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Por si acaso
Por
Energía abundante, estable y a precios competitivos
Cualquier sistema eléctrico necesitará un suministro firme y flexible, que garantice la requerida igualdad entre oferta y demanda en todo momento y condición
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El pasado día 12, en las páginas de este periódico, tres economistas españoles, profesores todos ellos en renombradas universidades extranjeras, publicaron Un manifiesto por el crecimiento, de más que recomendable lectura. En su texto, además de desgranar los retos y desafíos a los que se enfrenta la economía española, Jesús Fernández-Villaverde, Luis Garicano y Tano Santos señalan que España cuenta con "una ventaja competitiva extraordinaria en el ámbito energético", que permitiría convertir a nuestro país en un "centro tecnológico natural para Europa, atrayendo centros de datos, instalaciones de computación de alta potencia y empresas intensivas en consumo energético".
Es cierto que contamos con un recurso eólico notable, una irradiación solar superior a la media europea y disponibilidad de espacios para la instalación de plantas de generación eléctrica renovable, que hoy constituyen la forma más barata de producir electricidad. No obstante, contar con unas condiciones de partida favorables no garantiza que seamos capaces de materializar nuestra potencial ventaja competitiva. Necesitamos cumplir requisitos adicionales: el primero de ellos es seguir invirtiendo en producción renovable. En este ámbito, la primera dificultad es un proceso administrativo largo, -puede durar años-, tedioso y lleno de obstáculos, donde se produce la paradoja de que el mayor obstáculo para producir electricidad sin generar emisiones de CO2 es el informe medioambiental.
Sobre este proceso administrativo se superpone la creatividad política autonómica. La Cataluña gobernada por partidos independentistas ha sido reacia a otorgar permisos y, de hecho, es la comunidad con la menor participación de renovables en su producción eléctrica. Aragón grava con un impuesto la electricidad renovable y en Galicia, el número de molinos es el motivo de discordia entre el Bloque Nacionalista y el PP. La solución propuesta por el Gobierno gallego es cerrar los parques que cumplan 25 años salvo que se repotencien – poner menos molinos, cada uno de mayor de potencia unitaria- e intervenir el mercado: la electricidad producida deberá ser vendida a empresas gallegas a un precio aprobado por el gobierno gallego. Alguien debería recordar a determinadas autoridades autonómicas que el sistema eléctrico español es un sistema único e integrado, que cualquier impuesto encarece la electricidad que pagamos todos -cosa que también debería recordar el gobierno español- y que, si no hay viento, las empresas gallegas y cualesquiera otras consumirán la electricidad producida en cualquier otra parte de España.
Una segunda necesidad es invertir en almacenamiento. La generación renovable es por naturaleza intermitente. Es necesario el despliegue de baterías que, por ejemplo, permitan consumir electricidad producida por paneles fotovoltaicos en horas nocturnas. La tecnología disponible hoy no permite que este hipotético vertido nocturno se prolongue por más de cuatro horas. En España podemos desarrollar el bombeo hidráulico, haciendo reversible buena parte de nuestra producción hidroeléctrica y, de esta manera, usar la electricidad barata para subir agua a la parte superior de los embalses y producir de nuevo electricidad en horas de precios más altos.
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La tercera condición es no cerrar nuestras centrales nucleares. Son una fuente de electricidad permanente, sin emisiones y barata, perfecto complemento para la intermitencia de las renovables. El coste de la electricidad de nuestras centrales nucleares actuales, con un aligeramiento de la carga fiscal específica que tienen, puede estar en torno a 50 euros por megavatio hora. El coste de las renovables puede oscilar entre 30 y 35 euros por megavatio hora. Por su parte, con los precios actuales del gas, el megavatio hora producido con este combustible se sitúa por encima de los 100 euros. Entre 2027 y 2035, plazo previsto para el cierre de nuestras nucleares, sin tiempo para desarrollar una estructura de almacenamiento suficiente, la producción con gas es la única alternativa para sustituir la electricidad nuclear. Además de producir más emisiones, duplicaríamos el coste de la electricidad. De todas formas, cualquier sistema eléctrico necesitará un suministro firme y flexible, que garantice la requerida igualdad entre oferta y demanda en todo momento y condición. Este suministro firme y flexible requerirá una producción con gas, que deberá ser la mínima posible, y que, para evitar emisiones, puede ir acompañada de captura de CO2 o, si fuera posible, que el combustible fuera biometano.
Si se quiere aprovechar la ventaja competitiva derivada de precios baratos de la electricidad, es necesario electrificar nuestra economía y, en consecuencia, incrementar la demanda eléctrica. La consecuencia inmediata es la necesidad de invertir en líneas de transporte y distribución de electricidad. Hoy, este tipo de inversiones tiene un tope máximo establecido por ley y está sometido a un riguroso sistema de planificación estatal. Si hoy una empresa que se dedique a la construcción de centros de proceso de datos acude a una empresa distribuidora de electricidad pidiéndole el correspondiente suministro, la respuesta que obtendría, aunque parezca increíble, es que le darán respuesta en 2027, sin que en este momento puedan adelantarle el sentido de esta. Es necesario liberalizar el sistema, que las empresas puedan garantizar el suministro a sus potenciales clientes y que, en paralelo, asuman el riesgo de acometer inversiones cuya retribución dependa del volumen de electricidad efectivamente distribuida, al margen del coste en el que efectivamente se haya incurrido.
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El cumplimiento de estas condiciones es imprescindible para que España pueda aprovechar la ventaja competitiva que el sol, el viento y la disponibilidad de espacio nos otorga. Pero, como envolvente, se requiere también un cambio de mentalidad que sitúe el crecimiento económico en el frontispicio de nuestras prioridades, que entienda que la digitalización y la inteligencia artificial van a suponer un cambio trascendental del tejido económico del mundo occidental que es imprescindible aprovechar, y que no reniegue del crecimiento del consumo de energía. Si disponemos de un sistema eléctrico descarbonizado y competitivo estaremos en condiciones, como nos recuerdan los autores de Un manifiesto por el crecimiento, de no perder el tren de la nueva revolución económica, al contrario de lo ocurrido con la revolución industrial del siglo XIX, a la que nos fuimos incorporando con un retraso de décadas.
El pasado día 12, en las páginas de este periódico, tres economistas españoles, profesores todos ellos en renombradas universidades extranjeras, publicaron Un manifiesto por el crecimiento, de más que recomendable lectura. En su texto, además de desgranar los retos y desafíos a los que se enfrenta la economía española, Jesús Fernández-Villaverde, Luis Garicano y Tano Santos señalan que España cuenta con "una ventaja competitiva extraordinaria en el ámbito energético", que permitiría convertir a nuestro país en un "centro tecnológico natural para Europa, atrayendo centros de datos, instalaciones de computación de alta potencia y empresas intensivas en consumo energético".