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Esteban Hernández

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Trump, Biden y el futuro de Vox

La moción de censura ha sido un revés más para las extremas derechas, que están en retroceso en todas partes. ¿Van a perder influencia seguro? Pensémoslo antes de responder

Foto: Abascal y Espinosa de los Monteros, saliendo del hemiciclo. (EFE)
Abascal y Espinosa de los Monteros, saliendo del hemiciclo. (EFE)

Deberíamos entender bien qué es Vox. No es producto de una tendencia nostálgica dentro de la política española, ni un grupo aislado que ha visto su oportunidad para salir a la arena sumándose a la ola de la nueva derecha. Vox tiene un proyecto político directamente vinculado con una corriente internacional, y a ella se debe.

Pablo Iglesias se refirió en la moción a este asunto, quizá de una manera un tanto ingenua, que además es compartida por buena parte del mundo experto. Le señaló que si Trump pierde las elecciones, EEUU no verá con buenos ojos una formación como Vox; que, de alguna manera, su opción política perdería toda su fuerza en el que caso de que gobernasen los demócratas.

Es una posición tranquilizadora, pero que no responde exactamente a la realidad. Las corrientes de fondo que atraviesan nuestro mundo van por otro lado, como explicaba Bruno Maçaes en una clarificadora entrevista en El Confidencial, y como subraya Michael Beckley en un artículo de ‘Foreign Affairs’. Quizás el 'statu quo', ese que señalaba que los republicanos tenían un impulso más unilateral y los demócratas una visión más multilateral, esté cambiando y no quepa esperar un giro significativo en la política exterior estadounidense. Tampoco Javier Solana lo espera.

Una guerra fría diferente

Además, esa convicción contiene una negación del pasado reciente. Desde la llegada de Reagan, los republicanos han estado desplazando el marco de su país hacia nuevas direcciones, en una línea que une a Bush padre, Bush Jr. y Trump, cada vez con opciones más atrevidas. Los demócratas, Clinton y Obama, cuando han llegado al poder, no han rectificado las tendencias en lo económico y tampoco en grandes elementos de política exterior, todo lo más han moderado el tono y la intensidad de las líneas que marcaron los republicanos. Tampoco cabe esperar ahora algo muy distinto.

En la nueva guerra fría, muchos temas que Trump ha puesto encima de la mesa han sido bien aceptados por los estadounidenses

Máxime cuando las circunstancias nos señalan que las transformaciones que están en marcha no van a solventarse pronto. Gobierne quien gobierne en EEUU, hay una guerra fría lanzada, que se disputa entre EEUU y China, pero que cuenta también con otros actores, como Rusia, India, Turquía o la UE. Ya no es el momento de los dos bloques de la anterior Guerra Fría, de esa hegemonía bipolar en la que el mundo se movió en aquel entonces, sino un contexto diferente.

Otro EEUU

En ese escenario, muchos temas que Trump ha puesto encima de la mesa son bien aceptados por los estadounidenses, como la huida de aventuras militares exteriores, aunque sea en defensa de la democracia, el repliegue internacional en beneficio de EEUU, la reducción de la inmigración ilegal o la utilización de los aranceles para evitar la pérdida de empleos. En este punto, un 80% de los ciudadanos de EEUU está a favor.

Las grandes armas para la expansión de EEUU, las finanzas y la tecnología, les harán ganar mucho terreno frente a sus antiguos socios

Ambos factores van a conducir hacia otro tipo de participación de EEUU en el mundo global, esté quien esté en la Casa Blanca. Lo estamos percibiendo en el terreno económico de una manera muy clara, con la guerra comercial, y lo será más aún en próximos tiempos. Las grandes armas para la expansión de EEUU, las finanzas y la tecnología, les harán ganar mucho terreno frente a los competidores, y especialmente en países como el nuestro, muy debilitados a causa de la pandemia. Es barato comprar en España ahora para los grandes fondos y la penetración de las tecnológicas se ha acelerado en estos meses.

Las sacudidas económicas

Esto se liga con un elemento que subraya Michael Beckley en su artículo de una manera expresa, los efectos negativos para los socios de EEUU que tendrá este giro de la política comercial, ya que la expansión económica estadounidense se producirá a costa de ellos. Hablamos de países como los europeos, con una población envejecida, con problemas de crecimiento y con dificultades por el aumento de su deuda. Aunque las previsiones de Beckley son a largo plazo, es evidente que a corto veremos efectos en línea con todo lo que hemos vivido no hace mucho: las crisis se resuelven mediante recortes en las pensiones, en el gasto social, en LA sanidad y educación públicas, aumento de los impuestos y, afirma Beckley, aumento de la emigración. El resultado no puede más que generar tensiones: el crecimiento escaso, las deudas elevadas, el estancamiento de los salarios y la desigualdad extrema, en un momento de giro hacia la digitalización, producirán sacudidas políticas, habitualmente en forma de nacionalismo y extremismo.

Parece que las extremas derechas están perdiendo fuerza, como si anunciaran su dilución

Este conjunto de factores hace que el presente pueda perturbar la mirada sobre el futuro. Vox ha salido muy dañado de la moción. Ha fijado un terreno propio, con un discurso de extrema derecha contemporánea, pero se ha visto a sus líderes con poco empaque. Vox ha sido el partido claramente perdedor de la moción. Y en momentos como este, con las crisis que viven Trump o Bolsonaro, con el descenso en el voto de Salvini y con las extremas derechas europeas en retroceso durante el coronavirus, parece que ese lado político va a ir perdiendo fuerza y apoyo, como si anunciara su dilución. Y ahí un triunfo de Biden, nos dicen, ayudaría mucho, ya que resolvería dos problemas de un golpe: habría una mayor simpatía por el multilateralismo y se daría la puntilla a las extremas derechas.

Pero, una vez más, conviene no confundir los pronósticos con los deseos. Nadie sabe qué ocurrirá en el futuro, pero si echamos un vistazo al exterior, el panorama no es bueno. En primer lugar, por la situación social, muy proclive a la inestabilidad, y más si la crisis nos golpea con más fuerza el año próximo. En segundo lugar, porque el programa de Trump, en lo referido al fortalecimiento nacional, va a perdurar y puede impregnar a países europeos. Tercero, porque el cambio en EEUU afectará a la UE de diversos modos: no olvidemos que las extremas derechas europeas, igual que el grupo de Visegrado, tienden a ser escépticas con la UE y cercanas a EEUU, como hemos visto en la moción de censura. Estos movimientos le vienen bien a la estrategia estadounidense para ganar poder: una UE débil tiene mucha menos fuerza en la negociación comercial y una UE dividida puede oponerse con menos convicción a los intereses estratégicos de EEUU.

La España pro EEUU y euroescéptica

Este posicionamiento no es nuevo en la derecha española. Recordemos la foto de las Azores, porque fue un momento muy llamativo. La decisión de invadir Irak, tomada unilateralmente por EEUU, fue secundada rápidamente por el Reino Unido, y de manera sorprendente por Aznar. Dejando de lado el fondo del asunto, la imagen fue significativa porque implicaba la separación de España de sus socios de esos instantes, Alemania y Francia, y de la misma UE, para situarse al lado de EEUU en una aventura improbable. Aquel neoconservadurismo de Bush Jr. impregnó nuestro país de una manera muy intensa, en forma y fondo, y no solo como una mera decisión coyuntural. Y lo hizo para no marcharse, porque el Partido Popular estuvo inmerso en él de una forma contundente durante mucho tiempo. De ese partido, intelectualmente liderado por FAES, ha surgido Abascal, y de ahí ha nacido Vox, que no es más que la continuación intensificada de aquellas posiciones.

Estas fuerzas tienen una peculiaridad: incluso cuando se marchan. Ni EEUU ni el mundo fueron iguales tras Reagan y Bush

Vox no hace más que seguir esa ideología, en cuanto a visión de la sociedad y en cuanto a alineamiento internacional. No es extraño que se signifique de una manera tan expresa en contra de China, ni que recoja los modos y formas de Trump y de los suyos, ni que tenga un programa de gobierno plenamente anclado en esa visión ideológica. Ese es el mundo del que forma parte y el que intenta implantar en España. Por eso insistía ayer Abascal en que los aplausos a la intervención de Casado le sonaban a la orquesta del Titanic, que tocaba mientras el barco se hundía.

Repasemos: crisis económica, tendencia hacia la digitalización, deuda elevada, tensiones sociales, tentaciones de fortalecerse por el lado nacional e intereses geoestratégicos. No sé el futuro que le espera a Vox tras el desastre de su moción de censura, pero juraría que a este tipo de visiones ideológicas les queda mucho para desaparecer, y más cuando las tensiones sociales suelen intentar manejarse desde regímenes más autoritarios que sofoquen el descontento. Como la Unión Europea no se active rápido, y crea que si gana Biden vuelve la normalidad o que con un fondillo de recuperación todo se arregla, esto se va a poner feo. Máxime cuando estas fuerzas tienen una peculiaridad: incluso cuando se marchan, han cambiado todo a su paso. Ni EEUU ni el mundo fueron iguales tras Reagan y Bush, ni lo serán cuando Trump se vaya.

Deberíamos entender bien qué es Vox. No es producto de una tendencia nostálgica dentro de la política española, ni un grupo aislado que ha visto su oportunidad para salir a la arena sumándose a la ola de la nueva derecha. Vox tiene un proyecto político directamente vinculado con una corriente internacional, y a ella se debe.

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