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Lo que no se puede decir (o te tildarán de mentiroso)
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Esteban Hernández

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Lo que no se puede decir (o te tildarán de mentiroso)

Las 'fake news' revelan un problema serio de nuestro sistema político y económico, pero no en el sentido que se suele describir. Señalan una deficiencia sistémica profunda

Foto:  El secretario general de la OCDE, el mexicano Ángel Gurría. (EFE)
El secretario general de la OCDE, el mexicano Ángel Gurría. (EFE)

Primero lo llamaron posverdad, después 'fake news', incluso 'bots' rusos, y mañana quizá tenga otra denominación, pero todos estos conceptos aluden al mismo fenómeno: son una suerte de explicación de quienes tienen el poder en nuestras sociedades acerca de por qué la gente ha dejado de seguirles, de por qué una mayoría de la gente ya no acepta los hechos que se les sirven como ciertos.

Pero, como ocurrió antes con el populismo, el concepto se convirtió en una proyección, en la externalización de la culpa. Se construyen enemigos exteriores, aquellos que difunden mentiras, y a los que se atribuyen prácticas que ya estaban llevando a cabo nuestros políticos y financieros sistémicos. Todos ellos habían utilizado técnicas populistas durante años, pero cuando otros jugadores comenzaron a sacar partido de ellas, les señalaron con el dedo como si estuvieran perturbando enormemente un escenario bien establecido, riguroso y sólido. La realidad es otra: el populismo no es la causa, sino la consecuencia; es el producto de una reacción contra un sistema que no está funcionando, que está dejando muchos perdedores por el camino y que, por lógica, han decidido tomar otros caminos políticos. En otras palabras, si el sistema operase correctamente no habrían surgido esta clase de movimientos. Como no es así, conviene encontrar alguna justificación, y las 'fake news' forman parte de algo perverso: en lugar de corregir los problemas, se sigue haciendo lo mismo y se proyectan los males sobre enemigos internos o externos.

Pensiones y 'fake news'

Nuestra sociedad está construida habitualmente a partir de una serie de verdades a medias, cuando no mentiras, que son interpretadas de la manera más conveniente para quienes detentan el poder en nuestra sociedad. Un ejemplo claro de cómo funciona todo esto lo hemos tenido recientemente en el enésimo aviso de las instituciones internacionales, en este caso la OCDE, acerca de las pensiones españolas. En la séptima edición de su estudio 'Pension at a glance', advierte a España de que es el segundo país de las economías desarrolladas que envejecerá más rápido. Según sus estimaciones, en 2050, por cada 100 personas en edad de trabajar (entre 20 y 64 años) habrá 77 personas en edad de jubilarse. Actualmente este porcentaje está en el 31%, lo que significa que en poco más de 30 años la tasa de dependencia se disparará en 48 puntos.

Ya que habrá muchas menos personas trabajando y el número de pensionistas aumentará, el sistema será insostenible, ¿no? Pues no es así

Detrás de estos análisis de futuro existe la intención de empujar a España a que realice reformas para mitigar el gasto en pensiones. Ya se ha acordado la elevación progresiva de la edad de jubilación hasta los 67 años en 2027 o la introducción del índice de revalorización de las pensiones, que viene limitando la subida anual de las prestaciones al 0,25% desde 2014, pero aun así son necesarios más cambios para que las pensiones no quiebren, nos dice la OCDE.

Los Estados, bajo presión

Su fórmula es comprensible: dado que habrá muchas menos personas en edad de trabajar y el número de mayores con derecho a pensión aumentará, es imprescindible tomar medidas que rebajen las cantidades a cobrar, así como retrasar la edad de jubilación al máximo, para que las pensiones sean sostenibles. Al margen de la intención de empujar a los cotizantes a que suscriban planes de jubilación privados, hay una enorme presión para que los Estados reduzcan su gasto, también en estas partidas. Pero parece sensato, porque con las cifras aportadas, ningún sistema se sostendría, ¿no?

El mismo diagnóstico se formuló hace dos y tres décadas respecto de las pensiones del presente, y la gente las sigue percibiendo

Falso. No voy a entrar en un hecho evidente, como es que estamos hablando de unas previsiones para 2050, cuando la cantidad de cosas que pueden haber pasado de aquí a entonces hacen estas especulaciones altamente especulativas. Tampoco voy a señalar, como argumentan los partidarios de la MMT, la Teoría Monetaria Moderna, que estos factores son poco relevantes para cumplir con las obligaciones con los pensionistas, que vendrían respaldadas por los Estados y no por la diferencia entre ingresos y gastos. Pero sí voy a citar algo muy evidente, porque lo he vivido y porque el sentido común así lo indica.

¿Faltarán trabajadores?

Desde hace décadas vengo escuchando este argumento: habrá mucha menos gente que trabaje en el futuro porque habrá más viejos que jóvenes, con lo que las pensiones serán insostenibles. Lo dijeron en los 80 respecto de la década inicial del siglo XXI y en los 90 respecto de la nuestra. Y no ha sido así. Entre otras cosas por algo que conocemos bien: cuando fue necesaria mano de obra, llegaron muchísimos emigrantes que son hoy parte habitual de nuestras poblaciones. Y si algo se puede asegurar respecto del futuro cercano, es que no van a faltar trabajadores: grandes cantidades de seres humanos que viven más allá del Mediterráneo estan deseosos de venir a trabajar a España. Tanto es así que se juegan la vida todos los días por llegar aquí, y si seguimos por este camino, aseguran los expertos, esas migraciones serán aún mayores. En este contexto, pensar que va a faltar mano de obra parece un sinsentido.

Si la tesis de la OCDE es correcta, lo que haría falta es crear más empleo y mejor pagado, y esa debería ser la tarea esencial de los Estados

El problema es otro. Si diéramos por buena la tesis de la OCDE y todo fuera un simple asunto de ingresos y gastos, lo que haría falta serían muchos empleos que cotizasen, de manera que las cantidades que necesitaran los pensionistas pudieran ser sufragadas por quienes están trabajando. Es decir, la OCDE debería empujar a España en la obvia dirección de crear más empleo, de esa clase que realmente aporta a las arcas estatales, y no del temporal de bajísimos salarios, y así empezar a hacer sostenibles las pensiones del futuro.

El marco alternativo

Pero no es así. Nuestros expertos inventan unas proyecciones que podrán ser ciertas o no, dado que sólo podrán confirmarse dentro de 30 años, y a las que otorgan una lectura muy poco rigurosa, si nos atenemos a la realidad desnuda. Se construye así un marco alternativo en el que parece que a los Estados no les queda más remedio, con todo el dolor de su corazón, que pagar menos a los pensionistas, que retrasar la edad de jubilación y que reducir el número de personas con derecho a ella. Cualquier persona previsora, ante este escenario, acudirá lógicamente a los mecanismos privados de protección, que siempre se gestionan mejor y que no están en peligro como las cuentas públicas. Otro día hablaremos de esto, por cierto.

Aceptamos estas verdades a medias como si fueran una realidad inevitable, cuando no son más que los efectos de un modo de gestión muy deficiente

Todo ese marco, expuesto así, es 'fake'. Hay otras posibilidades, hay otras formas de gestión y hay acciones que se pueden realizar para que en el futuro sean sostenibles. Pero no pasan por el simple ahorro, por los recortes y por la expulsión: pasan por crear un sistema que genere más ingresos, es decir más trabajos, y no menos, como propone la OCDE.

El error de los dirigentes

Sin embargo, aceptamos estas verdades a medias, estas lecturas interesadas y estas 'fake news' como si fueran una realidad inevitable, cuando no son más que los efectos de un modo de gestión político y económico altamente deficiente. Entender esto, sin embargo, implicaría graves consecuencias, porque quienes toman las decisiones en nuestros países se verían obligados a replantearse sus acciones, a imaginar otros modos de dirigir y a construir sociedades en las que mucha más gente saliera beneficiada que perjudicada. Significaría reconocer que se están equivocando y, por tanto, que las cosas pueden corregirse. Pero no es así, y prefieren señalar con el dedo a los enemigos imaginarios, a las informaciones mentirosas, a los viejos retrógrados que votan en contra de lo esperado, a los populismos y demás ismos, o a cualquier otra excusa que encuentren por el camino. Sí, en nuestra sociedad hay cosas que resulta difícil decir, pero hay que hacerlo.

Primero lo llamaron posverdad, después 'fake news', incluso 'bots' rusos, y mañana quizá tenga otra denominación, pero todos estos conceptos aluden al mismo fenómeno: son una suerte de explicación de quienes tienen el poder en nuestras sociedades acerca de por qué la gente ha dejado de seguirles, de por qué una mayoría de la gente ya no acepta los hechos que se les sirven como ciertos.

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