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Esteban Hernández

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Casado y el declive de la derecha tradicional

El nuevo líder del PP, apadrinado por Aznar, ha diseñado una estrategia tan ruidosa como torpe. Y como ruido de fondo, la transformación que está viviendo la derecha europea

Foto: Casado y Aznar. (EFE)
Casado y Aznar. (EFE)

La derecha española no es como la europea o la estadounidense. Aquí, las nuevas fuerzas populistas no han arraigado, y el impacto de Vox, si hacemos caso al CIS, es menor. Además, hay grandes diferencias de programa, porque si los dextropulismos buscan la ruptura, se manifiestan claramente contra la UE, abogan por un nuevo proteccionismo y quieren reescribir las reglas acerca de la inmigración, PP y Cs apuestan por el neoliberalismo internacionalista y el europeísmo a ultranza.

Podría pensarse que ya que no copian las ideas de las derechas emergentes, las españolas sí están imitando sus formas, y que dentro de poco veremos a un diputado del PP o de Vox poner el zapato encima de los papeles de cualquier ministro. Pero tampoco es el caso de los populares, que llevan muchos años con la misma estrategia comunicativa, a la que Casado simplemente ha añadido un poco más de juventud y de ardor. En concreto, desde que Aznar descubrió que le gustaban mucho el 'running' y los 'neocon' y salió a conquistar el mundo, la forma de hacer del PP ha consistido en arrinconar a sus rivales a partir de frecuentes acusaciones de extremistas, radicales, estúpidamente ingenuos o ideológicamente desatados, amplificando las “retóricas de la intransigencia” que con tanta precisión definió Albert Hirschman.

Los medios combativos

Esa manera de actuar comenzó durante la segunda legislatura aznarista y se intensificó cuando perdieron las elecciones de 2004. En aquel entonces, los nuevos canales, como la TDT, y los programas de radio combativos, por llamarlos así, colaboraron de forma muy eficaz a la hora de cohesionar un partido que había salido sorpresivamente del poder. Era la época en la que todo el mundo, si se oponía a los criterios del PP, era etarra, venezolano y cubano.

Casado piensa que siendo más agresivo cohesionará el partido y frenará las fugas hacia Vox y Cs. Y no tiene mucha pinta

Con la llegada al poder de Rajoy tampoco cambiaron mucho las cosas, aunque se redujese la hostilidad de los comentarios acerca de la oposición. Y el nacimiento de Podemos fue la excusa perfecta para regresar con mayor convicción todavía a la dinámica de siempre. Los enormes peligros que suponían Iglesias y los suyos para cualquier cosa eran continuamente puestos de manifiesto, una táctica que les sirvió, entre otras cosas, para forzar al PSOE, mediante una revuelta interna, a dar el poder a Rajoy tras las últimas elecciones generales.

Tercera fuerza

Ahora que han salido del Gobierno, Casado insiste en esa misma táctica, quizá pensando que ayudará a cohesionar el partido, que cerrarán la puerta con una táctica agresiva a la posible fuga hacia Vox y que recuperarán terreno respecto de Ciudadanos. Puede ser, pero no tiene ninguna pinta. La encuesta del CIS es muy reveladora en ese punto, si nos fijamos en la intención de voto directo (sin cocina de ningún tipo, ni la que le reprochan a Tezanos ni ninguna otra), ya que el PP aparece como tercera fuerza con un escaso 12%.

Que Aznar sea la inspiración de Casado vuelve perfectamente comprensible el escenario de confrontación tan radical en el que nos movemos

Parte de esos malos resultados también pueden ser achacables a que el intento de reunificar la derecha por la vía de la descalificación, la exageración y los adjetivos continuos quizá no sea buena idea. No es extraño que Aznar haya salido en apoyo de Casado, porque con ese padrino ya sabemos qué puede esperarse: fue el presidente del Gobierno que mintió con el Prestige, que mandó a España a invadir Irak contando aquella falacia de las armas de destrucción masiva, el que mintió en el Yak-42, el que eligió para que le acompañasen en su Gobierno a un montón de ministros imputados, el de los invitados de la Gürtel a la boda de su hija y el que llamó por teléfono a los medios para afirmar que inequívocamente había sido ETA la organización que había atentado del 11M. Ese espléndido gobernante es la inspiración de Casado, lo cual hace más comprensible el escenario actual: golpes de Estado por aquí y allá, venezolanos por todas partes, okupas en La Moncloa y demás puñetazos dialécticos a la realidad, más que a los adversarios, que les irán arrinconando todavía más.

El precio que han pagado

En el PP no están muy preocupados, pero deberían. Siendo cierto que España es diferente, y que esa transición entre el viejo orden político y el nuevo se ha quedado a medio camino, los partidos tradicionales han pagado un precio elevado. El PSOE está de nuevo en el Gobierno, pero tiene que apoyarse en Podemos y en otro par o tres de partidos para gobernar, y el PP ha visto cómo su electorado se ha fraccionado en tres.

El declive de la derecha tradicional occidental no tiene que ver solo con el desgaste típico de años en el poder. Hay mucho más

Pero no es solo eso. La derecha tradicional occidental está en crisis. Trump no solo venció en las elecciones al partido demócrata, sino que antes se había cargado al 'establishment' republicano. Macron ha ocupado el espacio político de la derecha en Francia, y Salvini y Di Maio han construido una nueva derecha italiana. El UKIP llevó a los conservadores británicos fuera de Europa y Merkel lo está pasando mal con el nacimiento de AfD, una deriva que también se vive en los países del norte, como Suecia. Y eso por no hablar del este de Europa, donde las derechas populistas están construyendo un nuevo mapa político.

Ideas nuevas, ideas viejas

Este declive de la derecha tradicional no tiene que ver únicamente con el desgaste típico de años en el poder, la corrupción y demás. En algunos casos, han surgido nuevos actores, como Macron en Francia (o Rivera aquí), que defienden las viejas ideas con caras más jóvenes, pero no es lo común. Las nuevas derechas occidentales tienen otros planteamientos, otros programas y otras perspectivas, y ese es el centro de su auge. Que Salvini defienda sus presupuestos frente a la UE señalando que con los ajustes de Europa su deuda no ha parado de crecer, y que hace falta invertir para recaudar más en lugar de recortar, hace muy palpable la ruptura con la derecha tradicional, cuyo programa está encaminado por completo a hacer cumplir lo que Bruselas dicta.

Hay más diferencias, en tono y en contenido, como las anteriormente citadas, pero todo señala que se ha abierto una nueva época en la que las derechas tradicionales lo van a pasar mal. Y lo mismo a varios partidos de ese corte les sucede lo que ha ocurrido con formaciones socialdemócratas, que han acabado desapareciendo. No debería el PP confiarse al reparto de descalificaciones aquí y allá como instrumento de futuro, entre otras cosas porque esa es una buena vía para Ciudadanos. E incluso para Vox. Pero con Aznar todavía sobrevolando Génova y con uno de sus acólitos al frente de los populares, poca cosa más se puede esperar.

La derecha española no es como la europea o la estadounidense. Aquí, las nuevas fuerzas populistas no han arraigado, y el impacto de Vox, si hacemos caso al CIS, es menor. Además, hay grandes diferencias de programa, porque si los dextropulismos buscan la ruptura, se manifiestan claramente contra la UE, abogan por un nuevo proteccionismo y quieren reescribir las reglas acerca de la inmigración, PP y Cs apuestan por el neoliberalismo internacionalista y el europeísmo a ultranza.

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