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"Os lo harán pagar": Vox avisa de lo que está pasando en los barrios
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Esteban Hernández

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"Os lo harán pagar": Vox avisa de lo que está pasando en los barrios

La apelación a los olvidados es una constante desde el populismo de derechas. Pero, más allá de su intención, revela aspectos importantes para la política del futuro inmediato

Foto: Rocío de Meer, durante un mitin. (EFE)
Rocío de Meer, durante un mitin. (EFE)
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“Mi padre lucha todos los días por los olvidados de este país”. La afirmación es de Eric Trump, y la pronunció durante la convención republicana. El hijo del presidente no olvida los nichos de voto de los que su padre puede sacar partido. Donald tampoco, y por eso ha mencionado a Sanders de un modo ambivalente; le critica por ser un perdedor y estar contento con ello (en el fondo, le señala como un cobarde por no ir hasta el final) pero al mismo tiempo hace un guiño a su electorado. Sabe que los fieles a Sanders se sienten a disgusto con Biden y espera sacar algún partido de ese descontento. No se trata tanto de convencer a los de Sanders de que le voten, que es improbable, o de que no respalden a Biden, sino de subrayar un mensaje: los demócratas no tienen nada que ofrecer a quienes se sienten olvidados en EEUU.

Rocío de Meer insistía ayer en el mismo marco con un tuit: “Estercoleros multiculturales. Lugares donde vosotros, los privilegiados, queréis condenar a los españoles más humildes a malvivir. Barrios obreros convertidos en infiernos que los acomodados no pisáis pero que los trabajadores más humildes sufren a diario. Os lo harán pagar”. El lenguaje combativo y hostil, anclado en la pura lucha de clases, encuentra un nuevo significado al añadírsele el término que lo explica todo, 'multicultural'. Desde su perspectiva, la inmigración es la causa de que los barrios populares se conviertan en un infierno.

Los partidos perdedores (de momento)

Esa es una retórica que puede resultar útil en alguna medida, solo que su aceptación en los barrios populares es bastante débil. Vox está compuesto por personas que por origen, ideología y modos de ver el mundo encajan escasamente con la mentalidad de las clases populares, y sus dirigentes y cuadros poseen una mentalidad política totalmente alejada de ellos. Es muy difícil que esa retórica les funcione, pero podría ocurrir. En todo caso, es la única formación que se está dirigiendo a esas clases, aunque sea de un modo torcido.

Las críticas internas en IU lamentan haber perdido su contenido de clase a cambio de estar presentes en el Gobierno como la minoría de la minoría

El PCE e IU, quienes mejor situados estuvieron en esos estratos, están fuera de juego, porque se han convertido en parte de Podemos, lo cual les perjudica mucho para ese propósito. De hecho, las críticas internas en IU apuntan precisamente a haber perdido su contenido de clase a cambio de estar en un Gobierno como la parte minoritaria de la parte minoritaria. Tampoco Podemos está bien situado en las zonas perdedoras de las grandes ciudades. Es llamativo, porque esas clases les podrían haber impulsado hacia cotas políticas mayores, pero nunca las tuvieron cerca y ahora menos que nunca.

UP está soportando una situación claramente hostil, ya que la derecha pretende debilitar a la coalición de gobierno a través de Iglesias, e intenta profundizar en las brechas existentes en el Ejecutivo (lo que explica tanto las menciones a la inacción de Celaá como la actitud displicente de algunos ministros respecto del acoso al matrimonio Iglesias-Montero). Esa hostilidad está afectando al líder de UP, pero sobre todo lo está notando la aceptación popular del partido.

Los dos partidos que podrían sacar provecho del descontento, UP por sus orígenes y Vox por sus apelaciones, bajan en intención de voto

De momento, el desgaste de gobernar en una pandemia está dañando más a los morados que al PSOE, especialmente entre las clases en declive. En parte porque la propaganda hostil surte efecto, en parte porque muchos de los suyos se han alejado de él, o él los ha alejado, hasta forjar un partido cohesionado, pero sin talento. Pero, sobre todo, porque aquellos sectores sociales en los que podían haber crecido los sienten especialmente lejos. Quienes esperaban algo de él, sienten que los ha defraudado, y eso es difícil de remontar; y quienes lo percibieron como una esperanza han dejado de hacerlo. Iglesias está siendo el perdedor en este juego, en especial entre las clases populares, que le tienen en baja estima.

Las características de lo que viene

Esto es significativo: los dos partidos que podrían sacar provecho del descontento en espacios desfavorecidos, UP por sus orígenes y Vox por sus apelaciones, son los que están bajando en intención de voto. Los partidos sistémicos, por así decir, salen reforzados, lo que tiende a hacer pensar que la gente está separándose de opciones más duras. Pero esto tiene un significado diferente del que se le suele otorgar: no revela la fortaleza del sistema, sino el crecimiento de un espacio político sin ocupar. Sus características son las siguientes:

1.Estamos en un momento de 'impasse'. Es verano aún, tradicionalmente tiempo de paréntesis y de espera. Y mucho más ahora, con la incertidumbre de la pandemia, con el aumento de los contagios, con todo el mundo expectante sobre el regreso al colegio y al trabajo (el que lo tenga), y sin saber muy bien qué va a ocurrir dentro de un par de semanas o de un mes. Es una situación tensa, pero contenida. El malestar está siendo razonablemente soportado y hasta dentro de unos meses, o quizás avanzado el próximo año, no veremos del todo las consecuencias emocionales, sociales y políticas reales de esta pandemia.

Foto: Un camarero desinfecta una mesa en Madrid. (EFE) Opinión

2. Hay un clima de desconfianza. La prevención lleva a que nos alejemos de los demás, a que las interacciones sean menos frecuentes y más cortas, a separarnos de quienes nos encontramos por la acera. Las relaciones con extraños se limitan al máximo, ya que los otros pueden ser portadores de la enfermedad y fuente de peligro. Estas situaciones crean una sociedad extraña, donde los lazos se fragilizan y las distancias se guardan en muchos sentidos. Es una atmósfera de aislamiento con consecuencias más negativas de lo que parece y que tardará tiempo en modificarse una vez haya pasado la pandemia.

3. Es un momento de descenso social. Ha habido pérdida de empleos, pero estamos en la antesala de muchos despidos. En parte por las reestructuraciones de las empresas, que tenderán a realizar más trabajo con menos personal, y en especial en todas aquellas firmas que aceleren la transición digital o que vayan a ser objeto de fusiones y adquisiciones, que serán muchas de las grandes, y en parte por los pequeños negocios que cierren o que necesitarán menos personal.

4. La desconfianza alcanza al sistema mismo. Lo institucional ya no se tiene como algo confiable. Podemos agradecer el esfuerzo a médicos y enfermeras, pero en la mentalidad social cada vez se ha instalado más la sensación de que las cosas no funcionan. La pandemia ha demostrado la fragilidad de los mecanismos de respuesta institucionales, y los lugares con menos recursos lo han notado especialmente: tienen mayor densidad de población, los contagios y muertes han sido más frecuentes allí, así como la pérdida del empleo, y las ayudas públicas, sanitarias y económicas, han sido escasas y tardías. Están sometidos, todavía, a servicios sanitarios saturados y están expuestos a mayor riesgo por la necesidad de utilizar un transporte público en el que no se pueden guardar las distancias de seguridad. De fondo, está el juego político de responsabilizar al rival de los problemas y de la falta de respuesta. El resultado final es que la población desconfía ya de unos y de otros, y más tras una gestión tan negativa de la pandemia. Estamos entrando en un momento de desinstitucionalización, que va más allá de las formaciones políticas, y que puede agravarse si la situación empeora.

Recapitulemos: incertidumbre, desconfianza social, situación económica generalizada a la baja, desinstitucionalización y falta de confianza en el sistema. Son suficientes factores como para dar por sentado que, si la situación no se arregla de un modo casi milagroso, los tiempos que nos esperan van a venir marcados por una política distinta de la actual. Este es el arranque de un tiempo político diferente, y las clases sociales tendrán buena parte de protagonismo. Cada vez más gente va a sentirse olvidada en España, y eso siempre produce tensiones y cambios. Entramos en una era política distinta, y en estos lugares desfavorecidos se jugará buena parte del futuro.

“Mi padre lucha todos los días por los olvidados de este país”. La afirmación es de Eric Trump, y la pronunció durante la convención republicana. El hijo del presidente no olvida los nichos de voto de los que su padre puede sacar partido. Donald tampoco, y por eso ha mencionado a Sanders de un modo ambivalente; le critica por ser un perdedor y estar contento con ello (en el fondo, le señala como un cobarde por no ir hasta el final) pero al mismo tiempo hace un guiño a su electorado. Sabe que los fieles a Sanders se sienten a disgusto con Biden y espera sacar algún partido de ese descontento. No se trata tanto de convencer a los de Sanders de que le voten, que es improbable, o de que no respalden a Biden, sino de subrayar un mensaje: los demócratas no tienen nada que ofrecer a quienes se sienten olvidados en EEUU.

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