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El problema español con las derechitas cobardes
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Esteban Hernández

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El problema español con las derechitas cobardes

El tablero político nos arroja a una confrontación múltiple que obligará a Cs a elegir. Pero bajo ese manto electoral, late la pobreza de ideas de los conservadores y liberales patrios

Foto: Albert Rivera, junto a Pablo Casado, en una foto de archivo. (EFE)
Albert Rivera, junto a Pablo Casado, en una foto de archivo. (EFE)

Suele decir Ramón González Férriz que nos fijamos mucho en la crisis de la izquierda y que tanta atención en un lado del espectro político hace que reparemos escasamente en la crisis de la democracia cristiana. Pero cabría decir que, más que a una opción política concreta, a lo que no prestamos atención es al fracaso de una derecha razonable, esa que es capaz de establecer puntos de encuentro y de consenso, que está dispuesta a operar pragmáticamente por el bien de España y que sabe alejarse de sus dogmas cuando la realidad los revela inútiles. Eso es lo que está desapareciendo, y más aún del mapa político español.

Esta deficiencia queda mucho más de manifiesto por nuestro momento político, en el que el eje izquierda/derecha está sometido a una tensión llamativa. Las recientes encuestas reflejan un equilibrio precario entre estas dos opciones, que quizás hagan necesarios acuerdos. Ayer publicaba 'eldiario.es' una encuesta sobre las elecciones en la Comunidad de Madrid con prácticamente un empate técnico entre las dos opciones, y aunque aventurar resultados es algo arriesgado en estos momentos, sí señalaba un par de elementos reveladores.

¿Mejor solos?

El primero afecta a la izquierda. La irrupción menos exitosa de lo esperado de Errejón, un Podemos que se tambalea pero no termina de caer, y una IU que llegaría al 5% son un resultado sorprendente, pero que contiene un punto de verdad: dado el nivel de animadversión que se vive en la izquierda, es probable que movilizasen más voto por separado que juntos. Habría quienes acudiesen a las urnas a manifestar su rechazo a Iglesias en la persona de Errejón, otros harían exactamente lo contrario e IU votaría por sí misma y contra los otros dos, que no son especialmente bien vistos por sus bases. El efecto final sería la reducción de la abstención, un peligro claro con tantas decepciones.

Este es el momento en que Ciudadanos está obligado a elegir qué papel va a jugar de verdad en la política española

Del lado de la derecha, no hace más que acentuar algo que ya sabemos, el papel clave que tendrá Ciudadanos. Es un partido acostumbrado a ejercer como muleta, que acaba de pactar con PP y Vox en Andalucía después de una legislatura sosteniendo al PSOE y que ha estado moviéndose entre dos aguas. Este es el momento en que debe elegir cuál quiere que sea su papel en la política española: tendrá que optar entre ponerse del lado del PP y de Vox o apoyar al PSOE; con los primeros comparte muchas cosas, pero también con los segundos, ya que buena parte del socialismo actual tiene su mismo enfoque liberal en lo económico y en lo cultural, y entenderse con ellos les sería fácil. Y además, como se ha dicho ya, una izquierda a lo Errejón podría ayudar en esa tarea. Pero Cs debe decidirse.

El paso atrás del PP

Hay dos derechas en España. Tenemos a Vox y a un PP que ha decidido reformarse echándose en brazos de Aznar, de sus técnicas de la tensión continua, las declaraciones fuera de tono y su construcción de la realidad. El paso atrás del PP es muy preocupante para la democracia española. Hagamos memoria: con Aznar se produjo el accidente del Yak-42, y su Gobierno fue el encargado de tapar todo aquello, de insultar la memoria de los soldados fallecidos y de perseguir a sus familiares; con él al mando se produjo la catástrofe del Prestige, con una gestión tremendamente negligente por parte de los responsables españoles y en la que la principal acción del Gobierno fue intentar negar lo que ocurría con aquello de "los hilillos" que salían del buque; fue con Aznar cuando respaldamos la guerra de Irak con la excusa de encontrar armas de destrucción masiva que no existían y de las que no había pruebas; fue con Aznar al frente cuando todo aquel entramado de la Gürtel, Bárcenas y los ministros imputados por corrupción encontró su apogeo; y cuando su partido tuvo que salir del gobierno a causa de las mentiras de Aznar en el 11-M, se inventó una conspiración socialista. Ese es el PP que regresa, una vez liquidados políticamente Rajoy y los suyos. Y, en ese mismo estrato pero un paso más allá, nos encontramos con un hijo de Aguirre, Abascal, presionando para que la derecha a lo Trump entre de modo decidido en España.

Rivera no pretende establecer alianzas, sino consagrarse como primer partido de las derechas, y para eso cree que tiene que ser muy contundente

La otra derecha está representada por Ciudadanos y la parte liberal del PSOE, que no es menor entre sus dirigentes. Es tremendamente ortodoxa (es decir, de derechas) en lo económico y habla de ajustar el déficit y de rigidez presupuestaria, pero lo combina con esas fantasías a lo Davos acerca de la innovación tecnológica y el emprendimiento, y con un discurso cultural en el que jóvenes y mujeres son habituales estrellas invitadas. Por lo demás, es servil con Bruselas y con los fondos de inversión globales y su decidida postura europeísta carece, sin embargo, de un plan real de desarrollo de la UE. De ese estrato partía Ciudadanos, y desde ahí se explican los apoyos que ha recibido desde Europa, su pertenencia a ALDE o la elección de Valls como candidato a la alcaldía de Barcelona.

El malestar de Rivera

Lo cierto es que, siendo ese su espacio y contando con una base de liberales urbanitas favorable a esa opción, el partido no acaba de decidirse definitivamente por ella. Los planes de Rivera son otros, al menos de momento. Ciudadanos descubrió que la vertiente dura era rentable en lo electoral y le ha cogido gusto: hay una suerte de pulsión que les lleva (también fuera de Cataluña) a competir con PP y Vox por ser más contundentes, y además creen que ese es el camino del éxito, ya que sus votantes son muy de derechas. En segunda instancia, lo que Rivera busca no es establecer alianzas, sino consagrarse como primer partido de las derechas, de forma que las puertas del Gobierno se abran para él: las encuestas les dan buenos resultados y aseguran que los números cuadran, de modo que ese objetivo solo sería alcanzable siendo discursivamente agresivos. El tercer factor que empuja en esa dirección es el malestar de Rivera con Sánchez, esa especie de resentimiento por lo que no ocurrió. Sánchez fue más listo, se adelantó en la carrera y Rivera no ha terminado de encajarlo bien. Todo esto hace que Ciudadanos esté alejándose del partido liberal moderno que quiso ser y convirtiéndose en una facción más del frente aznarista.

Europa vería con buenos ojos un frente sistémico que se opusiera a Vox y a un PP radicalizado

En fin, estas son nuestras dos derechas, si es que no terminan fusionándose en una. Pero no olvidemos que estamos ante la fotografía de un momento, que el terreno está en movimiento y que todo dependerá de las cifras finales de unas elecciones, las generales, que ni siquiera han sido convocadas. Desde esta perspectiva, si Ciudadanos no logra ser el primer partido de las derechas, es más que probable que se vea empujado hacia un pacto con los socialistas, no tanto por las convicciones internas de su líder sino por el pragmatismo, porque muchos de sus cuadros confían en que esa sería la mejor alianza y porque Europa vería con buenos ojos un frente sistémico opuesto a Vox y un PP radicalizado.

Bellamy, la estrella

Sin embargo, sea cual sea la elección, el problema de fondo sigue vigente. Nuestras dos derechas, si entendemos a Cs como una formación alejada de las tentaciones populistas-aznaristas, son tremendamente pobres, carentes de imaginación y de ideas.

No es así en todas partes. Después de leer 'Demeure' ('Morada'), el último libro de François-Xavier Bellamy, el cabeza de lista para las elecciones europeas de Les Republicains, el partido que liderase Sarkozy, se hace muy patente la diferencia. Bellamy es una estrella emergente, de convicciones católicas y conservadoras, pero cuyos análisis de la realidad son mucho más interesantes que los que puedan realizar Ciudadanos, PP y Vox juntos. Sus críticas al mercado actual, su reivindicación de un sentido vital y de la necesidad de solidez frente a un mundo en perpetuo movimiento ofrecen una perspectiva muy distinta, mucho más cercana a lo que el conservadurismo ha sido, y demuestran que es posible tejer una visión de derechas asentada en ideas en lugar de en exabruptos. Es cierto que a las europeas se suelen enviar candidatos de segundo orden, y que Bellamy más parece una figura aislada que un momento de reconstrucción de la derecha francesa, pero al menos señala que se puede reconstruir un partido sin apostar por convertirse en más duros que Le Pen.

En lugar de defender las virtudes humanas que estaban en el corazón conservador, se han sumado al "haz marca de ti mismo"

Las derechas españolas, sin embargo, son demasiado cómodas y demasiado cobardes para hacer frente, en nombre de sus ideas, a las causas reales de que nuestro país vaya a peor. Los liberales son incapaces de hacer honor a su nombre y combatir los peligros y las disfunciones que causan monopolios y oligopolios, y solo invocan las normas de la competencia cuando la quieren hacer valer contra el Estado. Son incapaces de percibir que la desigualdad creciente, producto de una economía ahogada por el capital financiero, impide que la democracia tenga lugar, y que por tanto las instituciones de la democracia liberal estén realmente vivas. Del lado conservador, se cierra los ojos a cómo este tipo de régimen económico deteriora las virtudes individuales, perjudica a las comunidades y construye una sociedad en la que todo está sometido a un precio, también nuestra personalidad. En lugar de defender las virtudes humanas que estaban en el corazón conservador, se han sumado al "haz marca de ti mismo".

Atrevidos, pero con los podemitas

Este mundo dogmático y cerrado es, como compensación por todo aquello que le falta, muy atrevido con los podemitas, con Venezuela, Cuba, los independentistas, las feministas y los veganos. Viven de las rentas del ataque continuo a las maldades progresistas, pero sus propuestas se resumen en un pobre puñado de dogmas. Su crecimiento electoral, allí donde se ha producido, ha sido gracias a 'memes' en grupos de WhatsApp, a la difusión de informaciones dudosas en las redes, y de un montón de verdades inmutables que repiten con insistencia. De modo que sí, la izquierda está en crisis de ideas, pero la derecha es lastimera.

Suele decir Ramón González Férriz que nos fijamos mucho en la crisis de la izquierda y que tanta atención en un lado del espectro político hace que reparemos escasamente en la crisis de la democracia cristiana. Pero cabría decir que, más que a una opción política concreta, a lo que no prestamos atención es al fracaso de una derecha razonable, esa que es capaz de establecer puntos de encuentro y de consenso, que está dispuesta a operar pragmáticamente por el bien de España y que sabe alejarse de sus dogmas cuando la realidad los revela inútiles. Eso es lo que está desapareciendo, y más aún del mapa político español.

Ciudadanos Irak José María Aznar