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Esteban Hernández

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Rivera y el problema de Rajoy con las élites

El poder global está reaccionando a los cambios en nuestra sociedades y en sus votantes, y está reemplazando a viejos partidos por otros nuevos. Puede ocurrir en España

Foto: Albert Rivera en Fitur. (EFE)
Albert Rivera en Fitur. (EFE)

Una de las cosas más llamativas de Ciudadanos, y en particular respecto de su líder, Albert Rivera, es la diferente consideración que se tiene de su ideología según preguntes a un lado u otro de la línea política. Para la izquierda, representa a la derecha, a menudo en su versión más dura. Para esta, incluso para la derecha liberal, tiene un aire marcadamente socialdemócrata que le hace estar más cerca del PSOE de Almunia y Solana que del Partido Popular. Que Felipe González asegure que se ha reunido con él o que se haga fotos con Renzi vendrían a ratificar esa perspectiva.

Más allá de la visión que cada cual puede tener de Ciudadanos y de su líder, Rivera encarna muchos elementos de la política contemporánea, relacionados con el aspecto juvenil, con la sensación de novedad, y con la imagen de renovador que podría agradar tanto a votantes de la derecha como del centro izquierda, un poco a lo Macron.

Rajoy también tiene enemigos entre las élites, y su partido está seriamente deteriorado. Rivera es una opción que ven con mucho agrado

El caso es que este es el perfil que gusta en Europa, y el que más agrada a las élites actuales. No hay que olvidar que Rivera fue invitado al Club Bilderberg en un par de ocasiones (la primera vez delegó en Garicano y la segunda acudió gustoso). Allí fue presentado por Juan Luis Cebrián (no podemos olvidar la simpatía que 'El País' tiene con Ciudadanos) y por Ana Botín, que le definió como una joven promesa de la política. Por cosas como esta es considerado como el reemplazo de Mariano Rajoy al frente del Gobierno, y no solo como una posibilidad remota.

Los populares resisten

El PP y Rajoy también tienen enemigos entre las élites, su partido está seriamente deteriorado tras años en La Moncloa, la corrupción y demás, y siguen perdiendo peso social. Hay que recordar todo lo que hubo que pasar para que, después de ganar las elecciones, Mariano fuera investido. En este orden, podríamos tener la tentación de ver el asunto en términos meramente nacionales y señalar cómo los populares están todavía fuertes en algunos territorios, cómo hay una masa de votantes fieles, cómo es probable que puedan hacer frente a los embates de su aliado (y sin embargo rival). También podríamos considerar el apoyo que los populares podrían recibir de sectores más tradicionales por la desconfianza que les causa Rivera y, sobre todo, que queda tiempo para las elecciones, y lo que hoy parece que va mal, mañana puede ir mucho mejor.

La preocupación que cohesiona todos los análisis de Davos de este año es cómo recomponer la unidad rota del mundo global

Pero hay otros factores además de las variables nacionales. El Foro Económico Mundial comienza la semana próxima y su lema es 'Crear un futuro compartido en un mundo fracturado'. Como es bien conocido, en Davos se reúnen las élites de la globalización, con sus fiestas privadas, los millonarios que persiguen chicas jóvenes con una copa en la mano y demás. Pero también hay debates y conferencias, y suelen ser muy representativas de los problemas a los que se enfrentan nuestras sociedades, o al menos de los problemas que las élites creen que tenemos.

Aunque formulados de otra manera, los asuntos que se analizarán en Suiza ya nos han sido explicados por diferentes analistas nacionales: las amenazas emergentes, el regreso del nacionalismo, los nuevos bloques, las ciberguerras, incluida la posverdad, y temas de ese calado. La preocupación que cohesiona a todos estos elementos dispersos es cómo recomponer la unidad rota del mundo global, o al menos cómo asentar lo que queda de él.

Adiós al populismo

En la edición del pasado año, los desvelos eran otros. Trump acababa de ser elegido, el Brexit se había producido y asomaban en el horizonte las elecciones francesas y Marine Le Pen. Los populismos, así como las frustraciones de las clases medias occidentales, esa gente acabada que quería vivir por encima de sus posibilidades, fueron el punto central. Ahora estamos en otro contexto, porque esos peligros parecen desactivados: la economía (en esa escala) vuelve a ir bien, los populistas están controlados, salvo Trump (que lo único que ha hecho es pelearse con todo el mundo y bajar los impuestos a los ricos, o sea que bien), Macron está al frente de Francia y la alianza habitual se ha consolidado en Alemania; incluso en Reino Unido se vuelve a hablar de un segundo referéndum acerca del Brexit.

Cuando el mundo global mira a España, encuentra con un país paralizado, con el problema de los nacionalismos y con un partido débil en el poder

Falsa alarma, pues. Ahora tocan otras cosas. En concreto, hay que impulsar la UE, que está un poco parada, protegerse del peligro de los nacionalismos, cuidarse de los cambios en la Europa del Este, defenderse de los rusos y reasentar el globalismo liberal contra sus críticos. Ese es el propósito declarado de Macron, que es un buen representante de esta mentalidad.

Rivera cumple con los requisitos

Y cuando estas élites miran a España, se encuentran con un país paralizado, con el problema de los nacionalismos sin resolver y con un partido en el poder que solo cuenta con un endeble apoyo parlamentario, lo que le impide aprobar cualquier cosa que no sea aquellos asuntos imprescindibles para ir tirando. Las élites europeas demandan estabilidad, pero también impulso para seguir haciendo las reformas necesarias, y un Gobierno de perfil bajo no va a cumplir con esas necesidades. Hace falta salir de ese 'impasse', y eso suele pasar por figuras nuevas. Rivera cumple con los requisitos, cuenta con muchas simpatía entre esas élites (y cada vez más entre las nacionales) y se ha convertido en su preferido para desatascar España.

Los partidos tradicionales tienen un doble enemigo: no gustan a muchos de los votantes, pero tampoco a las élites, que buscan recambio

No es tan improbable electoralmente. Ciudadanos tenía un gran escollo, porque al convertirse en muleta de la formación en el Gobierno su destino era ser fagocitado en las siguientes elecciones. Pero Cataluña, la incapacidad del PP y los apoyos mediáticos les están dando alas. Tiene las municipales por medio, que pueden ser un problema serio, pero si consigue asentarse hasta ser la segunda fuerza en las generales, el PP saldrá del poder para que entre Rivera.

Contra la política habitual

Hemos de entender que la política tradicional tiene un doble enemigo, lo que se ha notado especialmente en la izquierda socialdemócrata, y ahora lo están empezando a sentir algunos partidos conservadores: Trump ganó contra el partido republicano y Macron contra Fillon y los suyos. De modo que, por una parte, está la reacción de la gente, del votante medio, cada vez más cansado de las corruptelas, de la hipocresía y de la ineficacia, y que cuando la economía se ha torcido —abocando a que buena parte de la sociedad descienda en su nivel de vida o esté asustada porque puede tocarle—, se ha vuelto contra la política institucional y sus representantes.

Esta sustitución de las viejas estructuras de poder político por otras nuevas, con líderes y partidos diferentes, es una constante de nuestra época

Pero, por otra, están las élites, que han dejado de confiar en sus hasta entonces aliados y han decidido apoyar a las caras nuevas, a la gente que podía generar confianza a un electorado cansado y en repliegue. En el terreno cercano, ocurrió primero con Renzi, después con Macron y quizás en el futuro con Rivera. Esta sustitución de las viejas estructuras de poder político por otras nuevas, con líderes y partidos diferentes, es una constante de nuestra época. De modo que Rajoy y el PP lo tienen difícil, porque cuentan con enemigos en un lado y en otro.

La 'tercera vía' de la derecha

En esa tesitura, Rivera da mucho más el perfil para el mundo de Davos y del Bilderberg que Rajoy. Como algunos líderes de la socialdemocracia reciente, combina el programa económico liberal con aspectos culturales de la izquierda (es agnóstico, separado, proaborto) y constituye una suerte de 'tercera vía' traída ahora desde la derecha. No es conservador, y pretende seguir avanzando en un programa que gusta a las élites globales, tiene el perfil joven, no contaminado, y se desenvuelve con la soltura cosmopolita que agrada fuera de aquí. De modo que cuenta con bastantes papeletas.

De modo que lo que nos espera si llega Rivera al poder es lo de últimamente: más políticas liberales, más impulso a las reformas en esa dirección, un Estado de bienestar más débil, más concentración empresarial y más peso de la financiarización. En definitiva, más derecha. Rivera no es otra cosa que una parte de esa renovación que se está realizando en el mundo político, también impulsada por las élites. Como si fueran un fondo activista, parece que quieren reemplazar al CEO actual, viejo y agotado, pero con la habilidad del perro viejo para resistir, por un nuevo dirigente que infunda confianza. Nunca se sabe pero, por seguir con el símil, cuando los inversores activistas se ponen en marcha suelen lograr su objetivo.

Una de las cosas más llamativas de Ciudadanos, y en particular respecto de su líder, Albert Rivera, es la diferente consideración que se tiene de su ideología según preguntes a un lado u otro de la línea política. Para la izquierda, representa a la derecha, a menudo en su versión más dura. Para esta, incluso para la derecha liberal, tiene un aire marcadamente socialdemócrata que le hace estar más cerca del PSOE de Almunia y Solana que del Partido Popular. Que Felipe González asegure que se ha reunido con él o que se haga fotos con Renzi vendrían a ratificar esa perspectiva.

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