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Esteban Hernández

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El estudio que muestra qué pasará en España cuando haya nuevo Gobierno

Dos investigadores italianos han publicado un estudio que señala cómo las luchas feroces entre partidos no lo son tanto. La realidad circula en otra dirección

Foto: Sánchez y Rivera en la firma del acuerdo para la investidura. (Efe/ Chema Moya)
Sánchez y Rivera en la firma del acuerdo para la investidura. (Efe/ Chema Moya)

Las tensiones de estas semanas, provocadas por las tentativas de formación de nuevo Gobierno, parecen ratificar una creencia ampliamente extendida y difícilmente discutible: en un régimen democrático, la existencia de dos posturas ideológicas marcadas, o de un escenario en el que concurren varios partidos con visiones muy distintas sobre la sociedad, provocará numerosos enfrentamientos en el Parlamento a la hora de aprobar leyes. Esa es una situación fácilmente visualizable en nuestro país, y se supone que será la propia de la España de mañana.

Pero esas teorías no se corresponden con las acciones reales de los actores políticos. La investigación empírica ha demostrado que el comportamiento de la oposición en los parlamentos europeos no difiere significativamente de un país a otro y que un alto nivel de consenso y de cooperación en el proceso de elaboración de leyes entre el gobierno y la oposición ocurre en casi toda Europa.

Italia, ejemplo de Europa

Así lo aseguran estudios realizados por un buen número de investigadores, y así lo recogen Elisabetta de Giorgi, del Centro de Estudios de Sociología de la Universidad Nova de Lisboa, y Francesco Marangoni, del departamento de las ciencias sociales, políticas y cognitivas de la Universidad de Siena, en el artículo ‘Government laws and the opposition parties’ behaviour in parliament’. En el ‘paper’, analizan el caso italiano como supuesto con menor encaje teórico con esta tendencia.

Los enormes cambios en la Italia de los últimos 25 años no alteraron el resultado: el nivel de consenso legislativo entre los partidos fue muy elevado

Desde hace 25 años, los cambios en la política transalpina han sido sustanciales. Entre otros, Italia se convirtió en un sistema electoral mixto en 1993; sufrió una implosión del viejo sistema de partidos debido a las derrotas electorales, los procesos judiciales y las divisiones en las formaciones tradicionales, lo que dio lugar a que aparecieran en escena muchas nuevas fuerzas; las ideas políticas y la personalidad de la figura más representativa de la política italiana en las últimas décadas, Silvio Berlusconi, generaron una bipolarización notable; y surgieron partidos nacionalistas fuertes como la Liga Norte, entre otros muchos factores. En definitiva, un escenario perfecto para generar un contexto de notable oposición parlamentaria. Y quizá fuera así en las declaraciones, pero no en los actos: estas transformaciones, aseguran los investigadores, apenas afectaron al nivel de consenso entre el gobierno y la oposición en estas dos últimas décadas.

Europa y España

El ejemplo italiano es importante, porque comparte alguna semejanza con la situación política española, pero sobre todo porque dibuja un escenario donde la cooperación parece tener poco sentido, dada la pluralidad de fuerzas y la disparidad entre ellas. Pero no ha ocurrido así en Italia y lo cierto, según el estudio, es que tampoco lo es lo usual en la gran mayoría de las democracias europeas, donde el consenso se impone sobre el conflicto.

Las diferencias entre partidos se amplifican públicamente, pero la realidad es que en materias cruciales habrá un consenso amplio

Estas conclusiones son interesantes para entender la dinámica de la política española del futuro, y cómo la visualización y difusión de las diferencias acaba por ocultar la dinámica de acuerdos que suele tener lugar a la hora de legislar. Estamos en una etapa teóricamente preelectoral, donde todos intentan subrayar las disfunciones y debilidades de sus oponentes. Es un juego táctico en el que se trata de desgastar al contrario, y que durará bastante tiempo. Pero la realidad señala que, una vez que el Gobierno esté formado, van a tener que tomarse decisiones necesitadas de un consenso amplio, algo que no será fácil, pero que constituirá el inevitable horizonte final. En las materias cruciales vamos a ver a los partidos acordando todo tipo de asuntos, por lo que es de prever que las dinámicas hasta ahora apuntadas desaparezcan de puertas adentro, y dejen espacio a un consenso amplio. Dicho de otro modo, lo que este estudio subraya es que la espectacularización de las diferencias suele ser la contracara del acuerdo en un espectro amplio de temas.

La formación del nuevo Gobierno

Ocurrirá no sólo a la hora de pactar las leyes, sino a la de formar Gobierno. No hay más que dos opciones: o se repiten los comicios y cambia la relación de fuerzas de forma que varios partidos puedan sumar lo necesario para la investidura, o el escenario sigue siendo el mismo, con elecciones o no de por medio. Y si es así, que es lo más probable, será la hora de los acuerdos. La política es cada vez más teatro, esto es, la construcción mediática de discursos que diferencien a los partidos cara a los electores, mientras que en la adopción de medidas concretas, en el día a día, esas distancias que parecen abismales se diluyen rápidamente.

Los partidos se pelean por el poder, y ahí las luchas son feroces y lo serán todavía más en el futuro, pero no en cuanto a las medidas a tomar

Puede argumentarse que no será así a partir de ahora en España. La emergencia de dos partidos nuevos, el deterioro de los antiguos, la pugna por ocupar cargos y visibilidad pública son factores que parecen abocar a posturas encontradas, intentos persistentes de diferenciarse y pugnas por ganar espacio a costa de otras formaciones, máxime cuando la aparición de Podemos implica la aparición de un partido claramente rupturista con el orden establecido. Y así ocurrirá de puertas afuera, pero no en el campo parlamentario.

La verdadera variable política

Lo que el estudio del caso italiano subraya es que, en el terreno verdaderamente importante, el económico, el grado de consenso suele ser elevado. La verdadera línea que separa un tipo de políticas de otras, en la Europa del siglo XXI, no es la variable ideológica izquierda/derecha, sino la que separa a la austeridad de la antiausteridad. Las órdenes que llegan desde Bruselas siguen siendo las mismas, y la capacidad de resistencia a ellas es todavía mínima. Todos los partidos aseguran que lo primero que harán cuando lleguen al Gobierno es hablar con las autoridades europeas para negociar una mayor flexibilización del déficit. Y efectivamente, eso es lo que ocurrirá: irán allí, expondrán sus posturas y regresarán a España sin haber conseguido nada. Ese escenario, el de una capacidad de acción de los gobiernos nacionales muy limitada, es el que obliga a que, en los asuntos económicos, las formaciones tengan que llegar a acuerdos amplios para poder aplicarlas. El consenso volverá a imponerse, por más que se crucen declaraciones hostiles en los telediarios.

Las tensiones de estas semanas, provocadas por las tentativas de formación de nuevo Gobierno, parecen ratificar una creencia ampliamente extendida y difícilmente discutible: en un régimen democrático, la existencia de dos posturas ideológicas marcadas, o de un escenario en el que concurren varios partidos con visiones muy distintas sobre la sociedad, provocará numerosos enfrentamientos en el Parlamento a la hora de aprobar leyes. Esa es una situación fácilmente visualizable en nuestro país, y se supone que será la propia de la España de mañana.

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