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Lo que ha matado al PSOE y le hará pasar por el aro del PP
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Esteban Hernández

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Lo que ha matado al PSOE y le hará pasar por el aro del PP

Las sensatas reflexiones de Borrell han sido reveladoras, pero señalan solo parte del asunto. Hay un problema de fondo, que es el que está lastrando al partido desde hace años

Foto: Borrell, saliendo de Ferraz el pasado sábado. (EFE)
Borrell, saliendo de Ferraz el pasado sábado. (EFE)

El hombre de la semana ha sido Josep Borrell. Después de su paso por radio ('Hoy por hoy'), televisión ('El Intermedio') y prensa escrita, se ha granjeado unos cuantos simpatizantes entre los filosocialistas, muchos parabienes entre el ciudadano común y bastante odio en Ferraz. Su virtud y su pecado han sido explicar de un modo sencillo, didáctico y plagado de sentido común que el espectáculo de la semana pasada podía haberse evitado. Los mismos objetivos eran alcanzables mediante caminos estatutariamente previstos, con tensiones pero sin puñaladas, y sin acumular los ridículos personales que hemos debido presenciar, desde la señora que se reclamaba la máxima autoridad del partido hasta la que quería dedicarse a la costura, pasando por un García-Page que amenazaba a los populares con presentar una candidatura potentísima a las terceras elecciones si llegaban a producirse. Son algunas de las muchas cosas de los últimos días que los socialistas querrían que olvidásemos rápido, pero que se han quedado en nuestra memoria y que permanecerán allí mucho tiempo.

Reina la torpeza

Sin pronunciar estas palabras, lo que Borrell estaba señalando es que su partido no podía haber actuado de forma más torpe; que no podían ser más inútiles. ¿Por qué generar una guerra civil retransmitida en tiempo real cuando los dos objetivos, cambiar al líder y pactar con el PP, eran perfectamente conseguibles por las buenas? ¿Por qué hacer las cosas por el peor camino cuando se podían realizar con sensatez?

"Todo el que se acercaba al PSOE era sospechoso de buscar el botín, yo entre ellos. Aquello construyó un partido burocrático, sin ideas"

La crisis del PSOE es explicable desde distintos puntos de vista, y de algunos ya hemos hablado, pero todos ellos confluyen en la explicación que el filósofo José Luis Villacañas destacó en una reciente entrevista: “La crisis del PSOE tiene su origen en la ruptura de su vínculo con la inteligencia. Antes, cualquiera que tenía algo que decir lo canalizaba colaborando con el PSOE, pero a partir de los ochenta el partido fue expulsando de su seno todo lo que tenía que ver con la intelectualidad, fue estrechando la capacidad de integración y generando una lógica de ‘alto cargo’. Todo el que se acercaba al PSOE, yo entre ellos, era sospechoso de buscar el botín. Aquello construyó un partido burocrático, sin ideas, sin frescura y sin capacidad de conectar”.

La fidelidad a los grupos internos

El diagnóstico puede parecer exagerado, pero no lo es. La mayoría de colectivos y de instituciones comienzan a anquilosarse cuando se produce este repliegue sobre sí mismos, que provoca que quienes foman parte de ellos pierdan de vista las ideas que defendían y los objetivos que les llevaron allí y comiencen a comportarse instrumentalmente. La adulación, la falsedad, la hipocresía y la fidelidad a los grupúsculos internos, a esos que te han proporcionado o te van a proporcionar un cargo, determinan la vida del partido mucho más que el sentido común, las ideas o la sensatez. El pragmatismo es importante, pero solo en lo que se refiere al que le beneficia a uno; el bien de la organización se supedita al propio. Esas dinámicas, que son muy frecuentes en los partidos, encuentran insoportable la inteligencia y hacen todo lo posible por expulsarla, salvo que les sea útil en algún sentido.

O se combatía al PP o se peleaba con Podemos: o eras Matteo Renzi o eras Corbyn... pero ambas cosas a la vez no era posible

El PSOE lleva bastante tiempo privado de inteligencia, y se ha dejado sentir en numerosas decisiones estratégicas desacertadas, en su pérdida de presencia social y en la desconfianza que genera en los electores, especialmente los de grandes núcleos urbanos. El mismo apoyo de las élites del partido a la elección de Pedro Sánchez cuando querían poner a Susana, las tensiones internas mal disimuladas, sus tácticas para ganarse a la juventud con aquello del 'Pdr Snchz' y conseguir más electores a partir de criticar la corrupción (solo porque era lo que creían que había dado la popularidad a Podemos) son algunos detalles, pero hay muchos más.

El PP está forzando y hace muy bien, salvo que apriete demasiado y se le vuelva en contra, porque tampoco es un partido particularmente inteligente

La última gran metedura de pata ha sido la de su relación con el PP. Desde las elecciones de diciembre pasado, solo cabían dos opciones: o se llegaba a un acuerdo con los populares (en forma o no de gran coalición) o se optaba por la fórmula Corbyn, se giraba a la izquierda y se trataba de ocupar el espectro político en el que Podemos trataba de desenvolverse. O se combatía al PP o se peleaba con Podemos: o eras Renzi o eras Corbyn, pero ambas cosas a la vez no era posible.

10 meses tarde

El PSOE ha optado por moverse en el término medio hasta que ha tenido que tomar una decisión drástica, y lo ha hecho de la peor manera posible. Después de dilatar 10 meses el proceso, ha tenido que dar un absurdo golpe de mano que lo deja muy debilitado en cuanto a aceptación pública y en cuanto a la capacidad de negociación con el PP. Se podía haber hecho peor, desde luego, pero era muy difícil.

Los ajustes de Bruselas van a ser duros y Rajoy no quiere un aliado que se le vuelva en contra a la primera oportunidad que tenga

El PP, conocedor de esta fragilidad, está forzando y hace muy bien (salvo que apriete demasiado y se le vuelva en contra, porque tampoco es un partido particularmente inteligente). No quiere investidura sino gobernabilidad, y es normal. El problema de fondo es que, esté quien esté al frente del Gobierno, tendrá que lidiar con los ajustes de Bruselas, que van a ser duros, y Rajoy no quiere un aliado que se le vuelva en contra a la primera de cambio. Ese telón de fondo, la 'lista de la compra' que Bruselas pondrá encima de la mesa en cuanto el Gobierno esté formado, va a ser un problema serio y necesitará de apoyos de todas partes para poder llevarse a cabo sin generar mucha inestabilidad.

Después del espectáculo, al PSOE solo le queda la rendición, pasar por el aro del PP de la manera más amable y disimulada posible

Las órdenes de la UE eran, además, lo que hacía prácticamente imposible un Gobierno de izquierdas. Llegar a La Moncloa en la antesala de un tijeretazo era una apuesta muy arriesgada para el PSOE, especialmente cuando está en guerra con Podemos y ambos pensaban que el crecimiento electoral de uno dependía del hundimiento del otro. Tener como aliado a tu enemigo en el momento en que ambos tendríais que hacer justo lo que vuestros votantes os han pedido que rechacéis, es bastante absurdo. Por eso Sánchez buscó a Ciudadanos, pero era también una apuesta imposible, porque Podemos y Ciudadanos no podían ir nunca de la mano.

Así las cosas, y después del espectáculo, al PSOE solo le queda la rendición, pasar por el aro del PP de la manera más amable y disimulada posible, e intentar recomponerse para, dentro de un tiempo, hacer creer que nada de esto ha pasado. Pero es bastante difícil. No solo porque ahora toca Bruselas, y las élites socialistas quieren plegarse a lo que dice Bruselas en lugar de combatirlo, sino porque, para renovar el partido, necesitan que la inteligencia regrese. Y en una formación en declive, eso es muy, muy complicado.

El hombre de la semana ha sido Josep Borrell. Después de su paso por radio ('Hoy por hoy'), televisión ('El Intermedio') y prensa escrita, se ha granjeado unos cuantos simpatizantes entre los filosocialistas, muchos parabienes entre el ciudadano común y bastante odio en Ferraz. Su virtud y su pecado han sido explicar de un modo sencillo, didáctico y plagado de sentido común que el espectáculo de la semana pasada podía haberse evitado. Los mismos objetivos eran alcanzables mediante caminos estatutariamente previstos, con tensiones pero sin puñaladas, y sin acumular los ridículos personales que hemos debido presenciar, desde la señora que se reclamaba la máxima autoridad del partido hasta la que quería dedicarse a la costura, pasando por un García-Page que amenazaba a los populares con presentar una candidatura potentísima a las terceras elecciones si llegaban a producirse. Son algunas de las muchas cosas de los últimos días que los socialistas querrían que olvidásemos rápido, pero que se han quedado en nuestra memoria y que permanecerán allí mucho tiempo.

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