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Las claves internas de la campaña: cuando el enemigo está dentro
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Esteban Hernández

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Las claves internas de la campaña: cuando el enemigo está dentro

La campaña de las generales tiene una historia subterránea, marcada por las tensiones entre bloques políticos pero también por las que se viven dentro de los partidos

Foto: Rivera guiña un ojo a Arrimadas en un acto celebrado el pasado domingo.
Rivera guiña un ojo a Arrimadas en un acto celebrado el pasado domingo.

El 29 de abril será un día políticamente interesante, y no solo por la valoración de los resultados de la noche anterior. Más allá de las sumas que hagan posible o imposible el gobierno de España, o precisamente por ellas, en la sede de los distintos partidos los rumores sobre el futuro de sus líderes comenzarán a circular: las repercusiones internas de las elecciones van a ser notables, ya que todos, salvo Abascal, se juegan mucho y unos malos resultados pueden convertirse fácilmente en el detonante de tensiones latentes. Ocurre siempre que se pierde, los partidos que salen dañados se fragmentan y empiezan a buscar liderazgos alternativos, pero en un momento como el presente, en el que las tensiones exteriores reforzarán las interiores, con mayor motivo.

Salvo Vox, todos los demás partidos dependerán de los números de la noche electoral para mantener sus equilibrios internos. Todo el mundo da por sentado que en Podemos pasará algo, quizás en forma de dimisión de Iglesias y de paso al frente de Irene Montero después de las autonómicas y europeas, y también sabemos que la sombra de Errejón no se ha desvanecido todavía. Los problemas en IU también pueden explicitarse, dada la apuesta personal de Alberto Garzón y Enrique Santiago por confluir con Podemos, con la que parte de sus bases no están conformes, y que se les puede volver en contra si las cosas no salen medianamente bien.

Las élites del PSOE

Si la suma de las derechas otorga el gobierno al PP, en el PSOE también sonarán tambores de guerra, ya que Pedro Sánchez tiene razón en lo que afirma en su libro: es considerado como un intruso. Hay que entender la idiosincrasia del PSOE, un partido cuyas élites han decidido lo que pasaba dentro durante mucho tiempo y todavía no se han acostumbrado a la pérdida de poder.

Si la alianza con Vox no le funciona al PP, y más si Sánchez alcanza la Moncloa, las resistencias internas florecerán en Génova

Hagamos un poco de historia: tras el fracaso de Almunia, hubo primarias, ganó Borrell al candidato oficial, pero se vio forzado a dimitir al poco tiempo. Tras el triunfo de Sánchez, las élites de su partido, después de apoyarle contra Madina, se volvieron contra él para que 'devolviera' el cargo a Susana Díaz. Sánchez se negó, le montaron un golpe y le echaron, pero logró regresar. Y en cuanto han tenido ocasión, las viejas élites socialistas han vuelto a la carga, como ocurrió con el relator, asunto en el que se posicionaron junto a las derechas. Incluso si el resultado de Sánchez es aceptable porque se ganan escaños, intentarán desalojarle de nuevo, sobre todo si gobiernan las derechas; y no hablemos ya de si el resultado es malo.

Feijóo, de fondo

El PP no quedará libre, ni mucho menos, de estos problemas. Ha fiado todo a una estrategia a lo Tea Party liderada por Casado y Aznar que le puede salir mal. Obtendrá menos escaños, y si su alianza con Vox no funciona, y más si Sánchez alcanza la Moncloa, las resistencias florecerán en Génova. Soraya Sáenz de Santamaría y los suyos fueron despedidos junto con Rajoy, y esa sería una buena ocasión de que le agradeciesen a Casado los servicios prestados, y todo ello con Feijóo observando al fondo.

Vox va a ser un enemigo importante en Cataluña para Rivera, ya que parte del voto de Cs puede muy fácilmente dar el salto hacia los de Abascal

Ciudadanos parece inmune a este tipo de luchas, dado que es un partido en el que las siglas y el líder se funden, pero quizá no lo sea tanto como creemos. Hay muchas dudas respecto de que el giro del partido hacia la derecha les vaya a resultar rentable: colocarse en el mismo espacio que PP y Vox los convierte en especialmente vulnerables. Por un lado, Vox va a ser un enemigo importante en Cataluña, ya que parte del voto ciudadano, si todo se cifra en la bandera, el hartazgo con el nacionalismo periférico y la mano dura, puede muy fácilmente dar el salto hacia los de Abascal; en el resto de España, su ascenso se puede ver frenado por la insistencia de populares y de Vox con la posible cercanía al PSOE de los de Rivera; y pueden perder voto centrista hacia el PSOE por el camino recorrido con Vox, o hacia la abstención, al entender que ya no representan ese liberalismo moderno que vendieron en su inicio.

Una doble presión

En definitiva, demasiados riesgos. Si la jugada sale bien, Rivera saldrá reforzado; si sale mal, cargará sobre sus espaldas la decisión de moverse hacia la derecha. En ese caso, podrían juntarse dos tipos de tensiones. Una de ellas será interna, ya que este giro no ha sentado demasiado bien en algunos sectores del partido, que lo perciben como un error estratégico que los separa de su esencia y que dificulta sus posibilidades de futuro. La otra es externa: si ninguno de los bloques logra los votos necesarios para gobernar, se incrementará la presión sobre Ciudadanos para que se forme una alianza entre el progresismo y el liberalismo que evite la llegada de la derecha iliberal. Rivera ha asegurado que no habrá pacto con el PSOE porque de ninguna manera firmará un acuerdo con un partido encabezado por Sánchez, y este piensa algo similar: a lo mejor el problema es Rivera y no Ciudadanos.

No olvidemos que Arrimadas no estuvo en la manifestación de Colón, la de la foto con Vox, debido a un retraso en su avión

En este contexto, se anuncia la posibilidad de que Inés Arrimadas dé el salto a la política nacional en lugar de encabezar Cs en Cataluña. Arrimadas está muy bien valorada por sus votantes, es además bien vista por simpatizantes de otros partidos de su estrato ideológico y no llevará el peso de la campaña. De modo que si las cosas salen mal en Cataluña será porque ella no estuvo allí, y si salen mal en el resto de España, la responsabilidad no recaerá sobre ella. No olvidemos que Arrimadas no estuvo en la manifestación de Colón, la de la foto con Vox, debido a un retraso en su avión. Fuera intencionadamente o por azar, lo cierto es que no formó parte de ese retrato grupal que puede hacer daño a Cs. En otras palabras, habría relevo para Rivera en un instante en que las tensiones internas y externas se dispararían, y eso supondría una baza adicional para llevar la formación hacia un lugar en el que afirmó que nunca estaría.

Las maniobras

En fin, queda mucho tiempo para las elecciones, y las cábalas actuales no son más que eso. Pero más allá de ellas, hemos de ser conscientes de que la campaña no se va a librar solo entre partidos o entre bloques ideológicos, sino que posee numerosas claves internas, y eso condicionará muchos movimientos. Todas las campañas tienen algo de esto, pero la actual, dada la incertidumbre general y particular, provocará que este tipo de maniobras entre bambalinas esté todavía más presente. No olvidemos que, en cuanto acaben las generales, tendremos otro proceso electoral. Quedan días muy largos.

El 29 de abril será un día políticamente interesante, y no solo por la valoración de los resultados de la noche anterior. Más allá de las sumas que hagan posible o imposible el gobierno de España, o precisamente por ellas, en la sede de los distintos partidos los rumores sobre el futuro de sus líderes comenzarán a circular: las repercusiones internas de las elecciones van a ser notables, ya que todos, salvo Abascal, se juegan mucho y unos malos resultados pueden convertirse fácilmente en el detonante de tensiones latentes. Ocurre siempre que se pierde, los partidos que salen dañados se fragmentan y empiezan a buscar liderazgos alternativos, pero en un momento como el presente, en el que las tensiones exteriores reforzarán las interiores, con mayor motivo.

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