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Esteban Hernández

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La advertencia de Borrell que nadie parece escuchar

El fin de semana pasado nos demostró que los cambios en el mundo son profundos y que nos dirigen hacia un nuevo escenario. Pero España sigue anclada en los viejos modelos

Foto: Merkel y Trump, durante el G-7. (EFE)
Merkel y Trump, durante el G-7. (EFE)

Mientras en España estábamos pendientes del carrusel de cambios y sustituciones, en el mundo pasaban cosas, que diría Rajoy, y muy reveladoras. Ocurrió el pasado fin de semana en el G-7, cuando Trump hizo explícita la política que lleva tiempo aplicando: el aliado tradicional de Europa ha emprendido camino en solitario, y no se trata de que no nos quiera a su lado, sino de que nos hemos convertido en su objetivo. Al menos en lo comercial.

La peculiar forma de poner sobre la mesa su hostilidad fue muy Trump, ya que, tras firmar una declaración conjunta del G-7, decidió retirar a su país de él mediante un tuit. Pero los argumentos que utilizó son todavía más llamativos que las formas, ya que insistió en ese “el mundo nos roba” que parece susurrado a su oído por Puigdemont, Salvini o May.

El adalid del libre comercio

Según Trump, el gran perdedor del mundo global es EEUU, una situación que debe corregirse de inmediato. Hay naciones, particularmente las europeas, que se han aprovechado del cobijo que su país les ha brindado y que ahora continúan obteniendo ventajas de la relación. Por ejemplo, en el terreno comercial. Este argumento es fácilmente comprado por buena parte de sus compatriotas, pero también en el exterior, en la misma UE, cuenta con partidarios. No hay más que leer a Daniel Lacalle dando la razón a Trump y vendiéndole como el adalid del libre comercio verdadero y no como ese partidario del proteccionismo al que tanto habían criticado.

El marco lo inventaron los 'neocon' y funciona así: Trump está restringiendo el libre comercio, pero lo hace porque los demás países son hipócritas

Las razones que expone Lacalle también son conocidas, porque inciden en el marco discursivo que los 'neocon' pusieron de moda hace casi dos décadas, y que les servía para legitimar reactivamente decisiones injustas o ilegales: dado que los demás hacían lo que no debían, ellos estaban autorizados a contestarles en el mismo plano, incluso saltándose las normas o dictando otras más duras. La idea es la misma: sí, Trump está restringiendo el libre comercio, pero lo hace porque en realidad el resto de los países colocan fuertes barreras, y sería absurdo no actuar igual que ellos. Los demás son unos hipócritas, porque engañan a EEUU con el libre comercio, por lo que Trump está legitimado a actuar con la fuerza precisa para que la relación sea justa.

El poder económico estadounidense

Sin embargo, las cosas son un poco más sencillas que toda esa retórica. Existen unas cifras oficiales acerca del balance comercial que difieren según la fuente: la UE señala que el saldo es favorable a EEUU en 14.000 millones de dólares y los estadounidenses afirman que los europeos salimos ganando de largo en 2017, por 101.000 millones. A partir de ahí, podemos enredarnos en realizar bien las cuentas, en señalar cuáles son los elementos que se contabilizan y cuáles no, pero eso sería no entender que las cifras y la realidad a veces no son lo mismo. El poder económico estadounidense es muy superior al europeo, empezando por que Google, Microsoft, Amazon, Apple y Facebook tienen esa nacionalidad. Los grandes bancos y fondos de inversión están situados en Wall Street y su capacidad de captación de recursos y de mediación global es enorme. Buena parte de las empresas europeas están participadas por fondos que tienen su base en EEUU, y no pueden entenderse buena parte de los juegos especulativos a travé del 'shadow banking' sin actores norteamericanos... Y además, los desarrollos en el sector tecnológico están focalizados en Silicon Valley. Desde esa perspectiva, afirmar que EEUU sale perdiendo en lo económico con Europa es una simplicidad, se hagan como se hagan las cuentas del balance comercial.

El comercio con Francia es complicado a causa de la UE. Preferiría tener acuerdos solo con Francia. La UE es muy dura

La realidad es otra. EEUU ha decidido dar un paso adelante y marchar en solitario. En ese nuevo escenario, la UE es un rival comercial, por lo que Trump está desarrollando una estrategia decidida a minar a la Unión, y especialmente a Alemania. El Brexit es parte de esto, y también lo explicitó Trump durante la reunión con Macron en Washington: “El comercio con Francia es complicado a causa de la UE. Preferiría tener acuerdos solo con Francia. La UE es muy dura con nosotros y eso tiene que cambiar”. Un escenario en el que la UE no existiera y que, por tanto, posibilitase tratados comerciales bilaterales sería particularmente provechoso para EEUU, ya que gozaría de condiciones más favorables que las negociadas con la Unión, cuyo poder de resistencia es mayor que el de sus partes aisladas.

Borrell y el eje europeo

Esa es la intención de Trump, y las tensiones internas dentro de la Unión también tienen que ver con este cambio: nuestros dirigentes y especialistas a menudo dicen Putin cuando quieren decir Trump. Pero el problema verdadero no es que los EEUU estén presionando, sino nosotros mismos. La advertencia de Borrell con el Aquarius es buena muestra, ya que el nuevo ministro quiso que el barco llegase a Valencia pero recordó al mismo tiempo que “necesitamos que la UE se tome en serio que las fronteras son de toda la Unión, y no solo italianas o españolas”. Ciertamente, la UE solo podrá sobrevivir si existe cohesión, es decir, si existe visión unitaria y solidaridad interior. A eso se refería Borrell. Y mientras el ministro decía estas cosas, se anunciaba el eje Berlín-Viena-Roma para proteger sus territorios de la inmigración.

Existe una alianza entre Holanda, Irlanda y los países nórdicos para presionar a los del sur y frenar la integración de la UE

Esto comienza a sonar mal. Macron parecía la última esperanza europeísta, pero sus tesis llevan hoy las de perder, y no digamos ya las que son un poco más progresistas. Las tensiones son grandes porque, como señalaba Josep Piqué, existe una alianza entre Holanda, Irlanda y los países nórdicos para presionar a los del sur y frenar cualquier tipo de integración de la UE.

Países ricos, países pobres

Es este contexto el que está fomentando la aparición de los populismos de derecha, que vienen particularmente bien a los EEUU de Trump. Pero la UE sigue ciega a las necesidades comunes, y veremos qué ocurrirá cuando se lleve a efecto la retirada de la compra de deuda y se suban los tipos de interés, lo que no parece el mejor escenario. Que los países ricos vayan por un lado y los pobres por otro no es la mejor idea, pero en ello estamos.

Y mientras tanto, España sigue pensando en términos de lo que fue, y no en lo que viene. El Gobierno técnico de Sánchez posee un perfil continuista, de sujeción a Bruselas y a Alemania, que es lo que toca, y sus nombramientos no apuntan a que exista una renovación imprescindible, y menos en lo estratégico. Seguimos anclados en las tesis de que la UE debe cambiar, pero nada apunta en esa dirección, todo lo contrario. De modo que haríamos bien en empezar a pensar cómo forzar ese giro europeo imprescindible y qué alternativas tenemos. Necesitamos cambiar de estrategia, pero no nos lo estamos planteando. Sigamos haciendo chistes mientras con Màxim y Lopetegui.

Mientras en España estábamos pendientes del carrusel de cambios y sustituciones, en el mundo pasaban cosas, que diría Rajoy, y muy reveladoras. Ocurrió el pasado fin de semana en el G-7, cuando Trump hizo explícita la política que lleva tiempo aplicando: el aliado tradicional de Europa ha emprendido camino en solitario, y no se trata de que no nos quiera a su lado, sino de que nos hemos convertido en su objetivo. Al menos en lo comercial.

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