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El gran error del PP y otras lecciones para las generales que aprendimos el domingo
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Esteban Hernández

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El gran error del PP y otras lecciones para las generales que aprendimos el domingo

Por más que nos fascinen los nuevos modos y los nuevos jugadores, los elementos decisivos en las elecciones autonómicas y municipales son bastante viejos. Y parece que seguirán funcionando

Foto: La presidenta del PP de Madrid, Esperanza Aguirre. (Reuters)
La presidenta del PP de Madrid, Esperanza Aguirre. (Reuters)

Vivimos en un mundo fascinado por la novedad, que se deja llevar fácilmente por sus promesas, y las elecciones del pasado domingo, que han sido interpretadas comola señal de un gran cambio en la política española y el anuncio de tiempos aún más revueltos, son un elemento más que ayuda a ratificar esa tesis. Como a menudo nos dejamos llevar por las expectativas y reparamos poco en los hechos, no está de más que reduzcamos la velocidad y regresemos a unas cuantas cuestiones básicas que la aceleración nos impide reconocer. Como estas siete cosas obvias y viejas, que están definiendo buena parte de la política actual, y que todo apunta a que serán decisivas en las generales:

1. El dinero sigue siendo determinante

En un contexto de pérdida de poder adquisitivo, de escasez de empleo, de trabajos mal pagados y de ausencia de expectativas de mejora para buena parte de la población, es inevitable que el gobierno que ha dispuesto medidas de ajuste que han ahondado esa situación quede deteriorado y pierda voto y poder. Y es natural, además, que aumente la aceptación de las opciones políticas que abogan por medidas económicas que palíen ese deterioro. El reparto del voto que aparece en los distritos de Madrid es buen ejemplo de cómo la izquierda ha salido reforzada en su conjunto.

2. Lo nuevo y joven es atractivo, pero los viejos siguen manejando el cotarro, como en casi todo

El reparto total del voto en las CCAA (salvo Andalucía, Cataluña y Galicia, donde no había elecciones autonómicas) arroja el siguiente reparto, señalado por Pau Marí-Klose: PP: 34,5%. PSOE: 28,1%, Podemos: 16,1%. Los de Pablo Iglesias han tenido los resultados que hubieran soñado IU, y Ciudadanos los que habría firmado UPYD hace un año, pero no han logrado sobrepasar ese lugar secundario. En el mapa autonómico, los únicos colores que aparecen son el rojo y el azul. El reparto se ha modificado, los lugares de poder no, y sin el poder sigues siendo el partido pequeño que ejerce de muleta, lo que suele ser una muy mala opción a medio plazo.

3. La creciente importancia del voto útil

El descontento sólo produce cambio si hay alguien que lo recoja y concentre. El más que probable aterrizaje de Manuela Carmena en el Ayuntamiento de Madrid ha sido posible no porque uniera a los activistas, como le gusta leer a la izquierda antipodemos, ni tampoco por la personalidad de la candidata (que fue un factor importante a la hora de concitar simpatías), sino porque se extendió la idea de que era la opción más efectiva para sacar del Ayuntamiento al PP. La diferencia de votos en la ciudad de Madrid entre su candidatura y la de Podemos a la CCAA, más de doscientos mil, puede explicarse porque todo el mundo tenía claro que Carmena era la destinataria del voto útil. Esto es algo que se ha repetido a lo largo de las elecciones: allí donde había una alternativa clara, el voto de cambio se ha concentrado en un candidato. Y a la inversa: allí donde el votante del PP sentía que el poder podía perderse, Ciudadanos ha estado muy por debajo de sus previsiones.

4. Lo simbólico es relevante, pero no basta

Los grandes triunfos de Podemos han tenido mucho de simbólico: cinco eurodiputados era un resultado cuantitativamente irrelevante, pero señalaba de manera inequívoca que la política iba a cambiar. Su liderazgo ocasional de las encuestas no tuvo consecuencias en términos de poder, pero subrayaban que eran una fuerza a tener muy en cuenta. Y los triunfos en Madrid, Barcelona, Zaragoza o La Coruña no son gran cosa si tenemos en cuenta los resultados en su conjunto, pero son muy relevantes si los interpretamos como tendencias futuras. En realidad, el escenario madrileño (con el PSOE sobrepasado y Podemos como segundo partido por lo menos) era la opción que tenían hace pocos meses en la cabeza Errejón e Iglesias cara a las generales, pero hoy por hoy están lejos de que ese objetivo se generalice.

5. Los partidos han hecho lo de siempre, pero más

Es muy frecuente. Cuando sienten presión, las formaciones políticas recurren a las tácticas en las que se encuentran más cómodos, pero suben el volumen. Le ha ocurrido al PP en esta campaña, donde ha reutilizado discursos típicos de la era Aznar y ha recurrido a su habitual insistencia en los grandes peligros que acecharían a España si ganasen lo bolivarianos, pero también a Podemos: sus mensajes ("llega el momento del cambio, hay que recuperar la dignidad, hay que echar a los corruptos, tenemos ilusión, no miedo") son los mismos que hace un año, sólo que los han amplificado y los han hecho más agresivos en campaña. Dicho de otro modo, Podemos se ha dedicado a crear expectativas y el PP a meter miedo, como de costumbre. Lo que ha cambiado es la intensidad: cada vez recurren más a mensajes puramente emocionales (unos ni siquiera han presentado programa en Madrid, los otros lo tienen, pero indefinido) y ese es el camino que seguiremos en las generales.

6. Al PP le gusta equivocarse

Es un partido especializado en apretar el botón rojo de autodestrucción. Esperanza Aguirre era una muy mala elección como candidata, porque si bien podía activar el voto de fieles del PP, también generaba mucho rechazo entre los demás votantes. Si en Madrid, un contexto particularmente activo en los últimos tiempos, escoges a una candidata que sólo por serlo va a convencer a mucha gente de que vaya a votar contra ti, es más que probable que te ocurra lo que te ha ocurrido.

7. Y por último, lo más viejo

Cuando las cosas van mal para la gente, el partido en el poder suele salir muy desgastado de su gestión. ¿Que el PP ha perdido muchos votos? Claro. Hay crisis, a mucha gente le va mal, el telón de fondo es de la corrupción, hay tensiones internas evidentes. ¿Esperábamos otra cosa?

Vivimos en un mundo fascinado por la novedad, que se deja llevar fácilmente por sus promesas, y las elecciones del pasado domingo, que han sido interpretadas comola señal de un gran cambio en la política española y el anuncio de tiempos aún más revueltos, son un elemento más que ayuda a ratificar esa tesis. Como a menudo nos dejamos llevar por las expectativas y reparamos poco en los hechos, no está de más que reduzcamos la velocidad y regresemos a unas cuantas cuestiones básicas que la aceleración nos impide reconocer. Como estas siete cosas obvias y viejas, que están definiendo buena parte de la política actual, y que todo apunta a que serán decisivas en las generales:

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