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Ya lo dijo Pablo Iglesias: el problema real de la UE con las vacunas
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Esteban Hernández

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Ya lo dijo Pablo Iglesias: el problema real de la UE con las vacunas

Aunque fuera por motivos electorales y cayese en una contradicción, Iglesias señaló algo oportuno a la hora de entender el momento europeo y sus dificultades con la vacunación

Foto: Foto: Reuters.
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Es curioso que Pablo Iglesias insista que estar en el Gobierno es una cosa y tener el poder es otra, porque se trata de una posición que aceptó (formar parte del Consejo de Ministros a cambio de no tener poder) desde el mismo instante que apostó por ser la parte minoritaria de un Gobierno sin mayoría absoluta. Son declaraciones comprensibles en términos electorales, ya que necesita activar a los fieles que le queden de cara a la convocatoria catalana, pero se trata de una contradicción que conocía de antemano: forma parte de ese Gobierno, sus decisiones también le pertenecen; no se puede estar fuera y dentro a la vez.

Sin embargo, la diferencia que Iglesias establece no deja de ser cierta. Les pasa no solo a los dirigentes de partidos políticos, sino a muchos gobiernos en este escenario globalizado, que ocupan el lugar del poder, pero no lo tienen. La falta de conciencia de esta situación está en la raíz de muchos de nuestros problemas, y es parte de las dificultades de la UE con las vacunas. Si a eso se suma la mentalidad Excel que abunda en Bruselas, se entiende mejor nuestro momento europeo. Pero para comprender mejor la situación, hay que viajar al Liverpool de hace 15 años.

1. El riesgo y el control

El mundo ha vivido en estas décadas un doble proceso de deslocalización y de concentración, que ha favorecido las interconexiones, pero también ha multiplicado los riesgos. Un texto publicado hace más de una década, ‘End of the line’, cuyo autor es Barry C. Lynn, lo recordaba de una forma contundente: “Vivimos en un mundo en el que un terremoto de 60 segundos en Taiwán puede quebrar la economía americana. Vivimos en un mundo en el que una epidemia en China puede amenazar la capacidad estadounidense de fabricar coches y aviones. Vivimos en un mundo en el que el cierre de una fábrica en Reino Unido puede privar a la mitad de los americanos de la vacuna contra la gripe”. El primer caso se refería a que un terremoto de grado 7,6 en la escala Richter golpeó Taiwán el 21 de septiembre de 1999. En aquel instante, “no había un solo producto electrónico en el mundo que no tuviera un componente fabricado en Taiwán”, con lo que la producción mundial se vio claramente afectada. El segundo aludía a que la fabricación de coches se frenó por la aparición del SARS. Pero el relevante, a efectos actuales, es el tercero.

Bush dio un golpe de mano: las empresas que fabricaban vacunas debían ser estadounidenses y las fábricas tenían que estar en su territorio

El CDC (Center for Disease Control) estadounidense permitió que la producción de vacunas para la gripe se concentrase en dos firmas y en dos plantas. El primer año con este nuevo método, el suministro en EEUU fue escaso. En el segundo, en 2004, las autoridades británicas ordenaron el cierre de una de esas fábricas, la radicada en Liverpool, que llevaba tiempo arrastrando problemas, lo que provocó que muchos estadounidenses se quedaran sin vacunas. En mayo de 2006, la Administración Bush trató de solucionar este problema comprando cinco firmas farmacéuticas, tres de ellas europeas, para que desarrollaran una nueva vacuna y se llevó la producción a EEUU.

En otras palabras, Bush trató de recobrar el margen de maniobra estadounidense para no depender ni de la fabricación en el exterior ni de las cuentas de resultados de las empresas. Las vacunas para la gripe eran un asunto estratégico, dados los problemas que podía causar su escasez, y dio un golpe de mano para no verse expuesto: las empresas debían ser estadounidenses y las fábricas tenían que estar en su territorio.

2. La primera advertencia

En la primera ola de la pandemia, la Unión Europea vivió momentos muy, muy difíciles, que partían no solo de la escasa prevención, de la falta de toma en consideración de las señales, sino del caos que suele surgir en los momentos de escasez acuciante. Cuando el coronavirus golpeó Europa, nos faltaban muchas cosas: no había apenas suministros del material sanitario preciso para combatir la transmisión del virus, como los EPI o las mascarillas, y faltaban respiradores, entre otras muchas cosas. Todo se fabricaba fuera, con lo que tenía que ser adquirido a proveedores que podían sacar un partido indecente de la situación y cobraban el material a precios prohibitivos. Como disponer de él resultaba muy urgente, asistimos a una competencia desaforada entre países en la que incluso se cambiaban los destinos de los aviones cuando estaban en la pista de despegue a fuerza de dinero. Era un momento de escasez y de necesidad, y eso explica que la lucha fuera mucho más frecuente que la cooperación, incluso entre los socios europeos.

Teníamos el Gobierno, aquello que permite trazar planes y dictar normas, pero no el poder, aquello que permite que se cumplan

Con las vacunas, no podía volver a ocurrir. Estábamos avisados. Era el momento de demostrar que, pasado el primer momento de crisis, la UE funcionaba eficazmente en el plano de pura gestión. Las vacunas resultaban indispensables, ya que son el instrumento esencial para frenar en seco al virus, con todo lo que eso supone, por lo que había que trazar un plan adecuado: que los suministros fueran suficientes, que llegaran lo antes posible y que los gobiernos implantaran una cadena bien organizada para su aplicación. Se firmaron contratos con diversas farmacéuticas, que utilizaban diferentes tecnologías y que fabricaban en lugares diferentes, y se aprovechó el poder de compra europeo para negociar un buen precio. Todo estaba organizado y dispuesto, menos la realidad.

Podemos decirlo en términos de Iglesias: teníamos el Gobierno, aquello que permite trazar planes, pero no el poder, aquello que permite que se cumplan. Teníamos el diseño, pero no los resortes precisos para que se llevasen a cabo a tiempo. Habíamos dibujado el escenario con nitidez, pero nos habíamos olvidado de la posición estructural. Y eso siempre conlleva dificultades.

3. El pensamiento Excel

La aplicación de las vacunas ha sido un problema continuo desde que se inició el proceso, con retrasos ligados al suministro, a la infraestructura disponible y a la lenta reacción de los gobiernos. Y justo cuando todo parecía arrancar de verdad, aparece la falta de vacunas.

Puede que AstraZeneca haya sufrido problemas en la fabricación (sin ir más lejos, hubo un incendio en la mayor fábrica del mundo, la de India, Serum, donde estaba produciendo millones de unidades de su vacuna, aunque afirmaron que la producción no se había visto afectada), puede que esté vendiendo las vacunas prometidas a países que aseguran un precio más alto o puede que únicamente esté intentando forzar la revisión al alza de las cantidades que Europa abona por las vacunas. O todo a la vez. Pero sea cual sea la causa, lo que nos muestra este caso es que entre las farmacéuticas que poseen la patente de la vacuna y la Unión Europea existe un diferencial de poder que opera en favor de las primeras. Estamos en el momento de las disputas (se anuncia que no se aplicará la vacuna de AstraZeneca a los mayores de 65), pero el hecho de haber llegado hasta aquí es ya muestra de la debilidad de partida.

Europa, mientras tanto, sigue pensando en términos de gestión experta, como si todo concluyera cuando los números encajan en el Excel

Todo surge del mismo punto: si Bush inició el repliegue en la producción de las vacunas, fue para no quedar expuesto a estas situaciones. Además, EEUU cuenta con una ley que le permite forzar el ritmo de producción de las empresas que fabrican en su territorio si fuera preciso para los intereses del Estado, algo que solo se puede hacer cuando se tiene el poder. El Estado chino lo tiene, por su propia estructura, Reino Unido carece de los problemas europeos en cuanto al suministro (AstraZeneca tiene bandera británica) y Rusia tiene su propia vacuna. Europa depende de empresas foráneas, de dimensión global, que escapan a sus planes.

Europa, mientras tanto, sigue pensando en términos de gestión experta, como si todo concluyera cuando los números encajan en el Excel. Actúa como los directivos que tienen un plan, que en el papel queda perfecto, pero que olvidan todos los obstáculos que encontrarán en su desarrollo. En un contexto de lucha geopolítica por bienes escasos, y las vacunas lo son ahora, era previsible que surgieran inconvenientes. Por eso, quienes gozan de una mejor posición de partida salen ganando (en este terreno y en muchos otros): los países que tienen un ritmo alto de vacunación cuentan con las empresas y la fabricación del producto final, o han decidido pagar un precio mucho más elevado, como Israel.

Buena parte del mundo europeo está construido sobre reflexiones teóricas que tienen sentido en el papel, pero que hacen abstracción de los juegos que se juegan en la realidad. Es aquello que señalaba Julien Freund cuando diferenciaba entre ‘lo político y la política’, o lo que afirma Iglesias acerca de estar en el Gobierno o tener el poder, o lo que advertía Maquiavelo al respecto. Si en lugar de arreglar esa pata, esencial para el futuro, que es la del poder europeo, seguimos centrados en el pensamiento Excel (y ocurre en muchos aspectos, como el económico), las dificultades reaparecerán, y generarán cada vez mayores disfunciones. Quizá sea la hora de contar con menos expertos que viven en sus teorías sintetizadas en gráficos y de empezar a prestar atención a aquellos que saben cómo funcionan las cosas en la realidad; quizás haya que escuchar menos a quienes diseñan los planes y más a quienes tienen que aplicarlos en la vida cotidiana.

Por un periodismo responsable

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Es curioso que Pablo Iglesias insista que estar en el Gobierno es una cosa y tener el poder es otra, porque se trata de una posición que aceptó (formar parte del Consejo de Ministros a cambio de no tener poder) desde el mismo instante que apostó por ser la parte minoritaria de un Gobierno sin mayoría absoluta. Son declaraciones comprensibles en términos electorales, ya que necesita activar a los fieles que le queden de cara a la convocatoria catalana, pero se trata de una contradicción que conocía de antemano: forma parte de ese Gobierno, sus decisiones también le pertenecen; no se puede estar fuera y dentro a la vez.

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