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La condescendencia: así desprecia la izquierda catalana a la española
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Esteban Hernández

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La condescendencia: así desprecia la izquierda catalana a la española

ERC y buena parte de los soberanistas han mirado con mucha condescendencia a los izquierdistas españoles: eran gente poco decidida destinada a fracasar

Foto: Iglesias y Rufián, en la sesión de investidura de Sánchez. Eran otros tiempos. (EFE)
Iglesias y Rufián, en la sesión de investidura de Sánchez. Eran otros tiempos. (EFE)

La rabia de Rufián respecto de la izquierda traidora (por envidiosa) y su insistencia en señalar con el dedo a los progres españoles, que no son más que españolistas, es un lugar común entre los partidarios de la independencia, en especial si pertenecen al lado zurdo. Y, desde su perspectiva, tienen parte de razón.

Hemos sido muchos los que hemos insistido en que el 'procés' está siendo un clavo en al ataúd de Iglesias, pero, si somos justos, hemos de reconocer que Cataluña ha sido el gran triunfo de Podemos; solo que no son ellos quienes lo están rentabilizando. La redefinición de izquierda que Podemos formuló tuvo una deriva extraña porque se centraba en los traumas de la Transición, en los aspectos no resueltos por las generaciones de izquierda anteriores. Los de Iglesias pusieron en marcha una operación 'vintage', como si quisieran vengar lo mal hecho entonces, y se quedaron en una lectura nada útil para llegar lejos.

La encarnación de lo rancio era el PP; también buena parte del PSOE, e incluso IU, aunque con estos cambiaron de opinión cuando tocó

Era una posición poco adecuada para dar respuesta a los problemas actuales, pero que, por su ambigüedad y su amplitud, creían que iba a generar muchas simpatías. Apostaron por la defensa de la democracia, el rechazo de la monarquía, el ataque a las élites salidas del 78, la memoria histórica, el proceso constituyente, una nueva relación entre las naciones que conforman España y el rechazo de las banderitas rojigualdas y del franquismo, ya que, al fin y al cabo, del Ebro para abajo todo era la continuación sociológica de los tiempos del dictador. La encarnación de todo esto era el PP, así como grandes partes del PSOE, que no se quedaban atrás en ranciedad (a IU también le tocó, pero cambiaron de opinión cuando fue preciso). En resumen, este era su mensaje: el mundo era de los jóvenes (es decir, ellos), que eran los encargados de acabar con un régimen caduco, estrecho y acabado. Más allá de la retórica, sus propuestas se agotaban en avanzar un paso en los temas debatidos en la Transición: más democracia, república, más federalismo (o confederación) y jubilación del régimen del 78.

El cortijo perfecto

En fin, esa era la visión de Podemos y en ella ha profundizado ERC. El soberanismo ha tomado todas estas ideas como propias y las ha utilizado para justificar su posición nacionalista. No querían separarse porque les fuera a ir mejor, ni tampoco porque fuesen insolidarios con el resto de las gentes de España, ni tampoco para convertir su país en un paraíso fiscal o en una república socialdemócrata, ni porque pensaran que la historia les autorizaba: querían irse porque España es casposa, franquista, autoritaria, sojuzgadora y represora, con un Rey que parece regresar al pasado, llena de corrupción y de ineficiencia. Es el cortijo perfecto del régimen del 78, y que el PP gobierne es la prueba. Por eso, nos decían, no pretendían cambiar nada, porque nuestro país es irreformable, ya que el español medio encaja muy bien en ese contexto chusco: la única solución era decir adiós. El camino idóneo para acabar con el franquismo español era la democracia: 'queremos votar' ha sido el lema más repetido en estos meses en el 'procés', una fórmula que había utilizado Podemos en muchas ocasiones para muchas cosas.

Vale, chavales de izquierda, sois muy majos, nos caéis bien, pero formáis parte de ese mundo fracasado que se llama España

Por eso, ahora la izquierda favorable al independentismo, incluidos anticapitalistas y anarquistas, se suma a los ataques de Rufián contra quienes, desde la izquierda, no apoyan la secesión. No son más que revolucionarios de salón, gente envidiosa porque no han sido capaces de tener resultado alguno mientras que ERC sí ha conseguido declarar la república catalana. Era de esperar, porque esta corriente política siempre ha tratado de forma condescendiente a la izquierda española: “Vale, chavales, sois muy majos, nos caéis bien, pero formáis parte de ese mundo fracasado que se llama España”.

Del poder real, ni hablamos

Esta visión es curiosa, porque en su pecado llevan la penitencia. Podemos ha puesto en marcha una fórmula que aplican otros mejor que ellos y cuya relación con la realidad es más que escasa. Si se analizan las estructuras de poder de esta década, ninguno de los elementos privilegiados por esta izquierda se encuentra entre los principales: las decisiones reales se toman en instituciones internacionales, como la UE o el BCE, están supeditadas a intereses de fondos y bancos y muy condicionadas por lo que las agencias de calificación y los mercados esperan y desean. La financiarización está determinando la suerte de las empresas y del empleo, promoviendo concentraciones, reduciendo el número de puestos de trabajo, favoreciendo los mecanismos de huida fiscal y dando lugar a modos de gestión socialmente empobrecedores. La desigualdad es el destino de este esquema, y el horizonte que se nos dibuja promete ser peor. En este escenario, el PP y Rajoy no son más que los cuadros intermedios que dicen sí a lo que Bruselas y los mercados les dicen.

Se han encontrado con la realidad, y lo que hay es el art. 155, la ausencia de cualquier apoyo internacional, las órdenes de la Fiscalía y la prisión

Ignorar esto y centrarse en la reactualización del imaginario progresista de los setenta ha dejado a Podemos en un lugar muy precario. Tras hacer lo más difícil, situarse en lo más alto del mapa político nacional, emprendió un regreso al pasado que lo abocaba a perder respaldo social, a aliarse con las formaciones menos recomendables para estructurar un partido sólido (si vas de la mano de las anticapitalistas, te la van a liar, es un hecho) y, sobre todo, a no identificar bien los problemas que están afectando a la mayoría de la gente. Sin eso, eres un partido destinado a la segunda fila.

La Tercera República española

Centrarse en el viejo imaginario ha llevado a los soberanistas a construir una república imaginaria, que solo funciona en lo virtual pero de la que esperan que en algún momento del futuro se traslade al terreno de lo palpable. De momento, cuando se han encontrado con la realidad, lo que había era el art. 155, la ausencia de cualquier apoyo internacional, las órdenes de la Fiscalía y la prisión. Por eso llama la atención que hayan insistido, y lo sigan haciendo, en que el único desafío al régimen del 78 en la España de los últimos tiempos lo han promovido ellos. Tardà aseguraba que “Cataluña va a ser el elemento que dispare ese proceso constituyente que quizá podría culminar con la proclamación de la Tercera República española”, y Rufián que “también lo hacemos por España; creemos firmemente que la única derrota que tiene Rajoy en el horizonte es el referéndum de Cataluña”.

Si todo sigue así, y la Fiscalía continúa metiendo a gente en la cárcel, el Gobierno de ERC en Cataluña tras el 22-D será un hecho

De momento, unos y otros han conseguido todo lo contrario de lo que decían pretender: Rajoy y el PP están firmes, Cs creciendo, el PSOE haciendo equilibrios en el alambre y Podemos en la pendiente; la monarquía, bastante mejor que últimamente; lo que llaman régimen del 78 ha salido reforzado, y si hubiera elecciones generales, la derecha tendría mayoría absoluta; y la luz subiendo, los salarios de aquella manera, el poder adquisitivo descendiendo y la desigualdad en aumento. Todo un desafío que ha hecho temblar las estructuras, vaya.

El Govern, en el horizonte

Pero en algo tienen razón Rufián y sus compañeros de la izquierda catalana cuando miran con aire de superioridad a sus primos españoles. Porque si todo sigue así, y la Fiscalía continúa emitiendo órdenes sin parar y metiendo a gente en la cárcel, el Gobierno de ERC en Cataluña tras el 22-D será un hecho. Al final, a Esquerra le saldrá bien la jugada. El PP aprovechará para hacer elecciones en España y asegurarse el gobierno con los votos de Cs, y los de Junqueras llegarán al Govern como defensores de la democracia y de la patria. En fin, todo lo que Podemos quiso hacer y no pudo.

La rabia de Rufián respecto de la izquierda traidora (por envidiosa) y su insistencia en señalar con el dedo a los progres españoles, que no son más que españolistas, es un lugar común entre los partidarios de la independencia, en especial si pertenecen al lado zurdo. Y, desde su perspectiva, tienen parte de razón.

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