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Casado puede ser el líder: lo que importa en la batalla de Madrid
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Esteban Hernández

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Casado puede ser el líder: lo que importa en la batalla de Madrid

La decisión de Ayuso de convocar elecciones tiene tres propósitos, y todos importantes. Pero haría bien en comprender la lección que aprendió dolorosamente Susana Díaz

Foto: Casado y Ayuso, en el Zendal. (EFE)
Casado y Ayuso, en el Zendal. (EFE)
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En estos días políticos que nos parecen años, los acontecimientos se suceden con enorme rapidez. Hace apenas nueve meses, en la primera parte de la pandemia, la presión que ejercieron los populares sobre el Gobierno socialista fue enorme: una gravísima crisis sanitaria con los hospitales colapsados, una enfermedad sobre la que sabíamos poco, una crisis económica que se adivinaba de grandes dimensiones y una preocupación social creciente fueron elementos que el PP puso sobre la mesa para insistir en la necesidad del fin del Gobierno de Sánchez. Y existía cierta convicción entre las filas populares de que el recién estrenado Ejecutivo tenía una base lo suficientemente frágil como para que se rompiera bajo el peso de lo que estaba soportando.

Marzo de 2021 nos muestra una foto diferente, con el PSOE asentado en Moncloa y con el Gobierno de la Comunidad de Madrid, el buque insignia de los populares y su ariete principal, roto por las diferencias entre los socios. De telón de fondo, el ascenso de Vox, que reduce las distancias con el PP cada mes. Era probable que una estrategia de confrontación dura, la que ha seguido el partido de Casado desde el inicio, condujese a este escenario. O se llegaba rápido al Gobierno o se acababa en esto. Les ha tocado lo más previsible, esto.

Las tres intenciones de Ayuso

En un escenario como el presente, la decisión de Ayuso de convocar elecciones tiene tres propósitos, y todos importantes. Con el más obvio, el primero, trata de mantener el poder. El segundo pretende dar el golpe de gracia a Ciudadanos y frenar en seco el ascenso de Vox devolviéndolo a un lugar secundario. El tercero tiene lugar en clave interna y, en caso de resultar exitoso, mostraría a Casado el lugar ideológico que debe ocupar el partido, cerca de Vox, y le subrayaría que el recambio está asomando por la puerta. Si se celebrasen elecciones y el éxito de Ayuso fuera rotundo, la vida política de Casado resultaría mucho más incómoda.

El PP peleaba meses atrás por llegar a la Moncloa; ahora lo hace para derrotar a Cs y a Vox

Sin embargo, este conjunto de objetivos señala el descenso en la ambición del Partido Popular: hace unos meses estaba en pleno fragor por ocupar la Moncloa, ahora está en la batalla por frenar o destruir a sus rivales y quedarse con todo el espacio político de la derecha, y en la pelea por asentar o sustituir a su líder.

Foto: La líder de Ciudadanos, Inés Arrimadas. (EFE)

El caso Díaz

Un momento similar, muy pertinente por sus semejanzas, fue el de las elecciones autonómicas andaluzas de 2015, cuando Susana Díaz decidió adelantar los comicios. Argumentó la creciente desconfianza con sus entonces socios en el Gobierno andaluz, IU, pero bajo esa excusa latían tres conocidos propósitos: conservar el poder, ya que las encuestas eran favorables al PSOE; cerrar la puerta a un Podemos entonces en ascenso y que amenazaba seriamente a los socialistas como primer partido de la izquierda, y demostrar al joven Sánchez quién iba a encabezar el partido a la hora de la verdad: los tres fines que se dan cita en la convocatoria de Ayuso.

En el segundo objetivo, el de cerrar la puerta a partidos del mismo espectro, el instante guarda mucho parecido. Las autonómicas catalanas han arrojado una foto del panorama en la derecha muy preocupante para el PP, ya que confirman la escasa relevancia de Ciudadanos en el territorio que los vio nacer, y el crecimiento de Vox, que se muestra como un enemigo serio. Van hacia arriba, mientras que los del Casado pierden espacio. Algo similar vivía el PSOE en aquella época, con Podemos creciendo en las encuestas y amenazando el liderazgo del PSOE. Y, además, ambos partidos tienen algunos puntos de conexión poco subrayados.

La convocatoria de elecciones en Madrid opera mucho más contra Vox que contra el PSOE

Los de Abascal han crecido en la efervescencia y en el malestar anti Sánchez, pero son un grupo con un núcleo muy cerrado, con escaso poder institucional, con una débil estructura en los territorios y con una flexibilidad estratégica limitada. Están presos de su ideología, y eso les hace ser muy rígidos a la hora de comprender qué les podría hacer crecer. El PP, como le ocurría al PSOE en aquellos tiempos en que competía con Podemos, tiene estructura, organización, poder local, redes de interés y de afinidad, y eso le otorga una capacidad de resistencia grande. Y además, en algunos territorios, y Madrid es el ejemplo, ha canalizado el descontento anti Sánchez mejor que Vox. Un escenario como ese, lo que fue Andalucía en 2015 para Díaz, hace muy sencillo empujar a los de Abascal hacia el desvanecimiento de sus expectativas, y señalar de forma inequívoca que el PP es el partido de la derecha. La convocatoria de elecciones, por lo tanto, funciona mucho más contra Vox que contra el PSOE. A los cargos y simpatizantes de Ciudadanos se les insiste en que deserten, a Vox se le trata de absorber por la vía del voto útil. El precio es la cercanía ideológica con los de Abascal, pero Ayuso lo asume gustosamente.

A Díaz todo le salió bien

Sin embargo, hay que recordar cómo acabó la experiencia de Susana Díaz, a la que todo salió bien en aquellas elecciones. Dejó a Podemos en un 15%, volvió a gobernar, mostró a España que el recorrido de los de Iglesias era mucho más limitado de lo que se les atribuía, y se afirmó como la líder del futuro socialista. En el corto plazo, todas las bazas quedaron en su mano. También la ideológica, que mostraba al PSOE que el camino del triunfo pasaba por ser una fuerza centrista, alejada de Podemos y del izquierdismo, y más cercana a Ciudadanos. Díaz implicaba un giro del PSOE hacia el centro derecha, y esa era la convicción del 'establishment' del partido acerca de cómo se podrían ganar unas elecciones a Rajoy.

Susana Díaz dio un genial golpe de mano en el que se quedó con todas la bazas. El final de aquella historia para Díaz es bien conocido

Tiempo después, todos aquellos éxitos se desvanecieron. Sánchez lidera el partido y el Gobierno, el PSOE está en la Moncloa por su alianza con Podemos, y Díaz es la oposición en Andalucía. En realidad, aquel golpe de mano genial tuvo efectos perjudiciales para su protagonista. Instalada en la creencia de que el PSOE estaba en su mano, y dado que controlaba el aparato del partido, quiso expulsar a Sánchez fuera de la política, con aquellas espantosas imágenes de Ferraz en llamas políticas. Sabemos cómo terminó todo aquello.

Foto: El presidente andaluz, Juanma Moreno, del PP, y el vicepresidente, Juan Marín (Cs). (EFE)

Y es conveniente recordarlo, porque en última instancia el elemento decisivo para los líderes de los partidos, como bien ha sabido aplicar Pablo Iglesias, es el control interno. Díaz se equivocó, porque pensó que controlando el aparato lo tenía todo ganado, cuando en realidad la decisión última iba a estar en manos de los militantes, gracias a las primarias. El error de Ayuso puede consistir en creer que la legitimación electoral, en el caso de producirse, puede darle la fuerza que necesita. Pero lo que ha quedado sepultado por la convocatoria electoral de Madrid ha sido el movimiento de Casado en las últimas semanas, que estaba en plena construcción de un poder territorial totalmente volcado hacia él. Si triunfa en eso, y dado que en el PP no hay primarias, su liderazgo tendrá más recorrido del que ahora se le atribuye. Ayuso haría bien en comprender, por si acaso, que a veces las victorias llevan a la derrota final.

En estos días políticos que nos parecen años, los acontecimientos se suceden con enorme rapidez. Hace apenas nueve meses, en la primera parte de la pandemia, la presión que ejercieron los populares sobre el Gobierno socialista fue enorme: una gravísima crisis sanitaria con los hospitales colapsados, una enfermedad sobre la que sabíamos poco, una crisis económica que se adivinaba de grandes dimensiones y una preocupación social creciente fueron elementos que el PP puso sobre la mesa para insistir en la necesidad del fin del Gobierno de Sánchez. Y existía cierta convicción entre las filas populares de que el recién estrenado Ejecutivo tenía una base lo suficientemente frágil como para que se rompiera bajo el peso de lo que estaba soportando.

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