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La palabra que definirá el resultado del 10-N (o por qué el PSOE tendrá muchos apoyos)
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Esteban Hernández

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La palabra que definirá el resultado del 10-N (o por qué el PSOE tendrá muchos apoyos)

En los próximos comicios, el eje ideológico que pareció resultar decisivo en la anterior convocatoria será abandonado por algo mucho más pragmático y realista

Foto: El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, en Nueva York. (EFE)
El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, en Nueva York. (EFE)

Los avisos desde el Gobierno en funciones, lanzados con bastante insistencia por la ministra de Economía, Nadia Calviño, subrayan un otoño complicado. A la sentencia del 'procés' y el impacto del Brexit se suma una probable crisis económica, que sería devastadora para la gran mayoría de los españoles. Las advertencias no son menores, no solo porque los riesgos que se señalan estén ya apareciendo por el horizonte, sino porque están cargados de profundidad electoral.

Los mensajes son claros: frente a una situación que se anuncia muy difícil, un país como España no puede permitirse la parálisis institucional, ya sea por la ausencia de Gobierno o por su debilidad al carecer de apoyos suficientes. La estabilidad resulta esencial para hacer frente a los desafíos que se vislumbran en el horizonte y eso exige un Gobierno fuerte y decidido a encararlos. La ortodoxia europea, como bien apuntaba Luis de Guindos, señala que se debe avanzar en las reformas, elevar la productividad, modernizar las empresas y gozar de equilibrio presupuestario, y esa tarea precisa de continuidad y de consensos para ser realizada.

El eje

Estabilidad no es una palabra que se pronuncie electoralmente en vano. Desde que la crisis asomó la cabeza, ha constituido el eje que ha vertebrado los comicios, y eso sin contar con que en la época de Aznar este tipo de argumentos también estuvieron muy presentes. En la campaña en que Mariano Rajoy compitió con Rubalcaba, la idea central consistía en resaltar la necesidad de un Gobierno que aportase estabilidad, reformas y rigor presupuestario en un momento complicado, aquel al que, se afirmaba, nos había llevado Zapatero. Había que salir de la crisis y eso solo podía ocurrir con un líder decidido y sensato.

El centro de la política española ha consistido en contraponer un partido sistémico y sensato con una alternativa débil y muy arriesgada

En las diferentes convocatorias a las que hubimos de concurrir en la época de la reelección de Rajoy, el esquema electoral fue muy semejante: había una opción estable y razonable, la del PP, y enfrente se situaban un PSOE echado a la izquierda, que solo podría gobernar si se aliaba con Pablo Iglesias, y un Podemos radical que, en el peor de los casos, sobrepasaría a los socialistas y convertiría España en algo parecido a Venezuela.

Una excepción parcial

Pueden parecer ideas débiles, banales o manidas, pero constituyeron el centro de la política española durante años: contraponer un partido sistémico, dispuesto a hacer lo que había que hacer para sacar el país adelante, con la otra opción, débil y llena de riesgos, ha sido el escenario habitual en el que las elecciones han transcurrido.

placeholder El líder de Vox, Santiago Abascal, en una rueda de prensa en el Congreso. (EFE)
El líder de Vox, Santiago Abascal, en una rueda de prensa en el Congreso. (EFE)

En cierta medida, los pasados comicios fueron la excepción, ya que la división ideológica estuvo muy presente. El discurso fue transparente: por un lado, aparecía un partido progresista, moderno, feminista, sensibilizado con el cambio climático, que solo gobernaría apoyado por la izquierda, y por el otro estaba Vox, el líder implícito de la derecha. Votar al PP significaba impulsar un Gobierno formado por el trifachito, con el peligro consiguiente de regresar a tiempos pretéritos. Lo moderno y lo atrasado, el futuro y el pasado, la evolución o la involución fueron los elementos que definieron el eje, ya resituado en términos ideológicos, que organizó la campaña.

Un adversario radical

Sin embargo, al exponer así los argumentos, se excedía del posicionamiento izquierda/derecha para regresar a un marco muy similar al precedente, ya que volvía a aparecer el peligro de una formación desatada que nos pondría en riesgo. Ocurría a ambos lados del espectro político, porque el contraargumento de la derecha funcionaba en el mismo plano: el PSOE era una formación coaligada con la izquierda radical y con los independentistas, una alianza que llevaría España al desastre; la única forma de regresar a la sensatez era expulsar a Sánchez de la Moncloa. Los dos bandos jugaron las mismas bazas al ofrecer un Gobierno de sensatez y estabilidad, en consonancia con los tiempos, que se oponía a un adversario radical que nos sumiría en grandes riesgos. En esa pelea, el PSOE tenía las de ganar, ya que era difícilmente creíble cuando las derechas estaban sobrepasando a Vox en hostilidad.

España necesita un Gobierno estable, las circunstancias lo exigen y es preciso que quien dirija la política tenga fortaleza y apoyos

Este esquema lo veremos repetido en el nuevo escenario electoral, y eso es lo que subrayan las distintas advertencias. España necesita un Gobierno estable, las circunstancias lo exigen y es preciso que quien dirija la política española tenga la fortaleza y los apoyos necesarios para hacer lo que es debido. En esa tesitura, las elecciones perderán carga ideológica, y ya se ha empezado a notar con el tono, la actitud y el aspecto físico de Pablo Casado, que pretenden subrayar la moderación, y con las palabras de Sánchez, que ha insistido en la fragilidad que habría supuesto contar con Unidas Podemos en el Ejecutivo.

La ventaja socialista

En esa carrera, el PSOE parte con ventaja, porque parece el único partido con la fuerza electoral suficiente como para ganar las elecciones y sumar los apoyos precisos. Ese será su mensaje central: España necesita fortaleza, dirección y reformas, y el partido socialista es el único que está en condiciones de garantizar la estabilidad.

Las élites españolas, que, al igual que las europeas, conocen de la dificultad del momento, cada vez son más proclives a apoyar un Gobierno de Sánchez

De momento, esa tesis está ganando respaldo entre las élites españolas que, al igual que las europeas, conocen de la dificultad del momento, y cada vez son más proclives a apoyar un Gobierno de Sánchez enfocado en la dirección correcta. Los mensajes que ha enviado el presidente en funciones van en esa línea, que se entiende indispensable, de moderación, sensatez, continuidad del 'statu quo', sintonía con Bruselas y nada de heterodoxia, y dado que es la opción con más posibilidades, es más que probable que veamos algunos apoyos al PSOE que no esperábamos. La creencia en que las instituciones no pueden seguir paradas por más tiempo y que deben acometerse las reformas precisas antes de que todo se tuerza anima el respaldo a la candidatura socialista.

En realidad, este movimiento contiene buena parte de lo que ha sido la política europea de los últimos años, el combate entre una opción sistémica, que cumpliría sus deberes, frente a enemigos que irían por sendas diferentes y que, al hacerlo, pondrían a la sociedad en peligro. Una opción que triunfaba siempre, pero que últimamente no está siendo tan eficaz como antes. En el caso español, hay un apunte significativo: los mercados están completamente tranquilos, ya que descuentan un resultado que conducirá a la estabilidad.

Los avisos desde el Gobierno en funciones, lanzados con bastante insistencia por la ministra de Economía, Nadia Calviño, subrayan un otoño complicado. A la sentencia del 'procés' y el impacto del Brexit se suma una probable crisis económica, que sería devastadora para la gran mayoría de los españoles. Las advertencias no son menores, no solo porque los riesgos que se señalan estén ya apareciendo por el horizonte, sino porque están cargados de profundidad electoral.

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