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La fórmula que van a utilizar para salvar la economía. Y no es buena
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Esteban Hernández

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La fórmula que van a utilizar para salvar la economía. Y no es buena

Hay un consenso bastante amplio sobre cuáles son las armas que pueden ayudar a conseguir empleo y a que las empresas sobrevivan; lo malo es que sirven de poco

Foto: Patxi López, presidente de la Comisión para la Reconstrucción Social y Económica del Congreso. (Mariscal/EFE)
Patxi López, presidente de la Comisión para la Reconstrucción Social y Económica del Congreso. (Mariscal/EFE)

Van a venir malos tiempos para el empleo y para la mayor parte de las empresas, y la única duda reside en si va a ser una época difícil o nefasta. Para salir de ella, circula recurrentemente una receta, asumida en distintos grados por todo tipo de ideologías: la innovación, la tecnología, la investigación y la creación de valor añadido van a ser el camino de salvación. Los trabajadores y las empresas que sepan adaptarse lograrán salir de la crisis y lo harán reforzadas.

Nos parece una idea acertada y hay un consenso amplio sobre ella: las personas mejor formadas, que sepan amoldarse a las necesidades del mercado y que cuenten con las habilidades precisas, siempre tendrán buenas opciones; del mismo modo, las empresas que cuenten con un buen modelo de negocio, que sean creativas, utilicen la tecnología y adecúen sus estructuras sobrevivirán holgadamente. Este tipo de proclamas generan confianza, porque contienen una promesa atractiva: si somos capaces de adaptarnos, todo irá bien.

Es igual que decir a los gladiadores antes de salir al Coliseo que si son fuertes y saben pelear, quizá queden en pie al final del día: un consejo banal

Lo malo de estas recetas es que constituyen una fórmula banal y simplista para salir de la crisis, a menudo no son ciertas y además resultan contraproducentes si se quedan únicamente en el enunciado. Realizar este tipo de afirmaciones es como asegurar que habrá mucha competencia y pocas opciones y que habrá que buscar debajo de las piedras para seguir con la empresa abierta o encontrar un empleo; es como decir a los gladiadores antes de salir al Coliseo que si son fuertes y saben pelear, quizá queden en pie al final del día. No ofrecen una solución, constatan los hechos; contienen más palabrería que conocimiento.

La vida no funciona así

En gran medida, son ideas que siguen en el marco de la meritocracia, otro de los conceptos centrales de nuestra época: los más capacitados y quienes muestran mayor inventiva son quienes logran buenos trabajos o ponen en marcha empresas sólidas, y así ocurrirá también en la crisis con los empleos y las pymes. Además, nos parece una perspectiva moral adecuada, ya que implica que los mejores tendrán premio y que el mundo sigue siendo justo a pesar de todo. Lo malo es que se confunden intenciones y hechos, porque la vida no funciona así.

Los trabajos mejor remunerados son buen ejemplo de esta confusión entre deseos y realidades. Acceder a ellos implica una formación que es mucho más sencillo que posean aquellos que cuentan con el capital preciso, el que les permite disponer de tiempo y medios para cursar sus estudios en centros de prestigio. En segunda instancia, es probable que quienes tengan un punto de partida social mejor cuenten con los 'habitus' y las habilidades relacionales exigidas para esos empleos. Y en tercer lugar, esa posición también permitirá que, incluso en igualdad de méritos, el número y cantidad de relaciones personales con las que se cuente inclinen la balanza.

Marionetas y gacelas

El error de fondo consiste en pensar que el mérito puede hacerse valer cuando no existe el contexto adecuado. Por seguir con el ejemplo, un CV puede servir de algo solo cuando las circunstancias lo permiten. Si existen 100 optantes para 10 puestos, es bastante probable que se los lleven quienes tienen los mejores contactos, (como suele ocurrir en la realidad, según la autora de 'Pedigrí', Lauren A. Rivera). Si hubiera 100 optantes para 60 puestos, sería mucho más sencillo que la capacidad se valorase, porque ahí se tendrían en cuenta variables muy diferentes.

Lo que cambiaría las cosas no sería promover la innovación o realizar mejores mediciones del mérito, sino modificar de verdad el marco

Con las empresas, ocurre igual. Si el contexto no es el adecuado, muchas de ellas se convierten en ‘marionetas contra gacelas’: les resulta muy difícil acceder a la financiación, no pueden diversificar el negocio ni los riesgos y no tienen poder de mercado. Esa situación provoca que dependan mucho menos de la innovación que del poder adquisitivo del entorno en el que se desenvuelven, y de que el mercado no esté tan concentrado como para limitarles enormemente las opciones.

Trabajo y dinero

Lo que cambiaría de verdad las cosas no sería realizar mejores mediciones del mérito, sino cambiar el marco. Nuestra economía ha entrado en un escenario de muchos optantes para pocos puestos, y de muchas empresas para cada vez menos clientes con recursos. Encontrar nuevas fórmulas, adaptarse e intentar aprovechar sus bazas será lo que todos hagan para intentar sobrevivir. El problema no será el grado de innovación que apliquen, ni su inventiva, sino la cantidad de dinero del que disponga la gente; tampoco serán decisivas las cualificaciones que se reflejen en el currículo, sino el número de trabajos a que se puede optar.

Promover la digitalización y la innovación equivale a decir "os hemos dejado solos, haced lo que podáis y el que sobreviva que lo cuente"

El gran cambio consistiría en modificar el escenario, de modo que existiera más trabajo y hubiera más dinero, no en instar a la gente a que sea más creativa. Puede argumentarse que es complicado, pero también convendría coincidir en que resulta necesario. Si algo ha demostrado la pandemia, es que necesitamos más personal sanitario, más profesores, más cuidadores y más medios, en distintos ámbitos de las administraciones públicas. Necesitamos que la producción regrese a España, y en algunos ámbitos de forma estratégica, porque todo se fabrica fuera y cuando lo necesitamos con urgencia no está; necesitamos, además, que España se reindustrialice, y hay sectores no estratégicos que tienen potencial de desarrollo; es preciso mantener el empleo que tenemos, porque España debería seguir siendo una gran potencia en turismo, que es una de nuestras fortalezas, y deberíamos desarrollar sectores, como las renovables, en los que nuestro país tendría recorrido. Hay oportunidades y necesidades, de modo que donde necesitamos creatividad e innovación es en las fórmulas para crear trabajo. Eso traerá recursos a las personas, y hará que la economía vaya bien.

La otra fórmula la conocemos, y es la que más probablemente se lleve a cabo: generar recursos vía impuestos que se destinarán a pagar la deuda, una reindustrialización que consistirá en relocalizar algunas fábricas en países del Este e insistir en la digitalización, en la innovación y en la adaptación, un buen sinónimo de “os hemos dejado solos, haced lo que podáis y el que sobreviva que lo cuente”.

Van a venir malos tiempos para el empleo y para la mayor parte de las empresas, y la única duda reside en si va a ser una época difícil o nefasta. Para salir de ella, circula recurrentemente una receta, asumida en distintos grados por todo tipo de ideologías: la innovación, la tecnología, la investigación y la creación de valor añadido van a ser el camino de salvación. Los trabajadores y las empresas que sepan adaptarse lograrán salir de la crisis y lo harán reforzadas.