso a tecnología occidental no será un proceso fácil y llevará años.

Irán es el gran mantenedor de Hamás, cuyo ataque ha cercenado el acercamiento entre Arabia Saudita e Israel propiciado por Estados Unidos. Sin la anuencia, colaboración y posiblemente instrucciones de Irán la crisis que hoy vivimos no se hubiera producido. El ataque de Hamás supone también la apertura de un segundo frente para Estados Unidos, que deberá mantener simultáneamente su ayuda a Ucrania e Israel. Si se generaliza la convicción de que no es posible estabilizar mínimamente la situación en Oriente Medio sin frenar las actividades de Irán, no sería descartable a medio plazo una intervención quirúrgica sobre las fábricas de drones que abastecen a Rusia o sobre las instalaciones nucleares iraníes, lo que podría abrir la puerta a una crisis de mayores dimensiones. En todo caso, conviene recordar que Irán es el país que necesita más inversiones para movilizar las reservas de gas que atesora. En estos momentos carece de instalaciones de licuefacción de gas, lo que limita su potencial exportador al gas por tubería hacia Turkmenistán e incrementar desde ese país la exportación a China. Sería curioso observar como la teocracia iraní pasa por alto la persecución política de las autoridades chinas a la minoría uigur, de religión musulmana. En pocas palabras, Irán atesora grandes reservas de gas cuyo desarrollo y movilización para abastecer el mercado mundial no es fácil y, en estos tiempos, cada día un poco más complicada. Cualquier intento de normalización de las relaciones de los países occidentales con Irán es ahora impensable, lo que limita el acceso a los fondos y tecnología necesarios para hacer efectivo el valor de sus reservas.

Foto: Miles de partidarios propalestinos, durante una manifestación antiisraelí en Teherán. (EFE/Abedin Taherkenareh)

Entre 2025 y 2026 entrará en funcionamiento la ampliación de la capacidad de licuefacción de gas de Qatar, que ya ha suscrito contratos a largo plazo para suministrar a China, Bangladés y a Europa, a partir de esa capacidad adicional. Si pasamos por alto el hecho de que las mayores reservas qataríes proceden de un gigantesco campo de gas que comparten con Irán, son las reservas de Qatar, junto con las de Estados Unidos —cuarto país del mundo en reservas de gas— y Australia —decimocuarto, pero con una desarrollada industria de licuefacción— las que deberán abastecer el mercado mundial en los próximos años. Qatar, capaz de mantener delicados equilibrios en Gaza, seguirá dividiendo de forma equilibrada sus ventas, como hemos visto, entre Europa y Asia. Australia tiene su mercado en Asia donde Japón, Corea y China absorberán su producción. A Europa nos queda Estados Unidos y su, en principio creciente, capacidad de producción de gas licuado.

El factor determinante de la geopolítica del gas, al margen de afinidades y bloques ideológicos, será la abundancia o escasez relativa de gas. El problema es que el volumen mundial de inversiones en toda la cadena de valor del gas natural está disminuyendo. Un reciente estudio de la International Gas Union habla de posibles déficits de gas y de GNL a partir de 2030. El ajuste fino entre una demanda que debería decrecer, como consecuencia de la sustitución del gas por electricidad en la generación de calor y por renovables en la generación eléctrica, y una oferta que requiere grandes inversiones con largos períodos de maduración, no es fácil y nos dará disgustos, traducidos, en un mercado volátil, en precios elevados, aunque no sea ni hoy ni mañana.

El inicio de las hostilidades en Gaza provocó el cierre de un campo de gas en la costa de Israel que suministraba a Egipto. Gracias a este suministro, Egipto había podido reanudar a pequeña escala sus exportaciones de GNL, cuya incidencia en el mercado europeo es mínima. Sin embargo, en ocho días, del 5 al 13 de octubre, el precio del gas en Europa ha pasado de 36,2 a 54 euros por MWh, una subida del 49%. Desde entonces, el precio ha tendido a estabilizarse ligeramente por encima de los 50 euros. La percepción de riesgo manda por encima de la realidad del mercado.

Gaza Gas natural Conflicto árabe-israelí
El redactor recomienda