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Esteban Hernández

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El presidente de Petronor y el plan de Sánchez para España

El anuncio de Sánchez de cómo se repartirán los fondos de la UE ha merecido críticas y alabanzas. Pero a su estrategia de recuperación le faltan muchas cosas importantes

Foto: El presidente de Petronor, Emiliano López Atxurra. (EFE)
El presidente de Petronor, Emiliano López Atxurra. (EFE)
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El plan de recuperación responde a lo que la Unión Europea solicita, encaja con las propuestas del socialismo actual, se parece mucho al programa que tenía Sánchez antes de la pandemia y contará con capital para ponerlo en marcha. Pese a las palabras grandilocuentes que se utilizaron en el discurso y a sus exageraciones, debe reconocerse que contiene las áreas principales de la transformación que desde la UE se espera de nuestro país y que responde a una idea determinada de España.

El plan ha recibido muchas críticas interesadas, su puesta en escena se ha desdeñado y se han subrayado sus artificios. En bastantes medios, el plan ha sido interpretado como simple propaganda, y en otros se ha recordado que lo esencial son las reformas que debe realizar el Estado para gastar menos, y que sin ellas el resto es irrelevante.

Para qué gastamos

El problema subyacente no reside en si se es austero, en si el gasto es excesivo o en cómo se va a sufragar (ese asunto nos podrá causar daños dependiendo de varios factores, siendo el principal la respuesta que la UE nos dé dentro de un tiempo y el apoyo que preste el BCE), ni tampoco lo es que Sánchez utilizara términos demasiado llamativos o que James Rhodes tocase el piano. Lo importante es si ese gasto servirá para que la recuperación se produzca y las heridas económicas se curen.

Los fondos deberían ayudar a que las diferencias entre personas y territorios no se agranden, pero el plan tiene señales perturbadoras en ese sentido

En esto es muy relevante señalar que la salida que apunta la pandemia parece muy semejante a lo que estamos viviendo durante ella: habrá partes de la sociedad, territorios y países que se verán beneficiados por la recuperación, y la mayoría de ellos saldrán empobrecidos. España no ocupa un buen lugar en ese reparto: hay muchas personas que se hallan en situación de necesidad, trabajadores despedidos o en ERTE, autónomos pauperizados, pequeños negocios en el alambre, medianas empresas con dificultades, como es el caso de todo el ámbito productivo, y no tiene muchos visos de que las cosas cambien. En lo internacional, por ejemplo, el músculo con el que saldrá Alemania de la crisis después de invertir más de un billón de euros en su economía no será comparable al nuestro, que tendrá 140.000 euros menos los descuentos para recuperarse. Y así sucesivamente.

Los fondos deberían ayudar a que esas diferencias no se produzcan o que, en el peor de los casos, no se agranden. Pero, en ese aspecto, el plan está lleno de señales perturbadoras.

Los parches

El concepto digitalización suena bien, nos remite a una idea de modernidad, de puesta al día, de adaptación a los nuevos tiempos. Pero si se escarba en lo anunciado, las inversiones irán a parar a formación en competencias digitales, a ayudar a que los funcionarios teletrabajen, a que las pymes participen en programas de digitalización y a que el 75% de los españoles tenga cobertura 5G, también para que el mundo rural y la España no vinculada a las grandes ciudades cuenten con redes que les permitan mejores opciones.

Equivale a pensar que instalar el teléfono en los pueblos iba a repoblar los territorios, a generar trabajos y a crear muchas empresas

Es algo extraño. No se trata de ir en contra de las medidas, algunas de las cuales son sensatas, sino de subrayar que esto no es un plan, sino un conjunto de parches. Extender la conexión digital a las zonas rurales, de forma que llegue a más lugares y con mejor calidad, es buena idea, pero eso no es una estrategia para impulsar el empleo y la economía, y es justo eso lo que están afirmando. Equivale a pensar que, hace unas décadas, llevar el teléfono a los pueblos iba a ser el punto de partida de una transformación que repoblaría los territorios, generaría trabajos y crearía muchas empresas. Sirve para que las firmas tecnológicas tengan mayor peso y para que la gente esté mejor conectada, pero una vez finalizada la instalación, apenas producirán nada.

Arreglando la fachada

Este no es un ejemplo aislado. El plan ecológico consiste en adecuar los edificios y animar a los españoles a que compren coches eléctricos. La idea para eliminar las brechas salariales de género se sustancia en ofertar más plazas de guardería. Disminuir las diferencias entre las grandes ciudades y el campo se soluciona con mejores conexiones. Los problemas que puedan tener los mayores se arreglan con teleasistencia. Las dificultades laborales, con formación permanente, preferiblemente digital.

Esto no es más que arreglar la fachada para que quede bonita, no un plan de transformación. Va a dejar una superficie verde y digital, muy 'cuqui', similar a aquella época en la que se adecentaba el centro de las ciudades españolas y se cerraba al tráfico para que fueran los turistas, pero poco más.

Otra visión

Esperaba otro tipo de reacción, otro tipo de visión. Este jueves, el Instituto Elcano presentó un 'paper' sobre industrialización, en el que participó la ministra del sector, Reyes Maroto, entre otros intervinientes. Uno de ellos era Emiliano López Atxurra, presidente de Petronor, y su exposición tuvo aquello que uno esperaba de las élites españolas: la insistencia en la estrategia, en la necesidad de un entorno financiero ligado con lo productivo, el conocimiento de la cadena de valor, una visión sobre cómo se gana posición en Europa, la certeza sobre la relevancia de la presencia internacional o la constatación de los problemas que nos causa la competencia con Polonia o Francia. Son elementos bastante obvios, por eso extraña tanto que no hayan sido tomados en cuenta. Y no solo en las medidas anunciadas por el Gobierno en el plan de recuperación, sino en la misma exigencia de los sectores empresariales, mucho más enfocados en arreglar su situación privada y ver qué parte de los fondos pueden recoger que en contribuir a un tipo de política económica y de economía política que contribuya a hacer una España mejor, más sólida y con mejores perspectivas para sus ciudadanos. Estamos olvidando lo importante, y es mala señal.

El plan de recuperación responde a lo que la Unión Europea solicita, encaja con las propuestas del socialismo actual, se parece mucho al programa que tenía Sánchez antes de la pandemia y contará con capital para ponerlo en marcha. Pese a las palabras grandilocuentes que se utilizaron en el discurso y a sus exageraciones, debe reconocerse que contiene las áreas principales de la transformación que desde la UE se espera de nuestro país y que responde a una idea determinada de España.

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