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La lucha de clases que da votos a Vox y a las nuevas derechas
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Esteban Hernández

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La lucha de clases que da votos a Vox y a las nuevas derechas

Las clases medias no son las familias que viven en urbanizaciones de lujo, sino muchos autónomos empobrecidos, propietarios de pequeñas tiendas y bares, casi todas las pymes...

Foto: El líder de Vox, Santiago Abascal, en un acto en Cibeles. (EFE)
El líder de Vox, Santiago Abascal, en un acto en Cibeles. (EFE)

Los movimientos organizativos a la izquierda del PSOE se han iniciado. La coalición entre Iglesias y Enrique Santiago para superar la actual IU y crear un espacio en el que confluyan Podemos y el PCE, o lo que es lo mismo, la articulación de una estructura de partido sólida de la que Podemos carece, ya está en marcha.

En este desplazamiento en el que el PSOE ha vencido a su rival por la izquierda, integrándolo en su bloque como subordinado, Podemos trata de absorber al partido de su mismo espacio, IU, lo que tiene una doble lógica: una vez que Podemos se ha convertido en una fuerza parecida a la antigua IU, es normal que quiera recoger su estructura; por otra parte, también es producto de las dinámicas habituales: cuando hay poco sitio, el pez mayor se come al más pequeño.

El tacticismo interminable

En fin, un movimiento más de esa nueva izquierda que ha actuado permanentemente de modo tacticista. No ha habido planteamientos políticos, más allá de aquellos que les permitieran ir manejándose entre sus circunstancias. Por más que la irrupción de Vox permita que el progresismo vista con cierta ilusión la alianza entre Sánchez e Iglesias, el Gobierno de PSOE y UP es el destino natural de esa generación surgida al calor del 15-M, esos activistas que prometieron una izquierda diferente y acabaron subordinándose a las viejas lógicas. En cierto sentido, son una continuación de aquello que se denominó “radicalismo académico a favor del 'statu quo”, una expresión acuñada a raíz del apoyo de Judith Butler a Kamala Harris.

La aportación de Warren es una lección que debería comprenderse bien a la hora de analizar los grupos sociales y sus posiciones políticas

El movimiento inverso lo está realizando Elizabeth Warren en la política estadounidense. De un lado, está la opción Biden, el 'establishment' demócrata, que resultó perdedor en la confrontación con Trump; del otro, la opción Sanders, de tradición socialista, con un buen número de seguidores, algunos desgraciadamente parecidos a los activistas europeos que llevan tiempo enviando a la izquierda a las luchas de Twitter. Sanders, no obstante, cuenta con serias posibilidades de convertirse en el candidato demócrata contra Trump.

El poder en el mercado

La novedad que aporta Warren en ese contexto es tanto la de representar una corriente política diferente como la de dirigirse a otros grupos sociales. Warren aspira a una reconstrucción del capitalismo que redistribuya los recursos, como Sanders, pero también incide en las perturbaciones sociales que causa un poder de mercado dispar. No se trata únicamente de que combata el valor para los accionistas como única orientación de la empresa o de que haya subrayado el papel negativo que el 'private equity' está teniendo para la economía, sino que apunta directamente a los graves perjuicios que un mercado monopólico u oligopólico causa a los ciudadanos.

Las propuestas de Warren tienen especial interés porque inciden en una lucha de clases soterrada típica de nuestro tiempo

La tradición de Warren es populista mucho más que socialista, y eso explica la animadversión que suscita en la izquierda europea, así como en núcleos activistas estadounidenses. Pero la aportación de Warren es una lección que debería comprenderse bien a la hora de analizar los grupos sociales y su posición en el esquema político contemporáneo.

En primera instancia, en lugar de radicalizar la teoría para acabar en el centro, lo que está haciendo Warren es dirigir ese centro hacia posiciones favorables al cambio social. Justo lo que han hecho los populismos de derechas, pero a favor de la democracia y de la redistribución. ‘The middle class constitution’, de Ganesh Sitaraman, un antiguo asesor de Warren, recoge bien esta perspectiva.

Las clases populares, contra las medias

Es una posición importante, porque incide en una soterrada lucha de clases típica de nuestro tiempo. En general, la izquierda europea identifica este momento como la tensión entre las clases populares, representadas en el sector servicios y la 'gig economy', y un capitalismo en el que las capas medias siguen formando parte, aun en declive, de la parte ganadora.

Hay que entender que las clases medias no son las familias que viven en urbanizaciones de lujo, sino muchos autónomos empobrecidos, propietarios de pequeñas tiendas y bares, casi todas las pymes, buena parte de los agricultores y ganaderos, así como los profesionales liberales con salarios escasos. Y, por supuesto, muchas otras personas cuyos ingresos les situarían en las clases obreras pero que se perciben de clase media. Son una fuerza social importante, y junto con funcionarios y pensionistas, suelen decidir las elecciones en Occidente.

Las clases medias, sintiéndose atacadas por gobiernos de izquierdas, terminan por dar su respaldo a los populismos de derechas

El escenario es el siguiente: en esta redistribución hacia arriba en que se ha convertido nuestro sistema, el nivel de vida y las posibilidades de futuro de buena parte de la población van hacia abajo, las clases obreras sufren y las medias se empobrecen. Como la capacidad impositiva de los gobiernos nacionales es escasa respecto de las grandes fortunas y de las empresas globales, cuando se quiere reforzar el Estado de bienestar o se desea tomar medidas paliativas, los costes se derivan hacia la clase media. Esta, sintiéndose atacada por tales gobiernos, en general de izquierdas, reacciona derechizándose, y casi siempre apuesta por los populismos de derechas. El Medicare que puso en marcha Obama fue exactamente esto, y allanó el camino a Trump; las medidas de Macron, como ocurrió con el impuesto al combustible, refuerzan a Le Pen, y así sucesivamente.

El ejemplo español

Un buen ejemplo en España lo tenemos en la pugna entre COAG y CCOO. La asociación de agricultores y ganaderos, tradicionalmente ligada a Comisiones, había hecho público un informe muy duro con las condiciones de funcionamiento de mercado, que les estaban estrangulando a través de ese tipo de prácticas que suele subrayar Warren: se estaban convirtiendo en los uberizados del campo. En ese escenario, la subida del salario mínimo interprofesional les supone una presión añadida, por lo que se opusieron a ella. Y CCOO ha reaccionado con una dura nota de prensa en la que afirma que “son débiles contra los fuertes y fuertes contra los débiles”.

Hay muchas semejanzas aquí entre lo narrado por Marx en el '18 brumario', así como por la lectura que hizo Arthur Rosenberg al respecto: las clases perdedoras se fueron enfrentando entre sí hasta que Bonaparte acabó con la Segunda República. Y el papel de nuestras clases medias en declive se asemeja al de los campesinos de aquella época: al hacerse recaer sobre ellos, para no transformar el sistema, los costes que aparejaban los nuevos gastos estatales, defendieron mayoritariamente a Bonaparte. Esa es la brecha que las nuevas derechas están aprovechando hoy.

Las opciones

La fórmula de Warren ofrece una salida a esa situación, ya que amplía las posibilidades de ambas clases en lugar de enfrentarlas. Con los cambios que propugna en las condiciones de mercado, promete la subsistencia a las clases medias perdedoras, y con el impuesto a las grandes fortunas, promete la redistribución a las clases más necesitadas. Roosevelt no solo reforzó los sindicatos y mejoró las condiciones vitales y salariales de la fuerza de trabajo, sino que, como bien recuerda Matt Stoller en ‘Goliath’, con su descripción de la lucha de Wright Patman a favor de los pequeños negocios contra las grandes empresas, permitió que las clases medias se ampliaran en lugar de reducirse. Esa es la perspectiva que apoya Warren, y mientras ese tipo de reformas sustanciales en el capitalismo no se lleven a cabo, las opciones políticas del futuro se reducen a tres, como subraya Sitaraman en su reciente ‘The Great Democracy’: un neoliberalismo acentuado, el populismo nacionalista o la oligarquía nacionalista, que es lo que fue el Gobierno de Luis Napoleón Bonaparte.

Los movimientos organizativos a la izquierda del PSOE se han iniciado. La coalición entre Iglesias y Enrique Santiago para superar la actual IU y crear un espacio en el que confluyan Podemos y el PCE, o lo que es lo mismo, la articulación de una estructura de partido sólida de la que Podemos carece, ya está en marcha.

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