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La decisión imposible de Alemania: por qué Merkel se resiste al plan español
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Esteban Hernández

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La decisión imposible de Alemania: por qué Merkel se resiste al plan español

Las dificultades para llegar a acuerdos en Europa tienen que ver con la brecha abierta entre norte y sur, pero fundamentalmente con la forma en que Alemania resuelva sus dilemas

Foto: Ilustración: El Herrero.
Ilustración: El Herrero.

A menudo, se reprocha a los países del sur, en esta época de negociaciones, que no nos ponemos lo suficiente en la piel de los del norte, que no entendemos lo suficiente la presión a que están sometidos sus políticos. De modo que estaría bien hacer un esfuerzo por comprender la tesitura en que se encuentran, especialmente el país dominante en la UE, Alemania, aquel de cuyas decisiones dependerá en buena medida nuestro futuro.

Alemania está en una encrucijada, atravesada por diversos dilemas que lo colocan en una posición ambigua y difícil de manejar.

Los tres dilemas

El primero de ellos es interno. A menudo, se subraya el papel de su extrema derecha, nada europeísta, muy dada a la tentación de reforzar lazos con el norte, tener buenas relaciones con el este y olvidarse del sur. El lema 'Con Holanda sí, con Italia no' es un buen resumen. Pero hay algo más profundo, que contribuye al arraigo de las nuevas derechas, como son sus diferencias territoriales y sociales. Según un informe de la Fundación Friedrich Ebert, más de 13,5 millones de sus ciudadanos viven en regiones con graves problemas estructurales, e incluso en las ciudades con más vigor económico, las clases medias están bajo presión, el nivel de vida ha caído y su cohesión social es menor. Todo esto se agrava porque en las regiones perdedoras confluye una perniciosa combinación que retroalimenta su declive: escaso poder económico, elevado desempleo, deuda creciente, menor inversión y mucha emigración.

El segundo problema es el de la relación con sus socios de la UE. El sur de Europa está encendido por la reacción de Bruselas a la crisis del coronavirus, que Alemania ha encabezado, y que ha dado lugar a que se planteen tensiones serias. Los brotes anti-UE están floreciendo de una forma notable, y no solo en el sur, también en el norte.

Los alemanes partidarios de que su país corte buena parte de los lazos que lo unen al régimen chino son cada vez más

El tercer dilema, muy serio, es el de su nueva relación con China y con EEUU. Los estadounidenses son sus socios tradicionales, con los que tienen fuertes lazos en lo militar, pero también en lo económico y financiero, mientras que China es su principal socio comercial y lo necesita más que nunca a la hora de reducir los efectos de la crisis del covid-19. La presión estadounidense sobre Alemania ha aumentado mucho desde la llegada a la presidencia de Trump, y es esperable que se recrudezca tras la pandemia. En el país germano, están apareciendo fuertes tensiones, ya que los partidarios de que se corten lazos con el régimen de Xi aumentan, pero también existen muchos defensores de mantener las relaciones como hasta la fecha, dadas las ventajas evidentes que suponen para sus arcas.

Llegó la pandemia

Los tres dilemas los lleva arrastrando tiempo, pero hasta ahora había podido manejarlos con solvencia. La pandemia simplemente ha hecho más profundas esas contradicciones y ha vuelto más insistentes las exigencias. El nivel de tolerancia de los socios europeos ha disminuido, del mismo modo que ha descendido la paciencia estadounidense o la china. Las presiones para que se posicione claramente en distintos ámbitos han elevado su intensidad.

A Alemania le conviene mantener la actual configuración de la UE, pero esa postura aboca a una Unión cada vez menos manejable

Alemania está en medio de todo, pero carece de la suficiente potencia como para tomar una dirección plenamente propia. Cuenta con posibilidades, recursos y músculo, pero su posición internacional es inferior a las de las dos grandes potencias, lo que le conduce a una posición de cierta dependencia de la que es complicado librarse. En lo que respecta a la UE, le conviene mantener la actual configuración, pero se trata de una sociedad cada vez menos manejable. Y, en esas circunstancias, la extrema derecha de su país, ahora apagada, puede encenderse si hay deterioro material después de la crisis.

La posición imposible

Es el momento, pues, de que Alemania dé un paso adelante. Sin embargo, en esta encrucijada histórica, lo que los dirigentes alemanes están pretendiendo, a la manera de Rajoy, es mantener los equilibrios preexistentes y dejar todas las puertas abiertas; se trata de no tomar decisiones relevantes, de forma que se pueda conservar todo lo posible el statu quo anterior a la pandemia. Por eso no aceptan el plan español ni los coronabonos. Y esa posición es imposible, porque no se podrá mantener en el tiempo. Lo que sirvió para el pasado no servirá para el futuro.

Los dilemas actuales de Alemania provienen de un mal planteamiento estratégico, útil a corto plazo y perdedor a largo

Pero también es discutible que el camino seguido en el pasado haya sido el mejor posible, ya que buena parte de los dilemas actuales de Alemania provienen de un mal planteamiento estratégico, útil a corto plazo y malo a largo. Alemania es la tercera potencia exportadora del mundo, y una parte importante de su PIB depende de lo que vende al exterior; y es, además, el país que más ahorros invierte fuera de sus fronteras. En el primer sentido, el parón global le puede afectar de manera seria, y en el segundo tampoco parece que le vayan demasiado bien las cosas, porque ya el pasado año era el país del G-7 que menor rendimiento extraía de los activos extranjeros en los que había invertido, y ahora depende del buen estado de los países en los que ha puesto su dinero para seguir recibiendo los réditos. Depender tanto del exterior no es bueno.

“Estrellas de la era analógica”

El segundo punto débil ha sido, por paradójico que parezca en estos instantes, su obsesión por la consolidación fiscal. Es cierto que cuenta con excedentes de ahorro que le permitirán afrontar la salida de la pandemia más sólidamente, pero todo tiene su precio: al negarse a invertir en un desarrollo estratégicamente dirigido, se encuentra con el problema de que no puede competir en el nuevo escenario todo lo bien que necesitaría. Como pertinentemente subrayaba Wolfgang Münchau, “Alemania lleva mucho tiempo viviendo de los inventos de finales del siglo XIX. Los campeones de su industria han sido las superestrellas de la era analógica. Pero ahora se enfrentan a un futuro incierto”. Los germanos tienen grandes ingenieros, pero no investigación de vanguardia, y están muy lejos de EEUU o China en los ámbitos estrella del futuro inmediato, el digital y el de la inteligencia artificial. Además, financieramente está por debajo del músculo de Wall Street y de la City y carece de los recursos con los que cuenta el régimen de Xi.

Alemania creyó que con realizar ajustes para mantener su papel de potencia industrial exportadora mantendría su lugar de privilegio

Alemania se volcó en el exterior y apostó por la consolidación fiscal, y llevó de la mano a la UE en ambas cosas. Consiguió una buena posición económica, favorecida más aún por la arquitectura del euro, y recursos notables, pero eso le hizo frágil en comparación con el resto de potencias mundiales. Podría haber optado por invertir para lograr más cohesión social, y con ella un mercado interior europeo más fuerte, y por liderar las apuestas de la UE en áreas como la tecnología digital y la inteligencia artificial. Pero renunció a ello pensando que con realizar ajustes para mantener su papel de potencia industrial exportadora obtendría un lugar de privilegio en el futuro. Ahora ha llegado la pandemia, y ha devuelto a Alemania a la realidad: está lejos de las potencias verdaderamente relevantes.

La dependencia germana

Justo cuando EEUU está presionando para que se aleje de China, Alemania es tan dependiente de un lado y de otro que no puede decir radicalmente que no a ninguno. Las inversiones realizadas le obligan a mantener la estructura europea actual para seguir rentabilizándolas, pero cada vez encontrará más resistencias en una unión que exige un cambio de rumbo. Y tendrá que lidiar con sus zonas interiores empobrecidas, en las que podrá invertir poco si quiere apoyar sólidamente a su sector empresarial tras el covid-19.

Por eso Alemania quiere dejar todo como está, y de ahí las negociaciones tan complicadas en la UE acerca del fondo de reconstrucción, pero es una posición imposible. De modo que el momento para Alemania se acerca, porque no se puede mantener en ese alambre dubitativo durante mucho más tiempo. Es la hora del cambio, y llegará, la cuestión es qué camino tomará. Y es una decisión muy importante, porque eso marcará también el futuro de la UE y de España.

A menudo, se reprocha a los países del sur, en esta época de negociaciones, que no nos ponemos lo suficiente en la piel de los del norte, que no entendemos lo suficiente la presión a que están sometidos sus políticos. De modo que estaría bien hacer un esfuerzo por comprender la tesitura en que se encuentran, especialmente el país dominante en la UE, Alemania, aquel de cuyas decisiones dependerá en buena medida nuestro futuro.

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