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El chiste sobre Felipe González y el regreso de Íñigo Errejón
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Esteban Hernández

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El chiste sobre Felipe González y el regreso de Íñigo Errejón

Una broma que ha circulado por WhatsApp estos días retrata a la perfección por qué ha ganado Sánchez y da pistas sobre el futuro de un Errejón que sigue agazapado

Foto: Las razones del triunfo de Pedro Sánchez. (Chema Moya / EFE)
Las razones del triunfo de Pedro Sánchez. (Chema Moya / EFE)

El triunfo de Pedro Sánchez puede parecer un pequeño misterio, al igual que su trayectoria. Fue el candidato que impulsó Susana Díaz para secretario general, el elegido del sector oficialista frente a Madina. Este había contado con el apoyo del aparato, pero lo perdió rápido, y se pensó en Sánchez (joven, atractivo, moldeable) para que sirviera de puente hasta el desembarco de Susana cuando fuese el momento oportuno. Por tanto, sus posiciones políticas no eran ni rupturistas ni antisistema; todo lo contrario, representaba ideas estándar, esas con las que Felipe González, Rubalcaba o Díaz se encuentran cómodos.

Sin embargo, ha ganado las primarias del PSOE por el camino opuesto, y a pesar de (o gracias a) una propaganda que lo dibujaba como un candidato peligroso para el sistema, por su teórica cercanía a los postulados de Podemos, por su sensibilidad con los nacionalismos periféricos y por su negativa a respaldar a Rajoy. No hay mucho de eso. Su asesor económico, Manuel Escudero, representa ideas socialdemócratas clásicas y lo que promueve tiene bastante sentido. Y Sánchez es prosistema, sin duda. Otra cuestión es que a unos y otros les haya convenido dibujar al candidato como un nuevo Corbyn, como el líder que iba a promover un giro a la izquierda en el partido: a los de Susana, para asustar; a los de Sánchez, como juego táctico.

Creyeron que el partido era suyo y que las primarias eran un trámite: si ellos decían a quién había que votar, cómo los militantes iban a hacer otra cosa

Pero nos equivocaríamos al pensar que el impulso que ha recibido Sánchez ha tenido que ver con motivos fundamentalmente ideológicos. Por supuesto que hay afiliados socialistas que desean que su partido sea más de izquierdas, y eso ha influido, pero la razón principal está en otro sitio. El chiste que ha circulado estos días por WhatsApp sobre el expresidente ilustra bien el asunto: “Felipe González apoyó a Almunia y ganó Borrell, apoyó a Bono y ganó Zapatero y ahora ha ido a favor de Susana Díaz y ha ganado Pedro Sánchez. Felipe, por lo que más quieras, el 3 de junio, a muerte con la Juventus”.

El cortijo

Es el hartazgo con una forma de hacer las cosas, con la estupidez gestora que se había instalado en el PSOE y con la altivez de unas personas que habían creído firmemente que el partido era suyo; tanto, que pensaron que las primarias no eran más que un trámite: si ellos decían a quién había que elegir, cómo los militantes iban a hacer otra cosa. De modo que mucha gente no ha votado a favor de Pedro, sino contra Susana. Y contra la gestora, Felipe, Prisa y demás.

Impusieron a Almunia, apoyaron a Bono y ahora han querido enterrar a Sánchez. Pero las bases se les han revuelto una vez tras otra

Es este conjunto de causas lo que ha llevado a Pedro Sánchez a Ferraz mucho más que los programas políticos que, como vimos, resultaban poco o nada relevantes a la hora de la batalla. El chiste sobre Felipe retrata muy bien el contexto: impusieron a Almunia después de perder las primarias y hundió el partido; fueron contra Zapatero, que ganó por los pelos, y llegó a gobernar; le quitaron la silla a Pedro Sánchez en un golpe tan absurdo políticamente como infame en las formas, y han tenido que devolvérsela. No es extraño que las bases estén cansadas de unos líderes que toman el partido como un cortijo, de una línea política que no les resulta nada atractiva y del aplastamiento sistemático de los críticos.

Errejón, en las sombras

Un destino similar puede estar esperando a Íñigo Errejón, el defenestrado del partido contiguo. Con la llegada de Sánchez, se ha tejido la creencia de que su liderazgo sería mucho más provechoso porque facilitaría los pactos con el PSOE, y con ellos la generación de una alternativa real para sacar al PP del Gobierno. Quizá sí, pero no es el momento, máxime cuando esos asuntos ideológicos no son decisivos en este instante y, sobre todo, cuando el control de la estructura de Podemos sigue en manos de quienes le echaron de la primera línea del partido.

Algo del PSOE se está repitiendo en Podemos, y es probable que Errejón pueda volver como salvador si el partido morado sigue perdiendo relevancia

Esta, sin embargo, es una situación circunstancial. El momento de Errejón llegará, porque Podemos irá hacia abajo si el PSOE logra aguantar el tirón o si la estrategia de los morados no se desvía del camino marcado y se convierten en ese partido de izquierdas sin influencia real en la política que tanto parecen anhelar. Además, es muy probable que ese cerrar filas, ese premiar a los fieles y excluir a los otros y esa visión tacticista de la política hagan que el partido pierda peso y canse a los suyos. Si esto ocurre, Errejón podrá regresar como salvador en un momento crítico; y si no ocurre, porque Podemos esté razonablemente situado en el escalafón electoral, es muy posible que sea considerado como el factor necesario para dar el salto definitivo.

Basta con esperar

Por un motivo u otro, el líder aniñado sigue esperando en la sombra. Supongo que ese lugar secundario en el que ahora parece estar tan cómodo proviene de la convicción de que todo lo que tiene que hacer es esperar; como si le bastara sentarse delante del río a ver cómo el caudal arrastra a quienes le han mandado a la segunda fila.

Hacer predicciones en el mundo político es muy arriesgado, porque el mañana está muy, muy lejos del hoy, pero todo apunta a que Errejón tendrá un papel principal (si no el primero) en la escena de Podemos. Si así ocurriese, y después de todo lo recorrido, sería una jugada táctica más (y no de las peores) de las que presenciamos, hacia dentro y hacia el exterior, en la casa de los morados.

Si todo este juego es para que PSOE y Podemos se alíen y pongan al frente a una nueva versión de Zapatero, estamos perdidos

Pero, en realidad, esto es poco relevante políticamente. En los partidos actuales, la estrategia deja de serlo para convertirse rápido en mero tacticismo, y casi todas las acciones se dirigen a perfeccionar el control interno, lo cual tiene efectos inesperados para sus actores, como le ha ocurrido al PSOE de la gestora y le pasará mañana a Podemos. Pero eso no es más que un juego banal en el que todos se miden a ver quién es más ingenioso. Hacer política hoy exige apostar por un nuevo esquema a la altura de los tiempos, que incluya una idea clara de país, una promesa de mejora de las condiciones económicas y vitales de la mayoría de la gente (que sabe ya que las mismas fórmulas no consiguen más que empeorar su vida) y respuestas adecuadas a problemas de nuevo cuño. Este ha sido el secreto del éxito de las fuerzas emergentes en Occidente, sean del signo ideológico que sean, y será también el de quienes quieran contar con una posición fuerte en el panorama electoral español. Exige un esquema claro y propuestas atrevidas, que muy a menudo precisan ir de frente contra lo establecido (y no solo contra el PP y la corrupción). Porque si al final del camino todo lo que se va a salir ganando es que el PP se marche del Gobierno y se aúpe a un nuevo Zapatero, casi mejor nos ahorramos el trayecto.

Y eso es lo peor: que tanto el PSOE como Podemos creen que solo se puede triunfar en las elecciones con el apoyo del adversario. Como en su mente está el hecho de que un partido acabará subordinado al otro, lo que están intentando es ser los primeros en la carrera de la izquierda y obligar al otro a doblar el espinazo. Tienen toda la legitimidad para hacerlo. Pero, en serio, si sois de izquierdas, en lugar de gastar las energías en estos juegos, ponedlas al servicio de una transformación real.

El triunfo de Pedro Sánchez puede parecer un pequeño misterio, al igual que su trayectoria. Fue el candidato que impulsó Susana Díaz para secretario general, el elegido del sector oficialista frente a Madina. Este había contado con el apoyo del aparato, pero lo perdió rápido, y se pensó en Sánchez (joven, atractivo, moldeable) para que sirviera de puente hasta el desembarco de Susana cuando fuese el momento oportuno. Por tanto, sus posiciones políticas no eran ni rupturistas ni antisistema; todo lo contrario, representaba ideas estándar, esas con las que Felipe González, Rubalcaba o Díaz se encuentran cómodos.

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