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Todo tiene un límite o la entrada triunfal de Rajoy en el Congreso
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Esteban Hernández

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Todo tiene un límite o la entrada triunfal de Rajoy en el Congreso

El discurso del líder del PP ha apelado a los conceptos que lleva utilizando más de año y medio, pero en esta ocasión ha introducido dos matices importantes

Foto: Rajoy es aplaudido por su grupo parlamentario tras su intervención. (Reuters)
Rajoy es aplaudido por su grupo parlamentario tras su intervención. (Reuters)

La posición de Rajoy en estos meses ha sido tremendamente criticada, pero en su lugar, cualquiera con sentido estratégico habría hecho lo mismo: sentarse a esperar. Cuando el tiempo corre a tu favor y tu adversario principal se empeña en mantener una situación imposible, te vas a casa, enciendes un puro, abres el 'Marca', y simplemente esperas que las noticias se produzcan. Han tardado 10 meses más de la cuenta, pero era el PP el que no tenía prisa, porque el paso del tiempo le beneficiaba. Cuanto más tardasen en gobernar, más se retrasaría la puesta en marcha de los planes de Bruselas, lo cual ayudaría a que la economía se recuperase y a que el electorado popular perdido regresase, y haría más evidente la urgencia de un Gobierno, lo que minaría las resistencias de los partidos sistémicos.

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Después de todo este tiempo, la situación en la que queda el PP es envidiable para la escasa fuerza parlamentaria con la que cuenta (si la comparamos con resultados de elecciones pasadas): el que era su adversario principal ha quedado tremendamente debilitado y será su muleta para gobernar y aplicar las políticas económicas que sean precisas, la fuerza emergente que podía restarle voto, Ciudadanos, ha asumido de forma voluntaria un papel muy secundario, y la oposición que va a tener enfrente, la de Podemos, parece débil internamente y sin la fuerza social que se le presuponía. Están todos bajo su ala, y quien queda fuera no parece especialmente amenazador.

“El bien común”

Por lo tanto, Rajoy ha entrado hoy como triunfador en el Congreso, aunque lo ha hecho de una manera poco estridente y tácticamente sensata. No ha sacado pecho, se ha mostrado conciliador y abierto al diálogo con el resto de partidos, y se ha centrado en lo que ha dado en llamar “el bien común”. En esencia, Rajoy ha repetido el discurso que lleva empleando el último año y medio, que es también el que ha permitido ganar los comicios a formaciones electorales de diferentes espacios ideológicos.

Todos los partidos triunfadores han utilizado el mismo discurso: estamos regresando a la buena senda, y si no hay continuidad, vamos a la ruina

Desde el PNV hasta el PP gallego, pasando por el PSOE de Andalucía, todos han basado su triunfo en un discurso que insiste en la sensación de que las cosas, aun no yendo del todo bien, discurren en un margen razonable; de que se goza de un nivel de vida que está sometido a numerosos riesgos pero que se debe conservar; de que los esfuerzos dolorosos son necesarios para regresar a la buena senda, esa que se tiene ya al alcance de la mano. En las elecciones, esta invocación a la continuidad se acompañaba de una descripción de los opositores como un riesgo serio para la estabilidad, ya que generarían graves problemas por su ambición, inexperiencia o ceguera ideológica. Rajoy ha evitado hoy esta segunda parte (salvo en lo que se refiere a la cuestión territorial) y se ha centrado en la primera. En esencia, lo que el líder del PP ha recordado es lo siguiente:

Esto es urgente. Porque si no...

El discurso ha empezado con una frase, “Cinco días antes del plazo para el cierre del periodo de investidura...”, que subrayaba de modo evidente esa sensación de que es ahora o nunca. Su idea central es que todo marcha por el buen camino, que el PP ha sido previsor porque aprobó los Presupuestos, que España está en la senda del crecimiento, que en Europa se alaban nuestros esfuerzos para dejar atrás la crisis y que el trabajo se ha hecho razonablemente bien. Pero como “todo tiene un límite”, es hora de dar un Gobierno a España que permita dejar atrás “los nubarrones, la incertidumbre política y la parálisis institucional” que supondría alargar más esta situación.

El PP está legitimado para gobernar. Y si no…

Rajoy ha recordado que su investidura es la única posible porque los resultados de dos elecciones avalan al PP, porque siempre ha gobernado la fuerza política con más apoyo popular y porque su Gobierno es la única opción razonable, “como el tiempo se ha encargado de demostrar”.

Si no hay un Gobierno estable, se cometerá un error irresponsable, porque se estaría dando la espalda al bien común

Hay otra opción, que serían unas nuevas elecciones, pero eso significaría, como ha dicho en diferentes momentos, “descrédito y desconfianza, un serio quebranto, prolongación de la incertidumbre y frivolidad”.

Un Gobierno estable. Y si no…

Rajoy ha señalado la necesidad imperiosa de que España tenga un Gobierno, “pero no uno cualquiera”, sino “uno estable y duradero, sólido y tranquilizador, basado en consensos”. Ya que “ningún partido político puede responder en solitario a los desafíos”, son precisos “acuerdos que eviten una legislatura estéril”. Ha recordado que lo dicho hoy es lo mismo que ha repetido desde diciembre, que es necesaria una gran coalición (o al menos acuerdos mayoritarios) que permita la gobernabilidad de España. Y si no se hace así, se cometerá un error irresponsable, porque “sería volver la espalda al bien común". No es momento de pensar en confrontaciones ideológicas, porque “estamos ante circunstancias excepcionales, ante una situación inédita que no conoce precedente”. Se trata de ayudar a España a salir de un momento duro y a evitar los riesgos, y esa debe ser la tarea en la que se apliquen los partidos.

En el discurso de Rajoy han aparecido dos matices importantes. Y uno de ellos es que sabe que ha doblado el espinazo de sus rivales

El discurso de Rajoy no se ha salido de lo esperado, y tampoco de lo dicho en otras ocasiones. Al obviar el pasado y centrarse en la urgencia del presente, puede evitar los asuntos de corrupción, la mala gestión, la subida de impuestos y demás asuntos que lo debilitaron electoralmente, y subrayar en su lugar los riesgos que nos esperan, a los que ha revestido de calificativos superlativos.

Sin embargo, hoy han aparecido dos matices importantes. Uno de ellos alude a la falta de referencias a los errores de sus rivales: como vencedor, era el momento de mostrarse conciliador, abierto a los pactos y a los consensos. El segundo es que sabe que la estrategia de “el PP o la nada” esta vez sí va a funcionar, por lo que ha apelado repetidamente a los intereses de España como meta última. Lo que es otra forma de decir, “os guste o no, tendréis que apoyarme, ahora y durante la legislatura, y siempre podréis decir que os habéis sacrificado por los intereses del país”. Rajoy sabe que ha doblado el espinazo de sus rivales, y ha tratado de ponerles las cosas más fáciles. Veremos las respuestas, pero ese es un marco que resulta difícil de combatir para Ciudadanos y el PSOE.

La posición de Rajoy en estos meses ha sido tremendamente criticada, pero en su lugar, cualquiera con sentido estratégico habría hecho lo mismo: sentarse a esperar. Cuando el tiempo corre a tu favor y tu adversario principal se empeña en mantener una situación imposible, te vas a casa, enciendes un puro, abres el 'Marca', y simplemente esperas que las noticias se produzcan. Han tardado 10 meses más de la cuenta, pero era el PP el que no tenía prisa, porque el paso del tiempo le beneficiaba. Cuanto más tardasen en gobernar, más se retrasaría la puesta en marcha de los planes de Bruselas, lo cual ayudaría a que la economía se recuperase y a que el electorado popular perdido regresase, y haría más evidente la urgencia de un Gobierno, lo que minaría las resistencias de los partidos sistémicos.

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