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Por si acaso
Por
La protesta renovable y el cierre nuclear
Sin energía nuclear, el precio de la electricidad subirá, y con él el retorno de la inversión en renovables y el grado de utilización de los ciclos combinados de gas. Precios más altos benefician al inversor, pero perjudican al consumidor
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En el debate, cada vez más abierto, sobre la prórroga de la vida útil de nuestras centrales nucleares, ya algunos inversores en renovables han alzado la voz para reclamar el cierre con el calendario previsto (2027-35). Argumentan que invirtieron contando con que el Gobierno, en su planificación, aunque fuera meramente indicativa, incluía el cierre. Si se mantienen abiertas, el precio de la electricidad será más bajo, lo que reducirá el retorno esperado de su inversión.
Contraponer renovables y nuclear no es un enfoque necesariamente correcto. La electricidad renovable es intermitente: funciona cuando hay viento o sol. La electricidad nuclear es firme: es capaz de funcionar las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana. La electricidad con gas es una electricidad también firme, pero además flexible: puede regularse a voluntad, para adecuar oferta y demanda. Intuitivamente, se entiende que la sustitución de una energía firme sólo puede provenir de otra fuente firme. La sustitución básica de la generación nuclear será, por tanto, la generación con gas.
Los números avalan esta tesis. Con datos de 2024, el funcionamiento medio de la capacidad instalada eólica fue del 22% y de la fotovoltaica el 18%. Unas horas del año al 100%, otras al 0%, y otras, según el día y la zona, a un porcentaje variable de su capacidad. Los promedios anuales fueron los citados. Es fácil entender que las renovables no pueden sustituir 7.300 horas anuales de producción nuclear continua. Será posible, algunos días, una sustitución parcial, pero el grueso de la generación firme nuclear tendrá que ser sustituida por generación firme a partir de gas natural. El problema es que la generación con gas es más cara. Frente a un coste nuclear de unos 60 euros por megavatio hora (MWh), de los que un 25% -sin contar la tasa Enresa para el tratamiento de los residuos nucleares- son impuestos, el coste de la electricidad generada con gas se sitúa en el entorno de los 115 euros por MWh, con un coste del gas de 40 euros por MWh, unos derechos de CO₂ de 70 euros por Tm y un impuesto a la producción del 7%. Sustituir electricidad nuclear por electricidad con gas encarece su precio. Es un coste que acabará repercutiéndose en todos los consumidores.
Para los inversores en generación eólica, que perciben un precio de mercado muy similar al precio medio diario al generar tanto de día como de noche, en horas caras y baratas, un precio medio más alto, derivado de la sustitución de la electricidad nuclear por gas, les beneficia. En el caso de la fotovoltaica, el cierre nuclear les beneficia también, aunque de una forma más sutil. En el sistema eléctrico peninsular, la demanda diaria en días laborables oscila entre los 20 gigavatios hora (GWh) en horas nocturnas y hasta un pico cercano a los 40 GWh en las horas de máxima demanda, con una media ligeramente superior a los 30 GWh. A finales de febrero, teníamos instalada una capacidad de producción eólica de 31 gigavatios (GW) y fotovoltaica de 32 GW. En días de sol y viento, estas dos tecnologías, funcionando al 60% de su capacidad, podrían abastecer nuestras necesidades de electricidad en las horas de luz. Es cierto que se trata de una simplificación excesiva, porque hay que transportar la electricidad desde donde se genera a donde se consume, pero cierto es también que cada vez son más las horas del año en las que el precio de la electricidad en el mercado de generación es cero, al superar la oferta a la demanda. La probabilidad de tener que vender a precio cero aumentará si se sigue invirtiendo en generación renovable. A más capacidad instalada, mayor probabilidad de que la oferta supere a la demanda. En sentido contrario, la probabilidad de vender a precio cero disminuirá si se cierra la producción nuclear. Menor probabilidad de vender a precio cero significa, una vez más, un precio medio de la electricidad superior.
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El resumen es que, sin energía nuclear, el precio de la electricidad subirá, y con él el retorno de la inversión en renovables y el grado de utilización de los ciclos combinados de gas. Lo que no es posible es olvidar que precios más altos benefician al inversor, pero perjudican al consumidor.
La solución más adecuada, se mantenga o no la producción nuclear, es que las instalaciones fotovoltaicas se hibriden con baterías. De esa forma, los productores almacenarían la electricidad en aquellas horas de precio barato o nulo, y la verterían al mercado en horas de precio más alto. El coste de las baterías se reduce de forma progresiva, y a medio y largo plazo será la forma más eficiente de proceder. Requiere unas inversiones más altas, pero el almacenamiento, bien a través de baterías, bien a través de bombeo hidráulico, aporta firmeza y flexibilidad a la generación renovable, en especial a la fotovoltaica, permitiéndole acceder a suministrar en horas de precios más altos y mejorando el retorno del capital invertido.
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La solución final a toda esta contraposición entre distintas fuentes de producción será el necesario incremento de la demanda eléctrica. En un mundo polarizado, donde la seguridad del suministro de energía es cada vez más importante, la solución para Europa y, en especial para España pasa por el necesario incremento de la demanda eléctrica para atender nuevas necesidades y, en la medida de lo posible, sustituir combustibles fósiles, de cuyo suministro somos absolutamente dependientes. Electrificación de edificios y de procesos industriales, producción de hidrógeno y combustibles sintéticos, centros de procesos de datos y electrificación parcial del transporte serán nuevas fuentes de demanda. Sin cerrar las nucleares, cuya producción se mantiene constante porque no se instala nueva capacidad, todo el incremento de demanda sería absorbido por las renovables y el almacenamiento, lo que puede proporcionar una base suficiente para que la inversión en generación renovable continúe a buen ritmo. Sin olvidar que la aportación de una fuente firme y flexible de generación, como el gas, será, en mayor o menor medida, siempre necesaria. La sustitución de gas natural por biometano o la captura de CO₂ serán tecnologías que contribuirán a hacer posible este aporte flexible de generación eléctrica.
El incremento de la demanda eléctrica depende a su vez de dos factores: invertir en redes de transporte y distribución y, como señala la Comisión Europea, reducir la carga fiscal y otros costes que encarecen artificialmente la tarifa eléctrica. A menor precio, mayor demanda. A más demanda, mayor hueco para inversión renovable. Con más demanda que absorba los costes fijos del sistema eléctrico, electricidad nuclear, renovables y almacenamiento y el necesario aporte de generación flexible, precios más bajos de la electricidad y mejora de nuestra posición competitiva.
En el debate, cada vez más abierto, sobre la prórroga de la vida útil de nuestras centrales nucleares, ya algunos inversores en renovables han alzado la voz para reclamar el cierre con el calendario previsto (2027-35). Argumentan que invirtieron contando con que el Gobierno, en su planificación, aunque fuera meramente indicativa, incluía el cierre. Si se mantienen abiertas, el precio de la electricidad será más bajo, lo que reducirá el retorno esperado de su inversión.