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Qué va a pasar con el empleo en España: cuál será nuestra guerra
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Esteban Hernández

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Qué va a pasar con el empleo en España: cuál será nuestra guerra

Los informes de los expertos auguran muy malos tiempos para la economía española y subrayan las pymes que cerrarán y los trabajos que se perderán. Pero hay salida

Foto: Dos trabajadores, durante la pandemia. (EFE)
Dos trabajadores, durante la pandemia. (EFE)

El uso del término 'guerra' aplicado al coronavirus es conflictivo. Disgusta profundamente a personas de izquierdas por las connotaciones autoritarias, y a las de derechas porque no se ajusta a la realidad y es parte, aducen, de la intención de Sánchez de esconder su mala gestión. Esta pelea terminológica, producto de nuestra afición a confrontar por los conceptos, puede arrojar sin embargo algo de luz en el aspecto económico, ya que hay dos posturas enfrentadas respecto de cómo salir de esta y ambas tienen que ver con la categorización que hagamos del momento. Cuando una guerra finaliza, hay que abordar cómo se realiza la reconstrucción, y suelen ponerse en suspenso muchos de los mecanismos que venían empleándose: es un momento excepcional que requiere medidas excepcionales (no hay más que ver lo que ocurre con las deudas). Si por el contrario se considera una crisis, muy profunda pero crisis al fin y al cabo, los instrumentos anteriores continúan siendo útiles, y el camino correcto consiste en profundizar en ellos. Esa es la pelea de fondo que estamos viendo (en la UE y en todas partes) entre los partidarios del excepcionalismo y los de la continuidad tras este paréntesis.

Hay un ámbito importante para entender el momento en que nos encontramos, como es el trabajo. Un informe de la consultora McKinsey advierte de que 59 millones de empleos en Europa están en riesgo debido al coronavirus, lo que se suma a muchas otras anticipaciones del futuro complicado que nos espera, como las del FMI. España, Portugal, Grecia e Italia (los PIGS, de nuevo) son los países más expuestos, porque cuentan con sectores turísticos fuertes y un número relativamente alto de pequeñas y medianas empresas, dos ámbitos perdedores en esta pandemia.

Las señales

Es cierto que esta clase de informes no son más que pronósticos sin demasiada fiabilidad, porque para medir lo que va a ocurrir necesitaríamos saber cuáles serán las condiciones del futuro y eso es justo lo que desconocemos: no sabemos cuál será el tiempo de duración de la pandemia, ni si habrá vacuna o se darán rebrotes, ni tantas otras cosas. Sin embargo, no hace falta ser un experto para saber que la destrucción de empleo en España puede ser muy elevada. Y la cuestión va más allá, porque lo puede producirse no es una recuperación en V, en U o en L, sino un cambio de modelo que acelere las tendencias dominantes, esas que advertían de lo prescindible de mucha mano de obra. Repasemos algunas señales.

Las grandes tecnológicas, las vencedoras en la crisis del coronavirus, crearán poco empleo o, si lo precisan, será de muy baja calidad

Las ganadoras de esta crisis van a ser las grandes compañías tecnológicas, y esas requieren de muy poca mano de obra. Algunas de ellas, ligadas a aplicaciones de prestación de servicios o a logística, necesitan repartidores o almacenistas, pero sus condiciones de trabajo distan mucho de ser las óptimas, al externalizar todos los costes. Uber o Glovo son buenos ejemplos, pero también lo es Amazon. De modo que por ese lado, o se crea poco empleo o de muy baja calidad: la denominación uberización del trabajo no es en vano.

Reestructuración y consolidación

Las operadoras de telecomunicaciones saldrán bien de esta situación, e incluso se reforzarán, pero debido a su gran dependencia de caja a corto por sus altos costes estructurales, también cotizan a la baja. Y la solución para que se afirmen sólidamente ante los mercados es someterse a procesos de reestructuración y consolidación.

Algo similar les ocurre a las cotizadas españolas, que aprovecharán la liquidez que les ofrecen los planes de reactivación para asentarse, pero muchas de ellas también se verán abocadas a las reestructuraciones o a las fusiones y adquisiciones.

Las fusiones y adquisiciones se realizan para ganar clientes y operar con menos trabajadores, lo que permite ofrecer mayor margen de beneficio

El primer camino lleva hacia la pérdida de puestos de trabajo, ya que la reorganización para mantener el valor de las empresas implica menos costes. El segundo también: las fusiones y adquisiciones se realizan para ganar clientes y para operar con menos trabajadores, uno de los factores que les permiten ofrecer mayor margen de beneficio a sus accionistas. Además, las autoridades de la competencia europea, que han mostrado alguna reticencia hasta la fecha en operaciones de concentración, cambiarán el paso y las favorecerán, ya que entienden que en este momento hacen falta campeones europeos que puedan competir globalmente con éxito o que puedan defenderse del capital chino. Crecer será importante, y eso significará menos empleo.

Transformación estructural

De modo que las firmas que mejor salgan de esta crisis, ya sea porque les beneficie el escenario o porque reciban ayudas, porque el BCE las respalde o porque tengan un buen modelo de negocio, no van a empujar en la dirección de crear más puestos de trabajo. Pero no solo por coyuntura, también por un cambio que ya había asomado, como es la digitalización y la automatización de los procesos, que hace prescindible mucha mano de obra. Este escenario va a acelerar las decisiones que ya habían tomado. Es una transformación estructural, lo que implica que la tendencia no cambiará en el futuro.

Muchos pequeños empresarios y autónomos se irán al paro llevando en la mochila las deudas contraídas para poner en marcha su negocio

Del otro lado, quedan las pymes, un porcentaje relevante de las cuales está vinculado a la suerte de las grandes empresas, y al trabajo o los recursos que la integración en su cadena les proporciona. En lo que se refiere al comercio, las asociaciones del sector estiman que un 50% de ellos podría no levantar la persiana tras la crisis, de modo que muchos pequeños empresarios y autónomos pueden engrosar las listas de desempleo llevando sobre sí las deudas contraídas para poner en marcha su negocio. El sector turístico sufrirá mucho, con todo lo que eso supone para España, y tampoco la construcción tiene grandes perspectivas. En cuanto a las pymes que queden operativas, notarán el parón del consumo y optarán por contratar menos personal como solución de subsistencia.

Las características del nuevo mundo

En resumen, la concentración de las grandes empresas, la debilidad de las pequeñas, la automatización, la digitalización y la precariedad se convertirán en las constantes de esta nueva época en el ámbito laboral. No solo habrá muchas menos pymes, sino que iremos hacia la uberización del trabajo, la disminución de puestos intermedios, los trabajadores especializados con retribución por debajo de su categoría, la dificultad de entrada en el empleo de los jóvenes y la cada vez menor presencia de los empleados de más de 50, dado su elevado coste por la experiencia que atesoran. En definitiva, la aceleración de lo que estábamos viviendo, solo que en un contexto más duro, después de haber sufrido un parón enorme con la pandemia.

El coche de la economía española real, la que aporta ingresos y puestos de trabajo a la mayoría de la gente, se ha parado de golpe y hay que arrancarlo

Esta es una posibilidad muy evidente en el mercado laboral, pero hay otras, y este momento es clave para definir la dirección que tomaremos, porque lo que se rompa ahora será difícil de recomponer. El coche de la economía española real, la que aporta ingresos y puestos de trabajo a la mayoría de la gente, se ha parado de golpe y hay que arrancarlo. Eso significa inversión (es decir, respaldo decidido de la UE) para que no solo las compañías 'demasiado estratégicas para caer', es decir, las más grandes, obtengan liquidez, sino para ayudar a los distintos sectores productivos a que puedan mantenerse. Esto no puede ser 2008 de nuevo, cuando se cuadraron las cuentas de un sector concreto y se dejó librados a la intemperie a pymes, autónomos y trabajadores.

La salida que tengamos depende, por empezar por lo más urgente, de los acuerdos de este jueves en Europa. Sánchez ha dibujado una propuesta inteligente, y si el resto de países de la UE son sensatos, la entenderán. Casado afirmaba en su rueda de prensa de ayer que el PP sabía cómo salir de esta crisis, porque lo había hecho ya en 2008. Error. Esto es otra cosa que necesita de otras soluciones.

Esto es una guerra

Hay que arrancar la economía y defender todo lo que de lo que ya existe se pueda, y al mismo tiempo trazar una planificación estratégica: es momento de hablar de reindustrialización, ligada (también, pero no solo) a la innovación, a la tecnología y a la energía verde, y de ampliar las posibilidades de España. Es hora de invertir en el futuro, no de cerrar puertas. De algún modo, se tiene que crear empleo, máxime cuando las grandes firmas no van por ese camino.

Tengamos en cuenta un importante añadido: de cómo se inicie la salida dependerá todo. Por decirlo en términos gráficos, si cuando termine totalmente el confinamiento salimos a la carrera con un motor peor que los demás, el efecto será previsible: cuanto más tiempo transcurra, más atrás nos habrán dejado. Es el momento de conseguir un buen motor y de tener una buena dirección de carrera, porque después será mucho más difícil. No es el instante de políticas ortodoxas, de continuar lo que estábamos haciendo, sino de pensar en otros términos. Sí, en este sentido, estamos en una guerra. Nos jugamos el futuro y este es el momento crucial.

El uso del término 'guerra' aplicado al coronavirus es conflictivo. Disgusta profundamente a personas de izquierdas por las connotaciones autoritarias, y a las de derechas porque no se ajusta a la realidad y es parte, aducen, de la intención de Sánchez de esconder su mala gestión. Esta pelea terminológica, producto de nuestra afición a confrontar por los conceptos, puede arrojar sin embargo algo de luz en el aspecto económico, ya que hay dos posturas enfrentadas respecto de cómo salir de esta y ambas tienen que ver con la categorización que hagamos del momento. Cuando una guerra finaliza, hay que abordar cómo se realiza la reconstrucción, y suelen ponerse en suspenso muchos de los mecanismos que venían empleándose: es un momento excepcional que requiere medidas excepcionales (no hay más que ver lo que ocurre con las deudas). Si por el contrario se considera una crisis, muy profunda pero crisis al fin y al cabo, los instrumentos anteriores continúan siendo útiles, y el camino correcto consiste en profundizar en ellos. Esa es la pelea de fondo que estamos viendo (en la UE y en todas partes) entre los partidarios del excepcionalismo y los de la continuidad tras este paréntesis.