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El final de la "generación mejor formada de la Historia" y lo que vendrá después
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Esteban Hernández

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El final de la "generación mejor formada de la Historia" y lo que vendrá después

Casi todo el mundo está cansado de Vistalegre II cuando ni siquiera ha comenzado, lo que supone una señal evidente del agotamiento de un proyecto. Importa más el día después

Foto: Errejón, en un acto en Valencia. (EFE)
Errejón, en un acto en Valencia. (EFE)

“La 'generación mejor formada' de la historia de España es también la más mimada, la más consentida, la más ligera, la menos puesta a prueba por la historia. No tiene ni memoria ni —literalmente— experiencias. Nunca se ha jugado nada de verdad y cree ahora, por eso, que todo es un juego. Eso era una ventaja para echar a andar, pero un obstáculo para echar a volar con una cuerda en el suelo”.

La historia de Podemos tiene muchas perspectivas y admite lecturas diferentes, pero pocas como esta, firmada por Santiago Alba Rico, para entender el centro del asunto. Llegó una generación nueva que pretendía cambiarlo todo, e iba a empezar por la izquierda. Trajo nuevas fórmulas, desde la transversalidad hasta el uso de términos como 'casta', desde los círculos hasta la presencia televisiva continua, y prometió además grandes resultados. Arrancó de un modo espectacular, y quizás ese fue el problema. Sus líderes (ambos) creyeron representar una generación diferente, un país diferente, y se veían como los predestinados a cambiar el rumbo de la historia, no solo aquí, sino en toda Europa. Tras la batalla perdida por Tsipras, Podemos era la gran esperanza de la izquierda en la UE.

Un mal escenario para un recién llegado

Muchos meses después del nacimiento del partido, las agendas de sus líderes estaban repletas de medios nacionales, europeos y americanos que les reclamaban, de invitaciones a conferencias y de peticiones de presencia en actos públicos, el típico contexto que te hace pensar que eres grande, que tu responsabilidad es enorme y que tu talento está a la altura. Es un mal escenario para un recién llegado, la verdad, y más aún cuando la gente que tienes a tu alrededor carece de la altura suficiente como para moderar esas señales.

Podemos tomó una decisión llamativa: se zambulló en el pensamiento positivo y comenzó a hacer 'mindfulness' con su electorado

Cuando llegó la hora de la verdad y tocó convertir las expectativas en realidades, quisieron pasar de un discurso de confrontación a otro más amable, y tomaron una decisión llamativa: se imbuyeron de pensamiento positivo y comenzaron a hacer 'mindfulness' con su electorado. Como bien explica Jorge Dioni, Podemos se convirtió en una mezcla de las obras de Paulo Coelho y de 'El secreto' de Rhonda Byrne, dedicándose a repetir insistentemente que ellos eran la fuerza del futuro, que tenían la fórmula, y que el universo político iba a cambiar iluminado por las sonrisas, los abrazos, la ilusión y la fábrica de amor.

Las fantasías y la estructura

Ese mundo virtual en el que vivían era producto no solo del reconocimiento exterior, sino de su propia estructura: los dirigentes estaban siempre rodeados de los suyos, de esos cuyo sustento material dependía de que a su líder le fuese bien, lo cual no suele augurar nada bueno. La mezcla de la burbuja de las fantasías y de la estructura posburocrática que la sustenta, tan frecuente entre las empresas contemporáneas, producía las consecuencias habituales: nadie se atrevía a decir a los jefes que su estrategia era muy pobre y que ese camino llevaba al fracaso, porque hacerlo suponía pagar el precio obvio de la expulsión del círculo de los elegidos.

Las organizaciones están compuestas por sus ideas, su cultura y su reparto de posiciones, pero también por el traidor que cava tu tumba

De pronto, en ese castillo maravilloso, entró la realidad de golpe: el sorpaso no se llevó a cabo, la influencia de Podemos en la investidura fue escasa y los puestos que podían repartir entre los suyos fueron menos de los esperados. Y cuando lo material penetra por sorpresa, tiende a anclarse en la realidad descarnada, que es lo que estamos viendo. Las organizaciones están compuestas por sus ideas, su cultura y su reparto de posiciones materiales, pero también por el perro que te la clava cuando te das la vuelta, los ataques de cuernos (simbólicos o amorosos), por el traidor que pone buena cara mientras cava tu tumba. En fin, la vida misma.

La lógica del 'reality show'

El problema añadido es que, llegados a este punto, han continuado haciendo lo que sabían hacer: televisar las cosas con una transparencia ingenua. Podemos siempre exhibió una extraña capacidad de atracción: primero se quiso saber quiénes eran, de dónde salían y qué pensaban; después sus términos y sus referencias intelectuales se convirtieron en muy populares; después ya solo se hablaba de un puñado de nombres propios (Pablo, Íñigo, Irene, etc.), y finalmente, como ahora, de sus peleas. Es la lógica del 'reality show': la competición puede empezar planteando cuál de los participantes es más ducho cocinando, pero lo que mantiene al espectador pegado a la pantalla es cuál te cae mejor, quién es más simpático o más odioso. Si esas identificaciones funcionan, el 'reality' se dispara; si no, el 'share' se hunde. Podemos está en esa fase: sale en todas partes, pero solo genera cansancio y desinterés.

Necesitan una nueva fórmula política, porque ni el obrerismo de Iglesias ni el 'coaching' de Errejón pueden llegar muy lejos en esta España

El problema, por tanto, no es quién va a ganar en Vistalegre, sino si le importa a alguien. Han dejado tanto suelo quemado que se hace difícil pensar que tendrán una nueva cosecha, y que harán creer a la gente que continúan siendo una formación con posibilidades reales de alcanzar el poder. Hoy están muy lejos, y después de los golpes que vendrán este fin de semana, aún más.

Quizá podrían conseguirlo: necesitarían un buen líder, una estructura coherente con gente de muchos más lugares que los que fueron alumnos o compañeros de Errejón y de Iglesias, y, sobre todo, una nueva fórmula política, porque ni el obrerismo del segundo ni el 'coaching' del primero pueden llegar muy lejos en una España convulsionada por las dificultades materiales, las tensiones territoriales y el cansancio respecto de las instituciones. Tuvieron su momento, pero ninguna de las dos fórmulas que manejan sus líderes vale hoy si lo que pretenden es ser un partido dominante.

Temas fascinantes

La cuestión de fondo no es Vistalegre II, sino el día después; no es quién ganará en una serie de asuntos tan fascinantes y que tanto interés generan en la gente como la incompatibilidad o no para estar en dos ejecutivas a la vez, la independencia de la comisión de garantías, el porcentaje necesario de las bases para convocar las consultas o la representación territorial de elección directa en el Consejo Ciudadano Estatal, sino si el equipo directivo nuevo tendrá la capacidad de salir de esta tierra devastada, de abandonar sus viejas certezas y de establecer lazos reales que ilusionen a sus futuros electores.

Todo subraya el final de una generación de jóvenes que creyeron demasiado en sí mismos y a los que nadie les puso un espejo enfrente a tiempo

La derecha populista lo ha hecho, y no ha sido ni por el camino del 'coaching' ni del obrerismo. Tiene una fórmula que parece superior electoralmente, a la que en Europa y en EEUU las fuerzas de izquierda no parecen saber hacerle frente. Pero esto también es la esencia de lo nuevo en nuestro tiempo: unos cuantos jóvenes inventan algo, que en general suele tener una efectividad mucho menor de la que promete, pero que genera mucha ilusión; cuando se comprueba que lo afirmado estaba muy por encima de su realidad, el interés se apaga, y llega otro grupo de gente que promete otra cosa fantástica, y así sucesivamente. Este es el trabajo de muchos consultores, vendedores tecnológicos y fondos de inversión de lo más dispar, y era lógico que llegara también a la política. Antes fue el populismo de izquierdas, ahora lo que está de moda es el de derecha. En fin, que todo apunta hacia el final de una generación de jóvenes que creyeron demasiado en sí mismos y a los que nadie les puso un espejo enfrente a tiempo.

“La 'generación mejor formada' de la historia de España es también la más mimada, la más consentida, la más ligera, la menos puesta a prueba por la historia. No tiene ni memoria ni —literalmente— experiencias. Nunca se ha jugado nada de verdad y cree ahora, por eso, que todo es un juego. Eso era una ventaja para echar a andar, pero un obstáculo para echar a volar con una cuerda en el suelo”.

Vistalegre II