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La alianza que ha dado el éxito electoral en Europa. Aquí sólo se ha utilizado en Cataluña
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Esteban Hernández

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La alianza que ha dado el éxito electoral en Europa. Aquí sólo se ha utilizado en Cataluña

Las clases sociales siguen siendo un factor muy relevante en la política contemporánea. Los partidos que están sacando réditos de ella son numerosos, salvo en España

Foto: Las pymes han sido un factor importante en la política europea contemporánea. (iStock)
Las pymes han sido un factor importante en la política europea contemporánea. (iStock)

Las clases sociales siguen siendo muy relevantes en la vida política. Hasta hace poco tiempo, su definición parecía transparente: bastaba con analizar el nivel de ingresos o el tipo de trabajo que se realizaba para encajar a las personas en una categoría que les describía en multitud de aspectos. Hoy todo resulta más complejo por muchas razones, pero lo cierto es que las posiciones socioeconómicas siguen siendo esenciales para entender nuestra sociedad.

En este terreno asistimo a fenómenos, si no novedosos, al menos llamativos. Estos días hemos publicado un par de artículos acerca del declive de las clases medias altas nacionales, que son uno de los estratos perdedores en una economía global y financiarizada. Sus posiciones de privilegio estaban ancladas en los vínculos institucionales, en el patrimonio acumulado, a menudo inmobiliario, y en los lazos con el territorio, factores que les permitían mantener y reproducir su posición sin problemas. Pero esto ya no es así, porque las élites globales están comenzando a extraer sus beneficios, a través de una economía financiarizada, también de estas clases, de modo que tienen que correr mucho más rápido para (con suerte) quedarse en el mismo sitio. Y no siempre es bueno. Que las élites pierdan los resortes de privilegio en los que se asentaban es altamente positivo, sobre todo cuando se trata de posiciones regaladas, pero no lo es cuando, como es también el caso, implica la debilidad de la economía real respecto de la financiera, el deterioro de la pequeña y mediana empresa nacional y la desvinculación de la producción con los territorios y las raíces.

La alianza de clases medias altas y clases populares nacionales es lo que está dando fuerza a la derecha populista en Europa y en EEUU


El otro foco de descontento está en las clases populares y en las medias bajas, a las que este cambio de sistema económico operado en la crisis está dejando en situaciones muy frágiles. La pérdida de empleos, los salarios cada vez más bajos, la precariedad y la ausencia de perspectivas de mejora vital han contribuido a una indignación que se canalizó primero contra los políticos, que después encontró partidos que la recogieron y que aún hoy, a pesar de una oferta electoral más amplia, cuenta con segmentos abstencionistas.

Los perdedores

Estamos en una época de transformación, y si todo proceso de cambio implica la aparición de nuevos poderes y de nuevas resistencias, en este caso todavía más, ya que los perdedores son muchos más que los ganadores. Lo peculiar en este escenario es que ha habido formaciones en Europa y en Estados Unidos que han sumado ambas fuerzas a sus proyectos políticos. La alianza de clases medias altas nacionales y clases populares nacionales es lo que está dando gran empuje a la derecha populista en Francia, en el Reino Unido, en Austria, en Suiza, en EEUU y en tantos otros lugares. El proteccionismo, entre otros factores, permite que ambas clases se alíen al devolverles una barrera frente a cambios profundos tras la que resguardarse. El repliegue identitario también tiene que ver con esto, al igual que la defensa de un eje productivo nacional mucho más sólido.

El PP está fuerte en este sector social: buena parte de la clase media escuchará las invocaciones de Rajoy a mantener España en la senda moderada

En España esta alianza no se ha dado. El descontento de cada uno de esos estratos sociales ha ido a parar a un lugar diferente, beneficiando en parte al PP y en parte a Podemos. La clase media, esa a la que Rajoy llama moderada y a la que invoca para que ejerza de defensa frente a los de Iglesias, tiende hacia el PP porque cree que sigue abogando por los valores con los que ellos se identifican. Y no es cierto, al menos en lo económico: la política ortodoxa (la que sigue Luis de Guindos, pero también las que seguirían Garicano o Jordi Sevilla o incluso cualquier ministro de este Podemos) es uno de los mayores problemas de las clases medias y medias altas nacionales. Pueden asegurar que bajarán los impuestos, pero todos sabemos que no lo harán, porque mientras haya que pagar una deuda tan elevada, tienen que seguir ingresando. Del mismo modo, pueden realizar una defensa encendida de las pymes, pero estas empresas, en su gran mayoría vinculadas al territorio, llevan las de perder mientras no cambien las condiciones de funcionamiento de la economía. O pueden insistir en la necesidad de una industria nacional, pero lo único que se crean son puestos en el sector servicios, y no de los mejores. Aún así, el PP está fuerte en este sector social: buena parte de él escuchará las llamadas de Rajoy a mantener España en la senda moderada.

Barrios obreros

El otro beneficiado del malestar flotante es Podemos, ya que un sector importante de clases medias y medias bajas urbanas, y particularmente de sus hijos, así como el segmento funcionarial, sí les han percibido como una posible solución. Sin embargo, su presencia entre las clases populares es mucho menor de la esperada, aunque quizá la alianza con IU arregle en parte esa debilidad. La responsabilidad de ese déficit es de una estrategia que ofrece muy pocos elementos atractivos para capas sociales que están viviendo momentos muy complicados. La mejor prueba está en que los movimientos populistas occidentales de derecha han arraigado mucho más en los barrios obreros que Podemos.

No podemos entender la fuerza social del independentismo en Cataluña sin la alianza entre burguesía, clase media baja y clases populares

Esa bifurcación entre clases perdedoras que confían en la derecha y otras que apuestan por la izquierda es la que fomenta un escenario político en el que los partidos de mayorías no se atisban. En España nadie ha conseguido conformar una estrategia que reúna a ambas en una dirección común, eso que antes se llamaba transversalidad y que ahora todo el mundo ha olvidado. Al fin y al cabo, movimientos como el de Le Pen se basan en ella y les está yendo bien.

Identidades fuertes

Pero quizá la tesis sea errónea y sí haya quienes estén realizando esta operación en España. Porque no podemos entender la fuerza social de la deriva independentista de Cataluña sin este factor. La alianza entre burguesía, clases medias (con pequeños comerciantes y autónomos a la cabeza) y clases populares es lo que ha permitido que ese sentimiento haya tenido una concreción electoral tan importante. Los elementos identitarios fuertes, la sensación de que un actor exterior está lastrando seriamente sus posibilidades (al igual que los populismos europeos señalan a la UE, ellos señalan a España), la defensa de la industria y del comercio locales, y la creencia en que pueden resituarse en el mundo mucho mejor en solitario son elementos típicos de los movimientos políticos actuales que aparecen con enorme frecuencia en los discursos catalanistas. Sin embargo, quedan confinados en ese terreno: en el plano estatal, ningún actor ha podido o sabido poner en marcha la alianza de las clases perdedoras.

Las clases sociales siguen siendo muy relevantes en la vida política. Hasta hace poco tiempo, su definición parecía transparente: bastaba con analizar el nivel de ingresos o el tipo de trabajo que se realizaba para encajar a las personas en una categoría que les describía en multitud de aspectos. Hoy todo resulta más complejo por muchas razones, pero lo cierto es que las posiciones socioeconómicas siguen siendo esenciales para entender nuestra sociedad.

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