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"Nos expropian": el problema europeo que está fraguándose en Alemania
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Esteban Hernández

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"Nos expropian": el problema europeo que está fraguándose en Alemania

Por paradóijco que resulte, la idea de que el país germano es el gran perjudicado por las políticas del BCE se está extendiendo, lo que favorece un nuevo nacionalismo alemán

Foto: Un mítin de la AfD.
Un mítin de la AfD.

El partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD) lidera las encuestas en los estados de Sajonia y Brandeburgo cuatro semanas antes de las elecciones. Tiene cierta lógica, si entendemos por tal la ligazón con las tendencias políticas de los últimos tiempos. Son regiones de la Alemania Oriental, las más pobres del país, las que están encerradas en un círculo vicioso de deuda y desempleo, y en esos territorios las nuevas derechas suelen tener mucho desarrollo.

Usualmente, este tipo de señales suele interpretarse, y más desde el ámbito progresista, como una suerte de regreso al pasado, un embate momentáneo al que por suerte las instituciones, también las europeas, resistirán. En el caso de la AfD, además, se trata de un partido que no es dominante en el resto de Alemania, con lo cual no habría que preocuparse demasiado.

Se parece mucho al Brexit

Sin embargo, haríamos bien en observar este tipo de fenómenos de otra manera. Wolfgang Münchau, columnista de ‘Financial Times’ y director de Eurointeligence.com, subrayaba algo muy pertinente: la similitud de los estados y humores que condujeron al Brexit con la atmósfera que está empezando a impregnar Alemania. No se trata tanto del desprecio a Bruselas y su burocracia o de responsabilizar a la UE de una inmigración amenazadora, como ocurrió en el Reino Unido, sino de un elemento muy relevante en términos pragmáticos: el malestar y el desdén respecto del Banco Central Europeo y de la eurozona.

El BCE está castigando a los ahorradores y la compra de activos se hace con dinero de los contribuyentes germanos: "Nos expropian"

Como explica Münchau, los medios alemanes habitualmente se refieren a las tasas de interés negativas como tasas de penalización, es decir, como un castigo que el BCE impone a los ahorradores alemanes, y se suele afirmar que la compra de activos del BCE es realizada con dinero de los contribuyentes germanos o que, como dice ‘Die Welt’, se está expropiando a los ahorradores.

La secesión por arriba

Este malestar es llamativo, ya que Alemania es la principal beneficiaria del euro, y al igual que antes los británicos, extrae de la actual situación mucho más provecho que perjuicio. Pero la realidad no suele ser un impedimento para que la hostilidad se dispare, ya que este tipo de retórica reaccionaria se extiende rápidamente por nuestras sociedades. En estos tiempos en que la secesión está ocurriendo por arriba, con países en situaciones privilegiadas separándose del resto, como ha ocurrido con unos EEUU que están rompiendo las reglas de la globalización, o con el Reino Unido marchándose de la UE, con regiones ganadoras que quieren alejarse de las demás, como sucede con Cataluña, o con las clases sociales con más recursos llevándose su capital o marchándose a residir allí donde los impuestos son bajos o prácticamente inexistentes, el argumento de “los demás nos roban” suele ser muy frecuente.

Lo significativo, en términos políticos, es que ese mensaje cuaja en las élites, pero también en las clases y regiones perdedoras de los países ganadores. La presidencia de Trump o el Brexit no habrían podido suceder sin esa peculiar alianza, y en Alemania las condiciones están dadas, con una clase media alta hostil al gasto en la UE y una clase baja que se refugia en el nacionalismo.

Las presiones internas y externas que sufre la UE pueden devolvernos a la competición geopolítica entre sus Estados miembros

Este es el escenario global, y está por ver qué dirección tomará en él Alemania, cuáles de las opciones disponibles elegirá. El documento para el Instituto Español de Estudios Estratégicos, 'Europa y la cuestión alemana', realizado por José Luis Pontijas Calderón, coronel de Artillería y analista de seguridad euroatlántica, enmarca de un modo preciso el momento en que estas tensiones alemanas están teniendo lugar.

La ‘cuestión alemana’

“La UE se ve sometida a presiones externas (disrupción rusa, injerencia geoeconómica china, crecientes amenazas y riesgos con un alto componente de impredecibilidad, alejamiento euroatlántico...) e internas (pérdida de credibilidad política, difícil consenso, auge de los nacionalismos y populismos, fracturas internas norte-sur o este-oeste, deslizamientos iliberales…)”, un movimiento que puede tener como efecto el regreso a la competición geopolítica entre los Estados miembros, algo que ya está empezando a producirse a pequeña escala. En ese escenario, la llamada ‘cuestión alemana’ podría volver a escena: “Alemania, un Estado situado en el centro de Europa, demasiado poblado, demasiado grande, demasiado rico y, por lo tanto, potencialmente demasiado poderoso como para poder ser compensado por las coaliciones de otros Estados europeos”.

El Brexit desequilibra aún más la UE a favor de Alemania, reforzando así su poder, al mismo tiempo que Trump rompe las reglas en perjuicio germano

La expansión hacia el este, tanto de la OTAN como de la UE, devolvió a Alemania a su tradicional situación central en el continente, explica Pontijas Calderón, en gran medida porque los países que se incorporaron tuvieron que aceptar políticas monetarias y de mercado que encajaban con las necesidades de la economía germana. En la UE no se percibió como un movimiento preocupante, ya que Alemania continuaba siendo una potencia subordinada, especialmente en lo militar, a EEUU, pero la aparición de China como gran potencia mundial y el giro norteamericano hacia el escenario indo-pacífico ha cambiado mucho el escenario geopolítico.

La llegada de Trump

En esa nueva situación, asegura Pontijas Calderón, la UE no está dando la talla, en gran medida a causa del choque de intereses entre sus Estados miembros, algo que ha sido habitual durante estos años. Lo más significativo de esta época es que se produce un doble movimiento. Por una parte, el Brexit desequilibra aún más la UE a favor de Alemania, reforzando así su poder, al mismo tiempo que Trump está rompiendo las viejas reglas en perjuicio germano. Según el documento, la Administración estadounidense actual “torpedea el libre comercio, que es un interés estratégico germano, impulsa los nacionalismos europeos (apoyando el Brexit con absoluto descaro), cuestiona la Alianza Atlántica y denuncia acuerdos internacionales que afectan a la seguridad europea”.

El nacionalismo antiUE está comenzando a afectar al país que constituye el centro de la Unión

La gran pregunta es qué van a hacer los alemanes ante el nuevo escenario, si resistirán la tentación de resucitar su nacionalismo o si, impulsados por los nuevos tiempos, tratarán de deshacerse del lastre que afirman que les perjudica, como las instituciones europeas y el BCE. Ese es también el problema que se plantea Münchau, quien cree que no es posible predecir cómo se va a enfrentar Alemania a la amenaza de un cambio tecnológico en el que es claramente una potencia perdedora, como es el caso de la inteligencia artificial, y de una unión monetaria plagada de desequilibrios.

El problema es Alemania

En España solemos ver esos asuntos de otra manera, porque estamos preocupados por si crecen los movimientos eurófobos en nuestro país, por si Salvini y Le Pen impulsan la hostilidad europea o por si la izquierda se vuelve nacionalista. Pero esas cosas nos hacen percibir mucho menos los movimientos sistémicos, y lo cierto es que la tendencia principal de nuestra época está comenzando a afectar seriamente al país que constituye el centro de la Unión. Y si, como advierten la mayoría de los expertos, una nueva crisis hace acto de aparición, los discursos en Alemania sobre la pesada carga que suponen los países que no hacen los deberes, sobre los que se gastan el dinero en mujeres y bebida y luego quieren que los germanos les paguen la fiesta o sobre la inconveniencia de tener que soportar a Estados atrasados a su lado y demás retórica reaccionaria, se van a disparar. Conocemos bastante bien esos análisis neoliberales acerca de cómo los pobres nos roban con su indolencia, así como los deseos de las élites de no afrontar sus responsabilidades. Alemania está girando hacia esa mentalidad con fuerza. Y, a partir de ahí, la 'cuestión alemana' volverá a estar presente.

El instante es más importante de lo que parece, ya que estamos ante lo que podría denominarse el momento maquiavélico de la UE. Como asegura Münchau, habría solución, ya que bastaría con hacer lo necesario para que la unión monetaria sea sostenible, “incluido el final de la obsesión con los excedentes fiscales; e incrementar la inversión en ciencia, tecnología e infraestructura militar”. Desde luego, se necesitaría una acción decidida para crear cohesión y salvaguardar la Unión de los riesgos que la acechan, y la desigualdad es el primero, porque es el resorte en el que todas las fuerzas que la pueden desequilibrar se van a apoyar. Pero, sinceramente, tampoco se perciben en el horizonte muchos signos de esperanza. Más bien, cuando se habla de Europa, aparecen mucha retórica, mucho optimismo vacío y mucho cerrar los ojos esperando que los problemas desaparezcan por sí mismos. Quizá cuando se tome conciencia de que estamos en otro momento histórico, ya sea tarde.

El partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD) lidera las encuestas en los estados de Sajonia y Brandeburgo cuatro semanas antes de las elecciones. Tiene cierta lógica, si entendemos por tal la ligazón con las tendencias políticas de los últimos tiempos. Son regiones de la Alemania Oriental, las más pobres del país, las que están encerradas en un círculo vicioso de deuda y desempleo, y en esos territorios las nuevas derechas suelen tener mucho desarrollo.

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